John Tong, actual obispo, y Joseph Zen, obispo emérito
Los cardenales de Hong Kong exponen las dos tendencias de la Iglesia en China ante el poder político
El actual obispo de Hong Kong, el cardenal John Tong, y el obispo emérito de la misma diócesis china, el cardenal Joseph Zen, han expuesto sus divergentes puntos de vista sobre cuál debe ser la pauta que debería seguir la Iglesia en China, y específicamente la Santa Sede, ante el poder político comunista del país asiástico.
En un artículo que publica la agencia Asia News, John Tong explica los motivos que llevan a la Santa Sede a continuar dialogando con Pekín: garantizar una mayor libertad religiosa a las comunidades cristianas; recuperar a los obispos no oficiales en prisión; recuperar a los obispos ilícitos.
Para él, y éste es uno de los puntos más destacables de su artículo, la Carta del Papa Benedicto XVI dirigida a los católicos chinos de 2007 es “absolutamente válida”.
En la misma se precisa, por ejemplo, que los diálogos entre Roma y Pekín no quieren olvidar (al menos no por parte de la Santa Sede) a la Iglesia no oficial ni a los obispos que se encuentran en prisión, ni el poder espiritual del Papa en relación al nombramiento de obispos…
Las perplejidades del cardenal Zen sobre el diálogo China-Santa Sede y las repercusiones sobre la Iglesia china
Estas preguntas, continúa explicando la agencia, "a menudo han surgido en los católicos tras relaciones y expresiones quizás de demasiado optimismo en relación a los diálogos entre China y la Santa Sede. Entre quienes más asiduamente expresan estas preguntas figura el cardenal Joseph Zen Ze-kiun, quien, de hecho, es portavoz de una densa multitud de católicos no oficiales".
En un artículo que también da a conocer Asia News (aparecido originalmente en el blog personal del cardenal), el obispo emérito de Hong Kong pone a la luz las ambigüedades que se arrastran en los diálogos y en las espectativas de las relaciones diplomáticas entre China y el Vaticano: la pertenencia a la Asociación Patriótica, que Benedicto XVI definía “incompatible” con la doctrina católica (y que Francisco ha confirmado); los silencios hacia la persecución sufrida por fieles y sacerdotes; las ambigüedades sobre los nombramientos de los obispos. Una crítica a la reactivación de la Ostpolitik del Vaticano.
La agencia explica que el post del obispo emérito, era originalmente "una articulada respuesta a una acusación dirigida al Card. Zen por un periodista del Vatican Insider, según el cual el anciano purpurado alentaría a una “rebelión” contra las decisiones de la Santa Sede". El cardenal, continúa la agencia, "responde a la falsa interpretación de su pensamiento, también hace un elenco de todas las perplejidades que suscitan los silencios sobre las violencias contra los cristianos y la reedición de una política similar a la Ospolitik de los tiempos del cardenal Casaroli".
Reproducimos, en primer lugar, el artículo del cardenal Tong, fechado el 31 de julio de 2016.
CARDENAL JOHN TONG
Introducción
La Iglesia católica fue fundada por Jesucristo y es una, santa, católica y apostólica. Desde que entrara en China, la Iglesia ha mantenido estas características fundamentales. Pero luego de la fundación de la Nueva China en 1949, la comunión de la Iglesia en China con la Iglesia uiversal se ha ido topando cada vez con más, hasta llegar a la expulsión del Internuncio Apostólico, E. E. Mons. Antonio Riberi, en 1951; de este modo, los vínculos con la Iglesia Universal fueron profundamente dañados. Por eso, hoy se cree que, visiblemente, la Iglesia en China ha erdido la comuión con la Iglesia universal. Sin embargo, en lo que respecta a su naturaleza, no se trata de una Iglesia cismática; al contrario, es una Iglesia que busca positivamente restablecer la comunión con la Iglesia universal.
La comunión con la Iglesia universal no debe ser solamente un nexo espiritual, sino que debe manifestarse en la acción concreta del nombramiento de los obispos locales por parte del Santo Padre. Si bien en la visión de la Iglesia el nombramiento de obispos por parte del Sumo Pontífice es un asunto totalmente religioso e interno suyo, en los últimos sesenta años, a causa de una falta de comprensión por parte del Gobierno chino, para el Santo Padre no ha sido fácil nombrar formalmete a los obispo en China, motivo por el cual la comunión de la Iglesia en China con la Iglesia universal no ha podido manifestarse plenamente.
Los esfuerzos realizados por la Iglesia católica a lo largo de tantos años con respecto a este problema, gradualmente han obtenido una reconsideración del Gobierno chino; se quiere alcanzar un acuerdo con la Santa Sede en relación al nombramiento de obispos en China, y buscar juntos una solución aceptada por ambas partes. El objetivo es, por un lado, no dañar la unidad fundamental de la Iglesia católica y la integridad de la autoridad de la Santa Sede en el itinerario que debe seguirse para el nombramiento de obispos; por otro lado, hacer de tal manera que la autoridad del Santo Padre al nombrar obispos no sea considerda una intromisión en China.
Los esfuerzos llevados a cabo por los últimos Pontífices están dando sus primeros resultados. Aunque algo alentadores, sin embargo, no pocas personas, tanto dentro como fuera de China, se muestran preocupadas, manifiestan dudas y perplejidad acerca de la posibilidad de alcanzar un acuerdo; temen que los oficiales de la Curia y que incluso el Pontífice mismo cedan en los principios fundamentales; lanzan improperios e invectivas dirigidos contra algunos oficiales de la Curia; apuntan la lanza incluso contra el actual Pontífice, acusando al Papa Francisco de contradecir los principios defendidos por Juan Pablo II y Benedicto XVI, a la vez que temen que la prpia fidelidad de tantos años sea olvidada o dejada a un lado a favor de ese clero que, ambiguamente, ha jugado oscilando entre el reconocimiento civil y el papal. Si bien el contenido sustancial del acuerdo de las dos partes aún no es público, nos atrevemos a creer que el Papa Francisco, como garante de la unidad y de la comunión de la Iglesia universal, no aceptará nada que pueda dañar la integridad de la fe de la Iglesia universal o que pueda poner en peligro la comunión de la Iglesia en China con la Iglesia universal.
