El misionero español Ponç Capell denuncia que Venezuela no permite atención religiosa en prisiones
El misionero mercedario en Venezuela Ponç Capell ha reconocido las dificultades que tienen para llevar a cabo su carisma con los privados de libertad, pues el Gobierno de Maduro no permite ni a capellanes ni a voluntarios ofrecer asistencia religiosa o social en las cárceles del país, señala la revista de la diócesis de Madrid Alfa y Omega.
Capell ha hecho estas declaraciones en una entrevista que concedió a la Oficina de Medios de Comunicación Social del obispado de Lleida, donde se encuentra de paso. “La relación entre la Iglesia y el Gobierno dificulta la realización de nuestro carisma. De hecho, la ministra encargada de las prisiones no deja que entre la Iglesia católica, pero no solo ella, sino cualquier tipo de voluntario”, reconoce.
Así, la labor de la comunidad mercedaria se centra en estos momentos en la formación de voluntariado y de los seminaristas para que estén preparados cuando se den las circunstancias de volver a las prisiones. Además, regentan colegios y parroquias. En los primeros trabajan sobre todo la prevención en lugares de riesgo, de modo que los jóvenes no caigan en la droga o el alcohol, que luego les lleva a la cárcel. “Les ofrecemos valores cristianos, de libertad, de trabajo, de futuro, de responsabilidad, de paz…”, explica Capell. A través de las parroquias están en distintos lugares del país como Caracas, Maracaibo o San Juan de los Morros.
Sobre la situación actual que vive el país, señala que las dificultades tan básicas –alimento, medicinas…– han parado gran parte de las iniciativas pastorales que se hacían hasta el momento, pues no hay dinero ni capacidad para reunir a los grupos. “Estamos en un tiempo de supervivencia y nuestra tarea es la de acompañar a un pueblo que sufre y ofrecerle esperanza”, añade. Y ahonda en esta segunda cuestión: “Queremos contribuir a que el pueblo de Venezuela no pierda la esperanza de la libertad, ahora que se encuentra sometido por un Gobierno que tiene apariencia democrática pero cuyas características nos trasladan otros sistemas”. Y lo dice porque en el país “no se pueden reclamar los derechos, expresar los sentimientos ni participar en el dinamismo político”.
El misionero catalán ve dos caminos para que la situación cambie: uno es el agravamiento de la crisis, que lleve al país a tocar fondo, desde donde “surja una nueva manera de conducir Venezuela”, y dos, que la gente ya está perdiendo el miedo y buscando formas y estrategias para hacerse oír.