Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Ocho puntos de cómo ven el mundo que tratan de dominar

No se trata solo de la economía: la Cristiandad, en el punto de mira de las élites globales

Relevo en la ONU: con Antonio Guterres, que se confiesa católico, la ideología mundialista podría entrar en una fase menos agresiva que con Ban Ki Moon. O no.
Relevo en la ONU: con Antonio Guterres, que se confiesa católico, la ideología mundialista podría entrar en una fase menos agresiva que con Ban Ki Moon. O no.

ReL

¿Se trata solo de liberalizar los mercados? Los deseos de las élites globalizadoras envuelven algo más: un poder centralizado y la imposición de una ideología netamente anticristiana. Así lo explica Robert F. Gorman, profesor de Ciencias Políticas y Estudios Internacionales en la Universidad Estatal de Texas, en este artículo publicado por el Instituto Acton (los subtítulos son de ReL):

El término gobernanza global hace referencia a la dimensión política de la globalización. La cuestión aquí es hasta qué punto la gobernanza estará centralizada y controlada por instituciones internacionales que amenazan con reducir la capacidad de los gobiernos locales y nacionales. Los defensores de la gobernanza global tienden a preferir una regulación transnacional de los mercados y la creación de leyes para los nuevos derechos humanos caracterizadas por una mayor centralización.

Un gran número de beneficiarios
En último termino, la gobernanza global implica mucho más que una simple coordinación y cooperación internacional, algo que ya existía en las relaciones internacionales modernas. Ahora es también una ideología profunda y ampliamente arraigada, cuyo objetivo es la centralización y regulación a nivel global de áreas de amplio alcance de interacción internacional. Sus devotos creen en ella y la llevan adelante con un celo casi religioso. Entre estos devotos hay (1) profesores universitarios y profesores a todos los niveles, (2) organizaciones profesionales no gubernamentales, (3) abogados internacionales, (4) periodistas, (5) un número cada vez mayor de líderes y funcionarios del gobierno elegidos o nombrados, (6) funcionarios públicos a nivel internacional, (7) celebridades y élites culturales y (8) expertos de las Naciones Unidas y otras organizaciones intergubernamentales.


Las instituciones europeas figuran entre las más activas en la promoción de la ideología global.

Si este cuerpo de creyentes, cada vez más numeroso y con mayor influencia, simplemente quisiera resolver problemas internacionales urgentes, las consecuencias serían en gran medida inofensivas. La cooperación internacional es necesaria para prevenir, controlar y resolver conflictos, para proporcionar y facilitar la necesaria asistencia humanitaria de emergencia y para promocionar una cada vez mayor prosperidad entre las naciones.

Los globalistas, como eran llamados antiguamente, y los defensores de la gobernanza global, como son llamados ahora, quieren mucho más. La ideología de la gobernanza global quiere destruir y eliminar la soberanía nacional reduciendo el control de los gobiernos nacionales sobre el movimiento de las personas, los bienes y el capital en las fronteras nacionales. Busca establecer un orden totalmente secular en el que actividades como la educación, la sanidad, el desarrollo económico y la justicia sean moldeadas por expertos globales, y no por los líderes en sus contextos naturales locales y nacionales. El gobierno de expertos, de burócratas globales, es su ideal.

Una visión común
Estos expertos comparten, a su vez, una visión de conjunto común en lo que se refiere al mundo.

-Son secularistas abiertamente hostiles -o, como  mínimo, recelosos- a la religión y a la cultura tradicional como influencia sobre la civilización.

-Son burócratas, o defensores de la burocracia, que creen que el gobierno de un experto es, respecto al gobierno de candidatos elegidos, el único modo de llevar adelante un agenda progresista de modernización.

-Son ambientalistas que, a distintos niveles, consideran que los seres humanos y el crecimiento de la población humana son un flagelo para la ecología global. Por lo tanto, defienden casi universalmente el control de la natalidad y consideran a la familia, sobre todo a la familia tradicional y a las creencias religiosas de la familia, como una amenaza para la integridad medioambiental.