Junto con el grupo de sacerdotes chinos que guardan un interés por la Iglesia en China, creo que debemos dar a las personas preocupadas por estos problemas una explicación clara y comprensible acerca de cuál es la posición de base de la Iglesia sobre los siguientes puntos, para así evitar cualquier malentendido. Las preguntas fundamentales a las que responder son: ¿Por qué la Santa Sede persevera en llevar adelante el diálogo con el Gobierno chino y no se opone al mismo? ¿En qué consiste la comunión de la Iglesia local con la Iglesia universal? En la Iglesia católica, ¿cómo son nombrados los obispos de la Iglesia local, y según qué principios? ¿Cuál es el rol que cumple la llamada ‘Conferencia episcopal de los Obispos chinos, y qué relaciones tiene ésta con cada una de las Diócesis?
El significado de las negociaciones entre China y el Vaticano
El Evangelio, al entrar en cualquier país del mundo que sea, en cualquier pueblo y cultura, no debe marginar ni destruir o dañar ese país, ese pueblo o esa cultura, sino que más bien debe perfeccionarlos de modo de lograr el objetivo para el cual Dios los ha creado desde el principio, es decir, compartir su vida divina. El Papa Francisco, en la entrevista concedida el 28 de enero pasado al diario Asia Times, dijo que la responsabilidad de la Iglesia católica es mostrar respeto por cada cultura y, por ende, ella muestra también un gran respeto por la cultura china. Sin embargo, el Evangelio no entra en un país, un pueblo o una cultura de un modo abstracto, sino que lo hace a través de personas concretas, de cristianos: por lo cual, los mensajeros de la Buena Nueva revisten el Evangelio de un hábito exterior humano. Cuando estos cristianos expresan en profundidad el espíritu y los valores del Evangelio, como la caridad, la paz y la misericordia, etc., para quienes escuchan se vuelve más fácil experimentarlos, comprenderlos y acogerlos. Pero si, debido a los límites peronales, los cristianos presentan el Evangelio como una ‘amenaza’, su testimonio hace que surja la duda de que se trate de un ‘complot’, y entonces la difusión sel Evagelio se topa con obstáculos.
El Evangelio de Cristo, en el curso de su difusión en China, a través de diversos sucesos, insucesos y prohibiciones, ha registrado las dos actitudes descriptas anteriormente. En realidad, la Iglesia católica, en su compromiso de evangelización y de desarrollo en la China actual, debe afrontar estos desafíos, siendo que hay un cierto número de chinos que aún conserva dudas y temores en relación a la difusión de la Iglesia católica en el país. Ante estas dudas y temores, no debemos lamentarnos por el hecho de por qué las buenas intenciones de los católicos no son comprendidas, puesto que lamentarse no resuelve las dudas y temores de estas personas, y tampoco ha de esperarse pasviamente a que tales dudas y temores desaparezcan espontáneamente a un tiempo dado. La misión de anunciar el Evangelio al pueblo chino nos empuja a actuar prositivamente, y no a esperar de una manera pasiva o tergiversando: por eso, frente a estas persona que alimentan sospechas y dudas en relación a la Iglesia católica, el método positivo que nosotros debemos adoptar es el de la comunicación y el diálogo.
Indudablemente, el camino desde la incomprensión y el malentendido hacia una comprensión, confianza, aceptación y amistad no es inmediato. Al igual que en las relaciones interpersonales, la confianza se gana no sólo en base a palabras, sino con hechos, y con un compromiso de ambas partes. De la misma manera, nosotros no tratamos de comprender en función de las palabras, sino con acciones adecuadas, para favorecer una mayor confianza recíproca. El único método justo para resolver dudas y temores requiere buena voluntad e iniciativas que son de tiempos prolongados. A partir de la nueva política de apertura de China -desde los años ’80 del siglo pasado hasta hoy- la Iglesia católica, por iniciativa de los pontífices Juan Pablo II, Benedicto XVI y del actual Papa Francisco, ha levantado frecuentemente el ramo de olivo hacia China, manifestando su buena intención de dialogar: las dos partes han intercambiado visitas de sus delegaciones para iniciar negociaciones. Manteniendo la buena voluntad y una comunicación paciente de cerca de 20 años, la Santa Sede no ha demostrado estar disgustada por la falta de comprensión. Esta actitud duradera de humildad y de paciencia es la demostración de que la Iglesia católica respeta al pueblo chino y le concede todo el tiempo necesario para que aumente la comprensión recíproca, y se orienta a mostrar que la misma no es enemiga del país, y que tampoco piensa en una invasión extranjera. No guarda ninguna mala intención en relación al pueblo chino, sino que, por el contrario, es una presencia amiga que tiene la intención de ayudar al grupo social a buscar el sentido de la vida. Como ha sido subrayado a menudo, para poder desatar los nudos del corazón, se precisan humildad, paciencia y diálogo constante: éste es, justamente, el camino que viene del cielo.
Si bien el Señor es el padrón del universo, no hace uso de la fuerza para obligar a la humanidad a realizar su plan. Por el contrario, cuando su plan se topa con la incomprensión y la oposición de los hombres, Dios, pacientemente, inicia un diálogo. Bíblicamente hablando, primero mandó a los profetas, que sin embargo no fueron escuchados por los hombres, y a quienes incluso mataron. Pero Dios no renunció a ello. Mandó a su Hijo único, que también fue matado. Si tuviésemos que razonar humanamente, el Señor es el mayor perdedor que hay; pero la muerte de Su hijo se vuelve ocasión más importante para demostrar el amor de Dios, así también como el ejemplo más grande para entender verdaderamente quién es Dios. La muerte del Hijo es la Palabra más clara y más fuerte de Dios para nosotros, los hombres y es el culmen del diálogo de Dios con nosotros. El Señor no hizo uso de fuerza alguna para constringir a la humanidad; hizo uso del diálogo, de la humildad y de la paciencia para mover el corazón de los hombres, de modo que ellos consientan en aceptar Su invitación.
