Ha bautizado a más de mil tribales en las montañas de Vietnam, pero tardó décadas en ver frutos
En 1969, el sacerdote redentorista Joseph Trần Sỹ Tín empezó a vivir como misionero en las montañas de la diócesis de Kontum, en el centro-oeste de Vietnam, donde habitan las tribus montañesas, especialmente la mayor de ellas, los jarai, una etnia animista con unos 300.000 miembros y una lengua muy distinta al vietnamita. Al cumplir 47 años en la zona, cuenta su experiencia a la agencia AsiaNews.
Los jarai no sabían nada de Jesús en esa época. Ni siquiera eran budistas, como el resto del país, sino animistas, y aún lo son la mayoría. Sus funerales, muy caros, implican crear capillitas llenas de posesiones del difunto, a las que se renuncia. Unos toscos "guardianes" (troncos de madera con caras) vigilan la tumba-capilla.
El padre Tran llegó con otros tres sacerdotes. "No teníamos casa y no conocíamos a nadie en el pueblo. Así que empezamos a estudiar el idioma Jarai y visitar a las familias para hacer amigos. Comíamos con ellos y practicábamos su idioma".
Cuando llegó el tiempo de la cosecha, "les pedimos permiso para ir al campo a trabajar con ellos. Almorzábamos con ellos en los campos de arroz. A la noche volvíamos a casa con ellos y, a menudo cenamos juntos".
Después de un período de cohabitación, una noche les dijo el jefe del pueblo: "Hemos cuidado del pueblo respecto a la comida, vestido y vivienda. Pero nadie nos había hablado del espíritu, del bien y del mal, de la felicidad. Ustedes nos hablan de esas cosas".
Niños Jarai con trajes e instrumentos típicos
Llega la guerra de Vietnam
Parecía abrirse una puerta a la evangelización de los Jarai... pero entonces llegó la Guerra de Vietnam a los pueblos de las montañas. En 1971 el sacerdote fue detenido por las autoridades comunistas y enviado a la frontera con Camboya. Allí atendió a refugiados, pobres y enfermos de malaria.
En 1975, cuando acabó la guerra, pudo volver con los Jarai, pero durante una docena de años no vio en ellos interés por el cristianismo. No había conversiones.
Todo empezó a cambiar en 1988, cuando muchas personas empezaron a pedir ser bautizadas. Los laicos conversos se organizaban como catequistas y evangelizadores y llevaban la fe a otros pueblos. Hay que tener en cuenta que esta etnia suele organizarse en pueblos de 50 a 500 habitantes.
Entre 1988 y el año 2000 el padre Joseph bautizó a mil montañeses. No importaba que ir a misa fuera casi imposible para ellos (las autoridades comunistas dificultaban los desplazamientos). En 2005 ya había comunidades católicas en 90 aldeas. El siglo XXI ha visto cómo los pequeños grupos de laicos misioneros del padre Joseph se multiplicaban. Su parroquia de Pleichuet ya tiene 1.400 fieles.
Los jarai no sabían nada de Jesús en esa época. Ni siquiera eran budistas, como el resto del país, sino animistas, y aún lo son la mayoría. Sus funerales, muy caros, implican crear capillitas llenas de posesiones del difunto, a las que se renuncia. Unos toscos "guardianes" (troncos de madera con caras) vigilan la tumba-capilla.
El padre Tran llegó con otros tres sacerdotes. "No teníamos casa y no conocíamos a nadie en el pueblo. Así que empezamos a estudiar el idioma Jarai y visitar a las familias para hacer amigos. Comíamos con ellos y practicábamos su idioma".
Cuando llegó el tiempo de la cosecha, "les pedimos permiso para ir al campo a trabajar con ellos. Almorzábamos con ellos en los campos de arroz. A la noche volvíamos a casa con ellos y, a menudo cenamos juntos".
Después de un período de cohabitación, una noche les dijo el jefe del pueblo: "Hemos cuidado del pueblo respecto a la comida, vestido y vivienda. Pero nadie nos había hablado del espíritu, del bien y del mal, de la felicidad. Ustedes nos hablan de esas cosas".
Niños Jarai con trajes e instrumentos típicos
Llega la guerra de Vietnam
Parecía abrirse una puerta a la evangelización de los Jarai... pero entonces llegó la Guerra de Vietnam a los pueblos de las montañas. En 1971 el sacerdote fue detenido por las autoridades comunistas y enviado a la frontera con Camboya. Allí atendió a refugiados, pobres y enfermos de malaria.
En 1975, cuando acabó la guerra, pudo volver con los Jarai, pero durante una docena de años no vio en ellos interés por el cristianismo. No había conversiones.
Todo empezó a cambiar en 1988, cuando muchas personas empezaron a pedir ser bautizadas. Los laicos conversos se organizaban como catequistas y evangelizadores y llevaban la fe a otros pueblos. Hay que tener en cuenta que esta etnia suele organizarse en pueblos de 50 a 500 habitantes.
Entre 1988 y el año 2000 el padre Joseph bautizó a mil montañeses. No importaba que ir a misa fuera casi imposible para ellos (las autoridades comunistas dificultaban los desplazamientos). En 2005 ya había comunidades católicas en 90 aldeas. El siglo XXI ha visto cómo los pequeños grupos de laicos misioneros del padre Joseph se multiplicaban. Su parroquia de Pleichuet ya tiene 1.400 fieles.
Comentarios