Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Madaya, la ciudad asediada en Siria, es rehén de terroristas, asegura el Patriarca católico melquita

AsiaNews

Convoy conjunto de la Cruz Roja, la Media Luna Roja y Naciones Unidas que intenta llegar a Madaya
Convoy conjunto de la Cruz Roja, la Media Luna Roja y Naciones Unidas que intenta llegar a Madaya
Madaya es una ciudad siria que ha sido “tomada como rehén por personas que viven allí”, por bandas armadas y grupos terroristas, además de por miembros de Daesh [acrónimo árabe de estado Islámico, EI], que utilizan a los civiles “como escudos humanos”. Así lo explica a la agencia AsiaNews el Patriarca católico grecomelquita Gregorio III Laham, quien precisa que en la ciudad siria, disputada entre el gobierno y los rebeldes, viven “20.000 y no 40.000 habitantes, como fue escrito en los últimos días en los medios”.

“Nosotros como Iglesia tenemos acceso a esta ciudad –agrega-, pero sabemos que enviar ayuda es arriesgado, porque a menudo termina, como ya ha sucedido en otros lugares, en manos de bandas criminales y de grupos terroristas”.

Al día de hoy, en Siria hay casi 4,5 millones de personas que viven en áreas disputadas y de difícil acceso para las agencias humanitarias, de ellas al menos 400.000 personas viven en 15 localidades diversas que están siendo asediadas, y que viven en condiciones de extrema necesidad y sin posibilidad alguna de recibir ayuda.

Entre éstas figura Madaya, a 25 km al noroeste de Damasco y a tan sólo 11 km de la frontera con el Líbano; desde julio pasado la zona está siendo asediada por las fuerzas del gobierno, apoyadas por aliados chiitas libaneses de Hezbollah.

Si bien no hay cifras actualizadas sobre el número de víctimas, fuentes de Médicos sin Fronteras (MSF) refieren que desde el primero de diciembre pasado habrían muerto de hambre al menos 23 personas.

Funcionarios de las Naciones Unidas hablan de testimonios creíbles que hablan de personas que murieron de hambre, y de otras que fueron asesinadas mientras trataban de huir del área.

Tras una larga espera una caravana cargada con alimentos partió rumbo a Madaya llevando comida y provisiones para aliviar el hambre de esos 20.000 habitantes durante por lo menos un mes.

Desde el mes de octubre pasado que la población no recibe ayuda, y los precios de los artículos alimenticios, que ya son imposibles de encontrar, se han ido por las nubes, con un litro de leche siendo vendido en el mercado negro a 200 dólares. En los próximos días, asimismo, deberían llegar a la ciudad medicamentos y otros artículos de primera necesidad que no son de índole alimentaria.

Entrevistado por AsiaNews, Gregorio III Laham, sirio, patriarca católico melquita de Antioquía y de todo Oriente [pastorea 1,6 millones de católicos de lengua árabe y rito griego, nota de ReL], afirma que en situaciones como la que atraviesa Madaya, es necesario prestar atención al envío de ayuda, porque “se corre el riesgo de que termine en manos de los terroristas, y no de la población”.

La situación de la ciudad es completamente similar a la que vivió la ciudad de Yarmouk, que en el pasado el Nuncio apostólico en Damasco definió como una “vergüenza” consumada en el silencio de la comunidad internacional.

“Si ingresan artículos alimentarios –explica su beatitud- el riesgo es que sean confiscados. El problema es complicado, aquí no se trata sólo del gobierno, que no quiere dejar entrar ayudas, sino que es un crimen que continúa en perjuicio de los más débiles. Es la guerra de los grandes que siembra siempre víctimas entre los más pequeños”.

El deseo, prosigue el patriarca, es que las ayudas que fueron enviadas hoy “lleguen a la población”. Tanto al gobierno como a la oposición “renovamos, como Iglesia, nuestro pedido de no olvidar al ser humano, a la vida, que debe ser tutelada y protegida”.

La esperanza es que la diplomacia internacional se mueva con celeridad, y que la resolución por la paz en Siria que fue votada en Nueva York “se encarne”, no obstante la crisis entre Irán y Arabia Saudita “complica la situación”.

En este contexto de guerra y violencia, concluye, “adquiere aún más valor todavía el Año de la Misericordia del Papa Francisco”, porque le recuerda a la gente que “no deje que se extinga el fuego de la esperanza, que se precisa rezar y trabajar juntos por la paz y la reconciliación”.
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