El estilo de diálogo entre Dios y la humanidad es el modelo para nosotros, los cristianos, y también para tdos aquellos que buscan dialogar con los demás. El diálogo más que decenal entre la Santa Sede y Beijing muestra las siguientes características: calma, humildad, honestidad y paciencia. El acuerdo como primer paso entre la Santa Sede y Beijing es el resultado de este tipo de diálogo, que ha llevado a ambas partes, gradualmente, desde una incomprensión y desconfianza recíprocas a una comprensión y a una confianza; es una victoria para ambas partes, porque entre amigos hay un apoyo recíproco y un enriquecimiento de la vida. El acuerdo entre la Santa Sede y Beijing se vuelve un modelo de diálogo entre los hombres, es el inicio de la normalización de relaciones recíprocas: creo que ambas partes podrán, de ahora en más, continuar experimentando una confianza mutua para proseguir el diálogo hasta el final.
El objetivo del diálogo: la libertad religiosa, la Iglesia católica en China y la comunión con la Iglesia universal
Según cuanto fue dicho anteriormente, el objetivo del diálogo entre la Santra Sede y Beijing es eliminar todos los malentendidos y permitir al pueblo chino conocer objetivamente el sentido y el valor positivo de la Iglesia católica, de modo de eliminar las restricciones impuestas a la Iglesia católica en China. En otras palabras, el objetivo del diálogo entre la Santa Sede y Beijing es precisamente obtener y garantizar a la Iglesia en China la libertad religiosa y los derechos fudamentales que están inscriptos en la Constitución. La Santa Sede espera que a través del diálogo la Iglesia católica muestre con claridad su compromiso en respetar las leyes del Estado, el poder constituido y las leyes administrativas. La libertad religiosa, que la Iglesia desea, no sóloes un derecho natural que se le debe a toda persona, sino que ayudará mayormente a todos a buscar la verdad, el bien, lo bello y lo justo, mejorando las relaciones personales, así como la armonía y el orden de a sociedad. [1] El Evangelio que la Iglesia católica difunde en China no es sólo una Buena Nueva para los individuos, sino también para toda la sociedad.
Hay quienes no aprecian el contenido y los objetivos del diálogo entre la Santa Sede y Beijing, desde el momento que la Santa Sede no ha criticado públicamente la política china en materia d derechos humanos, que no tiene intenciones de cambiar ningún aspecto del sistema político chino: la Santa Sede parece renunciar a promover algunos valores básicos. Este tipo de críticas no es justo ni objetivo. El Papa Benedicto XVI en la Carta a todos los Católicos de China del año 2007 dijo claramente que la Iglesia debe preocuparse por la justicia social y no renunciar a llevar a cabo los esfuerzos necesarios para promoverla; sin embargo, la Iglesia no puede por cierto entrometerse en ámbitos que son competencia del Gobierno. La misión de la Iglesia católica no es cambiar las instituciones gubernamentales o administrativas de un país, no puede y no debe entrar en la lucha política, pero debe, a través de un análisis racional, examinar y volver a despertar las fuerzas espirituales en las personas individuales para lograr dicho objetivo. Sin renunciar a sus principios, la Iglesia trata de resolver los problemas a través de un diálogo constructivo y autorizado, y no por medio de continuos enfretamientos. [2] El Señor Jesús no hio uso de espadas, sino que se sacrificándose a sí mismo, obtuvo la salvación de la humanidad y la verdadera libertad. Por eso, la Iglesia católica debe dialogar con Beijing con “respeto y caridad”. El objetivo del diálogo, por ende, naturalmente que no es sacrficar los principios de la Iglesia; [3] si no fuera justamente para salvaguardar la verdad y los principios, ¿por qué querría la Iglesia dialogar con Beijing?
La comunión de la Iglesia en China con la Iglesia universal
“Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo unigénito, de modo que quien cree en Él no muera más, sino que tenga la vida eterna” (Jn 3,16). Según el Evangelio de Juan, el plan salvífico del Señor abarca a todos los hombres. Por eso, hay un solo pueblo de Dios, cuya naturaleza real no es humana, sino divina: está compuestop por todos los pueblos. Para poner en acto este plan celestial, Nuestro Señor Jesús primero comenzó llamando a los Doce Apóstoles y a formarlos como una “comunidad”, es decirm una forma de institución comunitaria estable. De ellos eligió a Pedro como jefe de la comunidad…los mandó luego a los hijos de Israel, y por último, a los confines de la tierra (Rom 1,16). Quiso compartir con ellos su autoridad: “Vayan a enseñar a todas las saciones, santificándolas y gobernándolas… con la ayuda del Espíritu Santo… reunidlas en la Iglesia universal, la Iglesia que tiene como fundamento a Crsito y a los Apóstoles y que está construida sobre la roca de Pedro, cuya piedra angular es Cristo”. [4] En síntesis, “el Romano Pontífice, siendo sucesor de Pedro, es elperpetuo y visible principio y fundamento de la unidad, tanto de todos los obispos como de todo el pueblo de Dios”. [5] Sólo en unión con el Romano Pontífice se puede estar en comunión con la Iglesia universal y ser miembro de la Iglesia católica; la unidad con el Sumo Pontífice realiza la forma de comunión con la Iglesia universal y es el signo de dicha comunión.