-A menudo son defensores de la eugenesia, pues su fin es reducir la fertilidad y el número de personas menos deseables.


Barack Obama y Hillary Clinton, dos perfectos exponentes de la ideología mundialista, cuyos adalides han vivido con auténtica desolación su derrota en las elecciones presidenciales norteamericanas.

-Son transnacionalistas que creen que el estado-nación es un anacronismo cultural que tiene que ser deconstruido.

-Normalmente son defensores de la ductilidad de género que buscan, en nombre de los derechos humanos, promover una redefinición global de la masculinidad y la feminidad y, por consiguiente, la redefinición de la persona humana y el matrimonio como base normativa de la vida familiar.

-Son materialistas que, en última instancia, niegan la naturaleza espiritual transcendental del ser humano, por lo que su preocupación fundamental son las necesidades emocionales y físicas de las personas.

-Son relativistas que, en general, rechazan el concepto de verdad moral objetiva, de ley natural o la dimensión religiosa o espiritual de la persona humana. Consideran el poder y el control como los mecanismos con los que rehacer el mundo a su propia imagen.

-Son centralistas que tienen poca consideración hacia los derechos de los órganos subsidiarios, las agencias locales de ayuda y apoyo mutuos, las iglesias, los gobiernos locales, o incluso de aquellos gobiernos nacionales que quieren preservar un modo de vida diferente. En nombre de la solidaridad global violan los principios básicos de la subsidiariedad.

Suplantar a la Iglesia
La enseñanza tradicional de la cristiandad, arraigada en el Evangelio de Jesucristo, es un objetivo principal de estos defensores de la gobernanza global, que han adoptado el manto de la paz, la justicia, los derechos humanos y la ayuda humanitaria -el evangelio social de la Iglesia-, pero que atacan sistemáticamente a la Iglesia como institución, a la familia tradicional y los valores morales tradicionales, el amor por el propio país y el amor hacia Dios. Quieren suplantar a la Iglesia en su papel histórico de proveedora de las obras de misericordia corporales. Se oponen a la libertad religiosa, e incluso a la libertad de conciencia.

Esta siniestra versión de la gobernanza global es un signo de nuestros tiempos. Es alimentada a una velocidad increíble por la globalización de las comunicaciones electrónicas. Internet y los medios de comunicación social -por derecho propio, una gran ayuda a la vida moderna- apoyan demasiado a menudo agendas inhumanas, desde la pornografía y el abuso sexual por internet, al sindicalismo criminal global y al reclutamiento y defensa transnacional del terrorismo.

En este nuevo mundo virtual, la paz y la justicia se enfrentan a la violencia y la depravación. La Iglesia debe ser consciente de los movimientos ideológicos que actúan bajo el disfraz del humanismo secular y el progresismo. La ideología de la gobernanza global es hija adoptiva del pensamiento materialista marxista. En una época de globalización real, es el punto de vista que reina entre las élites. Por lo tanto, la Iglesia debe conocerla bien y resistir sus siniestros fines a través de su servicio como signo de contradicción, cooperando con la institucionalización internacional allí donde esté más justificado y oponiéndose a ella cuando viole la dignidad humana fundamental, los derechos subsidiarios de la Iglesia y de los agentes de ayuda y apoyo mutuo arraigados en comunidades que dependen de los mismos.

La Iglesia debe apoyar una forma humana y justa de gobernanza global, y resistirse a los compromisos políticos y a las características de una ideología que impulsa una cultura de muerte y no una civilización de vida y amor. El verdadero bien y la verdadera felicidad de las personas humanas reside en un respeto genuino por la dignidad humana y por el avance del bien común a la luz de las verdades más profundas de la naturaleza humana. La Iglesia, como las personas de buena voluntad, deben trabajar para asegurar que la gobernanza global apoye y no frustre este fin.

Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).
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