Los principios arriba expuestos deben ser aplicados a la Iglesia en China, de modo que ésta sea parte de la Iglesia universal. Tanto la forma espiritual como la forma visible requieren de la unidad con el Sumo Pontífice para actuar la comunión con la Iglesia universal. El Papa emérito Benedicto XVI en su Carta a los Católicos de China escribió: “Como vosotros sabéis, la profunda unidad, que vincula entre sí a las Iglesias particulares existentes en China y que las pone también en íntima comunión con todas las demás Iglesias particulares esparcidas por el mundo, se basa, además de en la misma fe y en el Bautismo común, sobre todo en la Eucaristía y en el Episcopado. Y la unidad del Episcopado, del cual « el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible », continúa a lo largo de los siglos a través de la sucesión apostólica y es también fundamento de la identidad de la Iglesia de todo tiempo con la Iglesia edificada por Cristo sobre Pedro y sobre los otros Apóstoles. La doctrina católica enseña que el Obispo es principio y fundamento visible de la unidad en la Iglesia particular, confiada a su ministerio pastoral. Pero en cada Iglesia particular, para que ésta sea plenamente Iglesia, tiene que estar presente la suprema autoridad de la Iglesia, es decir, el Colegio episcopal junto con su Cabeza el Romano Pontífice, y nunca sin él. Por tanto, el ministerio del Sucesor de Pedro pertenece a la esencia de cada Iglesia particular « desde dentro ». Además, la comunión de todas las Iglesias particulares en la única Iglesia católica y, por tanto, la comunión jerárquica ordenada de todos los Obispos, sucesores de los Apóstoles, con el Sucesor de Pedro, son garantía de la unidad de la fe y de la vida de todos los católicos. Para la unidad de la Iglesia en cada nación es indispensable, pues, que cada Obispo esté en comunión con los otros Obispos, y que todos estén en comunión visible y concreta con el Papa”. [6]
La Iglesia en China y la manifestación y forma de la puesta en acto de la comunión universal
El nombramiento de obispos por parte del Pontífice es la manifestación de la comunión etre la Iglesia particular y la Iglesia universal. El Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la Iglesia dice en relación al nombramiento del obispo local: “La misión canónica de los Obispos puede hacerse por las legítimas costumbres que no hayan sido revocadas por la potestad suprema y universal de la Iglesia, o por leyes dictadas o reconocidas por la misma autoridad, o directamente por el mismo sucesor de Pedro; y ningún Obispo puede ser elevado a tal oficio contra la voluntad de éste, o sea cuando él niega la comunión apostólica”. [7]
En otras palabras, la Iglesia particular no tiene la autoridad para elegir y nombrar a su propio obispo, sino que solo el permiso y el nombramiento del Pntífice vuelven al candidato pastor de la Iglesia particular. [8] De aquí se deduce que la conferencia episcopal de un lugar, separada del Pontífice, no tiene la autoridad de constituir y de nombrar un obispo local; la misma puede solamente, con el permiso del Sumo Pontífice, ejercer el magisterio y la autoridad en comunión con la Iglesia universal. [9] Un gobierno secular, con mayor razón, no tiene el poder de nombrar a un obispo local, porque
"Puesto que el ministerio de los Obispos fue instituido por Cristo Señor y se ordena a un fin espiritual y sobrenatural, el sagrado Concilio Ecuménico declara que el derecho de nombrar y crear a los Obispos es propio, peculiar y de por sí exclusivo de la autoridad competente. Por lo cual, para defender como conviene la libertad de la Iglesia y para promover mejor y más expeditamente el bien de los fieles, desea el sagrado Concilio que en lo sucesivo no se conceda más a las autoridades civiles ni derechos, ni privilegios de elección, nombramiento, presentación o designación para el ministerio episcopal". [10]
Los principios descritos anteriormente son usados adecuadamente por la Santa Sede para tratar los problemas de la Iglesia en China. El Papa Benedicto XVI en su Carta a los católicos chinos ha expresado claramente que "algunas entidades deseadas por el Estado y que son ajenos a la estructura de la Iglesia, que pretenden colocarse por encima de los Obispos y guiar la vida de la comunidad eclesial no se corresponde con la doctrina católica. De acuerdo con la doctrina de la Iglesia, la Iglesia es apostólica, como también reiteró el Concilio Vaticano II. La Iglesia es apostólica en su origen, siendo edificada sobre "el fundamento de los apóstoles" (Ef 2:20); por su enseñanza, que es la misma de los Apóstoles; por su estructura, como se enseña, santificada y dirigida hasta que Cristo regrese por los Apóstoles a través de sus sucesores, los obispos, en comunión con el sucesor de Pedro".
Incluso "la aplicación del principio de la independencia, la autonomía, la autogestión y administración democrática de la Iglesia es incompatible con la doctrina católica". [11] Por lo tanto, la Iglesia en China en la aplicación de la comunión con la Iglesia universal y la uniformidad con otras iglesias debe obedecer a la autoridad suprema del Romano Pontífice, tanto para la enseñanza y para la administración. Dado que en China hay gente que duda que le corresponde al Sumo Pontífice elegir y nombrar a los obispos chinos, el nombramiento de los Obispos se convierta en un problema crucial en las relaciones entre las dos partes. La Santa Sede insiste en que el nombramiento de los obispos es la garantía de la unidad y la comunión de la Iglesia. En el nombramiento de un obispo ejerce la autoridad suprema del Papa, pero tal autoridad no tiene la intención de interferir en los asuntos políticos internos del Estado, a pesar que la Santa Sede es consciente de la preocupación del gobierno chino sobre la posibilidad de ejercer alguna influencia en la sociedad. Por esta razón, la Santa Sede, a la necesidad de elegir y designar a sus candidatos para la Iglesia Episcopal en China, continúa promoviendo el diálogo y, sin violar los principios de la fe católica y la comunión eclesial, tratando de llegar a un entendimiento común con las autoridades chinas, ya que esto no contradice los principios fundamentales de la Iglesia. [12]
En este sentido, el nombramiento de los obispos, el Código de Derecho Canónico en el canon 377 establece:
§ 1. El Sumo Pontífice nombra libremente a los Obispos o confirma los que han sido elegidos legítimamente.
§ 2. Por lo menos cada tres años, los Obispos de una provincia eclesiástica o, cuando las circunstancias lo requieran, las Conferencias Episcopales, a través de una consulta conjunta y secreto, compilar una lista de sacerdotes, incluso los miembros de institutos de vida consagrada, que son idóneos para el episcopado , y lo remitirá a la Sede Apostólica, sin perjuicio del derecho de cada obispo de presentar individualmente a la Sede Apostólica los nombres de los sacerdotes que juzga dignos y adecuados para la función episcopal.
§ 3. A menos que no se haya establecido legítimamente de otro modo, cada vez que se necesita ser nombrado un Obispo diocesano o un Obispo coadjutor, para proponer el llamado triplete a la Sede Apostólica, compete al Legado papal buscar de forma individual y lo comunica a la Sede Apostólica, junto con su voto, los que sugiere el Metropolitano y el Sufragáneo de la provincia, a la que pertenece la diócesis a la que debe preverse o a la cual se agrega, y también el presidente de la Conferencia Episcopal; el Legado papal también escuchará algunos del colegio de consultores y del cabildo de la catedral y, cuando se considere oportuno, también buscar de forma individual y en secreto la opinión de los demás, del clero diocesano y religioso, así como distinguidos laicos por la sabiduría.
§ 4. Si no se ha proporcionado legalmente de otro modo, el obispo diocesano que considere que se debe dar un auxiliar a su diócesis propone a la Sede Apostólica una lista de al menos tres sacerdotes idóneos para esta función.
§ 5. Para el futuro no se concederá a las autoridades civiles los derechos y privilegios de elección, nombramiento, presentación o designación de los Obispos.
En el Código de Derecho Canónico están claras las condiciones para el nombramiento de los obispos: el nombramiento de los obispos para el Papa es una tarea puramente eclesial. Esta autoridad y el poder están reservados a la misma Iglesia, que no rinde a las autoridades estatales el poder de selección, designación, presentación o la propuesta del candidato episcopal. La forma que el Papa usa para nombrar a un obispo local es generalmente de dos tipos: el primero, el Papa nombra obispo libremente en persona; el segundo, el Papa aprueba el obispo que ha sido elegido de acuerdo con las exigencias de la ley. Aquí, por supuesto, por la ley, destacando las disposiciones del Código de Derecho Canónico y demás disposiciones dictadas por la autoridad eclesiástica competente. [13] Si, sin observar las leyes necesarias, se decide candidatos episcopales, a continuación, el Papa después siguiendo su criterio de juicio nombra al obispo, sin ningún tipo de limitación de cualquier fuerza religiosa y secular. Cuando el Pontífice nombra libremente a un obispo, sondea primero las opiniones de los miembros de la Iglesia, y teniendo en cuenta la lista de candidatos propuestos, decide lo que considere más adecuado. Entre los encuestados están miembros de la Iglesia, los obispos de las diócesis vecinas que pertenecen a la misma región eclesiástica, otros obispos miembros de la Conferencia Episcopal de ese país, o el obispo emérito actual de la propia Diócesis y el representante papal. Estos deben ir personalmente al sitio para recoger las opiniones de los miembros de la Iglesia local y, después de la investigación, se extiende la lista de candidatos propuestos y lo presentará a la Santa Sede. La lista de candidatos episcopales incluye el nombre del candidato que se considere más apropiado, el nombre del candidato considerado apto por el arzobispo y los obispos de la región eclesiástica y el nombre del candidato considerado aceptable por la Conferencia Episcopal del país. Además, el Código establece que el representante papal debe escuchar la opinión de los consultores diocesanos y de los canónigos de la catedral, y si se piensa que es útil, también consultar en secreto otros miembros del clero que trabajan en la diócesis e incluso laicos que se demuestran particularmente sabios.
Lo anterior resume los grandes principios que deben observarse comúnmente en la selección y nombramiento de los obispos en la Iglesia Católica. En la práctica, se puede elegir la forma más adecuada a las situaciones locales, que no viole los principios de la fe o de la comunión eclesial, por ejemplo, el llamado "modelo vietnamita", de acuerdo con la Santa Sede, después de una seria consideración de las condiciones específicas de la Iglesia en Vietnam. La Santa Sede, en el trato con el Gobierno chino para la selección de los obispos en la Iglesia en China, sólo quiere que no violen los principios identificados anteriormente: la Santa Sede tiene la autoridad para determinar las modalidades más apropiadas para el nombramiento de los obispos China, sin sufrir ningún tipo de censura. Para el nombramiento de obispos en China, el Papa tiene la autoridad específica para considerar las condiciones especiales de la Iglesia en el país y establecer leyes especiales, pero que no violen los principios de la fe y no destruir la comunión eclesial.
La Iglesia en China todavía no tiene una Conferencia Episcopal reconocida por la Santa Sede. Si en el futuro la Conferencia Episcopal, gracias a su completa adaptación a las exigencias fundamentales de la Iglesia, es reconocida por la Santa Sede y se convirtió en legal, la Conferencia y los obispos que pertenecen tendrían la autoridad y el deber de proponer al Pontífice los candidatos episcopales que creen adecuado: esto sería en total acuerdo con la fe tradicional de la Iglesia y no destruir la comunión eclesial. Si el acuerdo entre la Santa Sede y Beijing incluye la posibilidad de que la Conferencia Episcopal, una vez reconocida por la Santa Sede, proponga los candidatos episcopales para la Iglesia en China, no hay que pensar que la Iglesia haya sacrificado su comunión universal y que el Papa haya renunciado a su autoridad para gobernar la Iglesia en china. Por supuesto, la Conferencia de Obispos de China, una vez establecida y reconocida, y los miembros de la región eclesiástica sólo tendrían la facultad de proponer candidatos, ya que la autoridad decisiva está reservada al Sumo Pontífice; la Santa Sede tiene el poder de elegir el candidato más adecuado, ya que también tiene el poder de rechazar al candidato propuesto por la Conferencia Episcopal y sus miembros, iniciando una nueva consulta.
La Conferencia Episcopal de China
La Conferencia Episcopal de un lugar determinado tiene la facultad de proponer los candidatos episcopales. Pero en la Iglesia en la China continental por razones conocidas por todos "hay pastores que, bajo la presión de las circunstancias particulares han consentido recibir la ordenación episcopal sin el mandato pontificio, pero después han solicitado ser recibidos en comunión con el sucesor de Pedro y con sus otros hermanos en el episcopado. El Papa, teniendo en cuenta la sinceridad de sus sentimientos y la complejidad de la situación, y teniendo en cuenta la opinión de los obispos vecinos, en virtud de su responsabilidad como Pastor universal de la Iglesia, les ha concedido el pleno y legítimo ejercicio de la jurisdicción episcopal" [14 ] Esta iniciativa del Papa nacía del conocimiento de las circunstancias particulares de su ordenación y de su profunda preocupación pastoral para favorecer el restablecimiento de la plena comunión.
"No faltan también - pero en un número muy pequeño - obispos que fueron ordenados sin el mandato pontificio y que no han solicitado o aún no han obtenido, la legitimación necesaria. De acuerdo con la doctrina de la Iglesia Católica, han de considerarse ilegítimos, pero válidamente ordenado, cuando existe la certeza de que han recibido la ordenación de obispos válidamente ordenados y fue respetado el rito católico de la ordenación episcopal".[15]
En China continental, además, también hay obispos que pertenecen a la Iglesia subterránea, que no son reconocidas por el gobierno chino, e incluso son obligados a vivir en la detención o arresto domiciliario, incapaces de ejercer el ministerio episcopal. Por esta razón, en la actualidad en China continental hay una Conferencia Episcopal reconocido por la Santa Sede, "porque no son parte de los Obispos ilegales", aquellos no reconocidos por el Gobierno, que están en comunión con el Papa. Por el contrario, incluye obispos que siguen siendo ilegítimos, y se rigen por las leyes que contienen elementos incompatibles con la doctrina católica". [16] En consecuencia, en el futuro, la Conferencia de Obispos debe incluir no sólo a todos los obispos legítimos de la Iglesia oficial, sino también a los obispos de la Iglesia subterránea para formar juntos una sola Conferencia Episcopal chinos. Los obispos del continente que aún no se han legitimado deben, a raíz de las condiciones necesarias para un obispo legítimo, ser reconocidos por la Santa Sede. El Pontífice espera fervientemente que "estos obispos lleguen a una plena comunión con el Sucesor de Pedro y con todo el episcopado católico y así conducir a la Iglesia católica en China a una gran riqueza espiritual".
Roma debe incluir en el diálogo también la causa de los obispos de la Iglesia subterránea, de modo que el gobierno chino los reconozca oficialmente, haciendo todo lo posible para obtener y asegurar su autoridad legítima. A algunos les preocupa que las negociaciones entre China y el Vaticano hayan dado como resultado el abandono de los obispos no oficiales, que pasa a segundo lugar los principios de la fe de la Iglesia y de la comunión eclesial: esta preocupación está justificada. El diálogo que la Santa Sede está desarrollando con el gobierno chino desde hace más de diez años y que tiene la intención de seguir objetivos ciertamente de no sacrificar los principios de la fe y de la comunión eclesial, pero, a través de estos intercambios y negociaciones, dejar claros al gobierno chino los principios de la fe de la Iglesia y el verdadero significado de la comunión eclesial, de modo que las autoridades chinas no continúen apreciando dudas y tomar medidas administrativas indebidas contra la Iglesia, asegurando así su fe y la unidad. Si la Santa Sede tenía la intención de abandonar los principios de la fe y de la comunión eclesial, no tendría necesidad de dialogar o negociar con las autoridades chinas. Los esfuerzos persistentes de la Iglesia en el diálogo demuestra el hecho de que sigue estando preocupada por esas instancias.
Otras personas temen que el diálogo entre la Santa Sede y Beijing sacrifiquen los derechos legítimos de la Iglesia no oficial. Por ejemplo, hay quienes se preocupan de que en las negociaciones, Roma olvida a los obispos clandestinos que están en prisión. Esta preocupación puede mostrar una falta de confianza en el amor que la Santa Sede tiene para la Iglesia en China. Tal juicio sería una afrenta a la Santa Sede y los encargados del diálogo, una sentencia que no debe salir del corazón de nosotros los católicos. El sacrificio de la Iglesia no oficial para mantener la fidelidad a la Iglesia es bien conocido y apreciado por todos. La Iglesia universal entera está preocupado por los esfuerzos de los medios de subsistencia en crisis por parte de la Iglesia oficial y por todos los medios trata de ayudarla. El diálogo entre la Santa Sede y Beijing busca específicamente resolver estas condiciones anormales de la vida de la Iglesia oficial, por lo que sus miembros puedan llevar a cabo lo más pronto la vida religiosa protegida por la ley. El Papa Emérito Benedicto XVI en su Carta a los católicos chinos, desde el principio, destaca su gran preocupación por los hermanos y hermanas de la Iglesia en China y asegura su oración diaria por la Iglesia. [17] Francisco en su capilla privada venera a la "Virgen de She Shan" y reza cada mañana por la Iglesia en China. [18] Nosotros, en todo no tenemos que dudar que el Papa pueda olvidar a nuestros hermanos y hermanas de la Iglesia oficial.
El diálogo y las negociaciones entre la Santa Sede y China tienen un proceso a largo plazo. el conocimiento mutuo de las dos partes, el entendimiento mutuo y la confianza, la comprensión común requiere tiempo y no podemos esperar que los problemas acumulados durante décadas puedan ser resueltos todos a la vez. Tenemos que darle tiempo y paciencia: el viaje de mil millas comienza con el primer paso. Cuando ambas partes están empezando a confiar en el otro, no tenemos ninguna razón para darle espacio a los pronósticos pesimistas sobre su diálogo y predecir el final. Tenemos que esperar con optimismo que el diálogo de resultados positivos y esto a causa de nuestra fe: creemos que no es malo, sino el bien de la última fuerza que gobierna el mundo. La Iglesia católica considera que las autoridades chinas y sus amigos están en la búsqueda de valores universales buenos, la justicia y "relaciones que promueven la amistad, compartiendo la alegría de corazón, unidad y ayuda mutua" . [19] Acompañamos con la oración las negociaciones entre la Santa Sede y Beijing para llegar pronto en silencio hasta la meta a que las dos partes están destinadas. El acuerdo debe ser un triunfo para ambos, no reducirse a un juego sin ningún resultado.
Conclusiones
No hay necesidad de ocultar que algunas personas aún conservan graves malentendidos acerca del mecanismo de la comunión de la Iglesia Católica. Esta es la razón por la cual Iglesia sigue reiterando su "esperanza de que la Santa Sede y los obispos de China puedan desarrollar el respeto mutuo y el diálogo sincero para que podamos resolver estos problemas", como también "la esperanza de que se llegará a un acuerdo con el Gobierno para resolver los nudos respecto a la selección de los candidatos al episcopado, la publicación del nombramiento de los obispos y el reconocimiento, para fines civiles, del nuevo obispo por las autoridades locales". [20] Recientemente, la Santa Sede y el gobierno chino han reanudado el diálogo, muchos tienen expectativas optimistas acerca de las relaciones diplomáticas entre China y el Vaticano con la esperanza de que el diálogo entre las dos partes traigan una mejora en las condiciones de vida de la Iglesia en China . Nos dimos cuenta de que muchos hermanos y hermanas de la Iglesia no oficial apoyan el diálogo entre la Santa Sede y Beijing "no considerando el acuerdo una vez alcanzado entre la Santa Sede y el Gobierno de la República Popular de China como un compromiso político o incluso como sumisión" pero teniendo en cuenta la normalización de las relaciones entre China y el Vaticano como "una gran orientación" que "es una ventaja para la nación china y también la Iglesia Católica"; "Se trata de un evento festivo para los católicos de la gran China", "beneficiosa para los católicos del continente para poder tener una vida religiosa normal"; "La Iglesia subterránea, naturalmente, disfrutará de una mayor libertad religiosa", por lo que "vamos a obedecer cualquier decisión que el Santo Padre tome en las relaciones entre China y el Vaticano". [21] Esperamos que estas bellas esperanzas de la Iglesia no oficial en China pronto puedan hacerse realidad.
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[1] Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, nn. 7.11.
[2] Benedicto XVI, Lettera ai vescovi, sacerdoti, persone consacrate e fedeli laici della Chiesa Cattolica nella Repubblica popolare cinese, 2007, n. 4.
[3] Id., n. 7.
[4] Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, n. 19.
[5] Id., n. 23.
[6] Benedicto XVI, Lettera, n. 5.
[7] Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, n. 24.
[8] Id., Christus Dominus, nn. 4.18.
[9] Id., Lumen Gentium, n. 21.
[10] Id., Christus Dominus, n. 20.
[11] Benedicto XVI, Lettera, n. 7.
[12] Id., n. 9.
[13] Lumen Gentium, n. 24.
[14] Benedicto XVI, Lettera, n. 8.
[15] Ibid.
[16] Ibid.
[17] Benedicto XVI, Lettera, n. 1.
[18] Sito de la Radio Vaticana, febrero 26, 2016.
[19] Benedicto XVI, Lettera, n. 4.
[20] Benedicto XVI, Lettera, nn. 3.9.12.
[21]VATICAN INSIDER, enero 28, 2016.
CARDENAL JOSEPH ZEN
Un pedido doloroso
Después de tres semanas (11 de junio-2 de julio) de terrible batalla contra el ataque de un virus que se llama “mycoplasma pneumoniae” volví a mi casa religiosa para una larga convalecencia. Pero aquí se me comunica que fui objeto de otro ataque de otro género, sobre las páginas prestigiosas de “La Stampa”, de mi “amigo” Gianni Valente.
Mi condición de salud me podría dispensar del ser involucrado en otra batalla, pero la verdad tiene sus derechos y no puedo desertar a mi deber de ofrecer algunos esclarecimientos.
1. Mi llamada en acción
Ante todo el “status quaestionis”. Se trata de una breve llamada que hice desde mi blog a mis hermanos de china continental. Valente ha encontrado finalmente el cuerpo del delito y grita al escándalo, sin esconder una cierta complacencia.
El título de mi apelación se traduce: "Hermanos y hermanas, honremos!" No critico el traductor de mi chino. No sabría cómo traducir exactamente mi chino. Es difícil (¡es chino!).¿
Las palabras usadas por mí son “literalmente, “¡Contengamos la respiración! Aquí la “respiración corresponde justamente al “fiatare” (“respirar” y específicamente se trata de la última “respiración”, la última palabra. Poder tomar un respiro es signo de dignidad, mientras es una gran vergüenza tener que contener la respiración y estar callado, porque uno se encuentra de la parte de la equivocación.
Pero la ironía quiere en nuestro caso que la última palabra sea sólo un rotundo silencio. En este caso, el contenido real de mi llamado sería: "Retirémonos en silencio con dignidad".
No es una llamada a batallar como quiere Valente. “…¡Ignórenlo! ¡No lo tomen en consideración” ¡Disóciense!” No. en lugar de una orden de retirada es una invitación a la calma, a aceptar la derrota, sin darse a reacciones insensatas. (¡No hagamos a nuestros enemigos los cuales dicen que de papistas nos convertiremos en apóstatas!).
2. ¿Cuál derrota? Orden de cambiar de ruta
¿Pero de qué derrota se trata? Se sabe que en China el régimen ateo siempre quiso controlar totalmente a las religiones. Hasta ahora grupos consistentes de católicos, tanto en la clandestinidad como en la oficialidad, con grandes sacrificios permanecen fieles a la Iglesia fundada por Jesús sobre Pedro y sobre los Apóstoles. Pero hoy se presenta a ellos el espectro de una declaración proveniente justamente de la autoridad de la Iglesia que dice a ellos que deben cambiar ruta. Aquello que se había declarado contrario a la doctrina y a la disciplina de la Iglesia se volverá legítimo y normal, todos se deberán someter al Gobierno que dirige la Iglesia, todos deberán obedecer a los obispos que hasta hoy eran ilegítimos y hasta ex-comulgados. Entonces, ¿se han equivocado por decenios estos pobres “confrontacionistas”?
He aquí, mi llamada es para preparar los ánimos a tal eventualidad, la cual una vez parecía imposible, ahora se nos presenta como muy probable. ¿Cómo hacerlo? Aceptar volver, como dice Valente, a la condición de catacumba. Condición de catacumba no es condición ordinaria. Pero cuando el ordinario es ilegítimo y lo legítimo no está permitido, no hay otra elección que tener encerrado al legítimo en una condición no ordinaria.
Gianni Valente menciona una “pax sino-vaticana”, esto me hace pensar en la famosa “Pax Romana”, una paz construida y mantenida con el fuego y hierro, cuyo símbolo es el triunfal retorno de las tropas conquistadoras llevándose detrás a miles de esclavos.
Por lo tanto, el mío es un pedido lleno de tristeza y de dolor. Aquí podría terminar mi discurso, pidiendo a Valente que tenga misericordia de nosotros, de respetar al menos nuestro dolor y dejarnos llorar en paz en el silencio.
(Me recuerdo de una expresión aparecida ya hace mucho tiempo atrás en un sitio Internet católico en China: “Desde hace tantos años nuestros enemigos no lograron matarnos. Ahora nos toca morir por mano de nuestro Padre. Está bien, vayamos a morir”). (No habéis jamás notado que el niño, también cuando recibe una azotaina por la mamá, no escapa, sino que se aferra a la pierna de la mamá, quizás llorando y gritando. No tiene dónde ir lejos de su mamá).
3. Aceptación del acuerdo y objeción de conciencia Fidelidad al Papa no obstante el Papa
Estoy seguro que Valente no me dejará en paz tan fácilmente. Dirá: “¿Y su perentoria prohibición de entrar en la Asociación patriótica?”.
Mi primera afirmación es: “No es necesario seguir (aquel acuerdo hasta el fondo)”. Sí, en nuestra aceptación a las disposiciones de Roma, hay un límite, el límite de la conciencia. No podemos seguir aquel eventual acuerdo en aquello que la conciencia aparece como claramente contrario a la auténtica fe católica. El Papa Francisco a menudo defendió el derecho a la objeción; él luego, un jesuita que confía también las cosas más delicadas al discernimiento personal, no negará a sus hijos este derecho.
Este límite de nuestra aceptación la hace aún más dolorosa. Será para mí una verdadera laceración del corazón, entre el instinto salesiano de devoción al Papa (sí, devoción así la llamamos; las tres devociones: al Santísimo Sacramento, a la Virgen y al Papa) y la imposibilidad de seguirlo hasta el fondo en el caso, por ejemplo, que alentase a abrazar a la Asociación Patriótica y entrar en una Iglesia totalmente al servicio de un Gobierno ateo.
Deberemos rechazar hacer aquel paso justamente porque éste está formalmente en contradicción con la autoridad de Pedro. Sí, en el caso contemplado (y en este momento esperamos todavía fuertemente que no se verifique), nosotros queremos ser fieles al Papa (al Papado, a la autoridad del Vicario de Cristo) no obstante el Papa. Si Gianni Valente se escandaliza, quiere decir que él ignora la historia de la Iglesia.
En la parte final de su artículo, Valente habla de la “comunión real con el Obispo de Roma”. Confiamos al Juez eterno que juzgue si la verdadera comunión real con el Papa sea la nuestra o la de aquellos que hoy gritan fuertemente (como, por ejemplo, alguno entrevistado por L´Eglise d´Asie): “¡Arriba, listos, todos, a obedecer al Papa, cualquier cosa él decida!” (obviamente este tal tiene una gran esperanza que el Papa confirmará el estado actual anómalo, en el cual éste podrá continuar gozando de sus ventajas adquiridas).
4. No entrar en la asociación patriótíca. Enseñanza con autoridad de los papas
Valente instará: “Está en su pedido la prohibición perentoria de entrar en la Asociación patriótica”. Sí, dije: “Absolutamente no se debe entrar en la Asociación Patriótica”. Pero esto no lo dije de mi autoridad. Es la autoridad del Papa Benedicto, confirmada por el Papa Francisco que dijo que la carta del Papa Benedicto es todavía plenamente válida y debe ser leída por todos.
Yo dije: “Según la Carta del Papa Benedicto, el principio de una Iglesia independiente, esto es, el modo de dejar al Gobierno gestionar a la Iglesia, no se armoniza con nuestra fe”. Valente tendría razón de decir que no es una exacta citación, pero niego que sea “no coincidente con el texto original”. Cualquiera que conoce la realidad de la Iglesia en China, encontrará que la expresión “el Estado gestiona a la Iglesia” es una exacta síntesis de los que el Papa Benedicto describe en su Carta con otras palabras:
“(Capítulo VII, Parágrafo I): … La dolorosa situación de fuertes contrastes que ve involucrados fieles y pastores pone en evidencia, entre las varias causas, el rol significativo desarrollado por organismos que fueron impuestos como principales responsables de la vida de la comunidad católica. Aún hoy, de hecho, el reconocimiento por parte de estos organismos es el criterio para declarar a una comunidad, una persona o un lugar religioso, legales y por lo tanto oficiales”.
(Parágrafo V): … Resulta evidente que la pretensión de algunos organismos, deseados por el Estado y extraños a la estructura de la Iglesia, de ponerse sobre los obispos mismos y de guiar la vida de la comunidad eclesiástica no corresponde a la doctrina católica.
(Parágrafo VI): …La declarada finalidad de los susodichos organismos de actuar “los principios de independencia y autonomía, autogestión y administración democrática de la Iglesia” es inconciliable con la doctrina católica. (El nombre de la Asociación Patriótica está expresamente mencionado en la Nota).
(Capítulo VIII, Parágrafo II): …Personas “no ordenadas” y a veces también no bautizadas controlan y toman decisiones sobre importantes cuestiones eclesiásticas, incluidos los nombramientos de obispos en nombre de organismos estatales. Como consecuencia, se asiste a una humillación de los ministerios petrinos y episcopal…”.
El gobierno dice que la Iglesia “oficial” está gobernada por “una Asociación y una Conferencia” (la Asociación Patriótica y la Conferencia episcopal), pero quien conduce este organismo “dos-en-uno” es el Gobierno en la persona del oficial de la S.A.R.A. (Agencia Estatal de Asuntos Religiosos), que preside sus reuniones. “El gobierno ni siquiera siente la necesidad de enmascarar esta realidad, ostentando fotografías donde el director de la SARA dirige las reuniones, mientras que el presidente de la Asociación patriótica y el presidente de la Conferencia episcopal están a su derecha y a su izquierda, con la cabeza baja, recibiendo sus instrucciones).
Luego, la autoridad suprema, de aquella Iglesia reside en la Asamblea de los Representantes de los católicos Chinos que se reúne cada cinco años. Pero esta Asamblea era siempre presidida por el señor Liu Bai Nian estando en la mesa de la presidencia los presidentes y vice-presidentes de la Asociación y de la Confederación que serían “elegidos” durante la Asamblea. Liu Bai Nian fue declarado, en la última Asamblea, presidente honorario, o sea ya jubilado, pero en realidad trabaja todavía en modo pleno y va del norte al sur de China constantemente. Veremos quién presidirá la próxima Asamblea.
Yo pienso que logré probar suficientemente que lo que digo coincide perfecta