Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Revelaciones del abogado Chen Guangcheng, fugado de China

Siendo ciego logró escapar de militares saltando cinco muros: denuncia los abortos forzados en China

Chen Guangcheng empezó denunciando las mafias gubernamentales que explotan a minusválidos... y después, el horror del aborto forzado
Chen Guangcheng empezó denunciando las mafias gubernamentales que explotan a minusválidos... y después, el horror del aborto forzado

Leone Grotti / Tempi.it

Han pasado más de tres años desde que Chen Guangcheng hizo estallar una de las crisis diplomáticas más graves entre China y los Estados Unidos de los últimos veinte años. Fue e 22 de abril de 2012.

Cinco muros, 640 km, decenas de guardias
El abogado, segregado en casa injustamente por el régimen comunista, escapó saltando cinco muros, evitando las decenas de guardias que lo controlaban y alcanzando, tras una fuga de 17 horas y 640 kilómetros, la capital Pekín, donde se refugió en la embajada estadounidense.

Todo esto sin la ayuda de la vista, porque Chen es ciego.

¿Cómo lo consiguió? Esta es la única pregunta a la que no responde en su libro apenas publicado en América, The Barefoot Lawyer ("El abogado descalzo"). No habla de ello voluntariamente, para proteger a las personas que le han ayudado, a él y a su familia, a emigrar a los Estados Unidos, huyendo de la venganza del partido comunista chino.

4 años de cárcel por defender a los minusválidos
¿Qué había hecho Chen para merecer, a los ojos del régimen, más de cuatro años de cárcel y más de 19 meses de arresto domiciliario (ilegales), sin poder salir jamás, controlado 24 horas al día por siete telecámaras y centenares de personas que le han pegado hasta hacerle sangrar, le han robado y le han humillado varias veces?

Había defendido, como abogado autodidacta, los derechos de los minusválidos y había desvelado al mundo, con la ayuda del Washington Post, el drama de las esterilizaciones y de los abortos forzados en China al que eran sometidas todas las mujeres que generaban "ilegalmente" más de un hijo, salvo raras excepciones, como prevé la ley del hijo único introducida en 1979.

El régimen, que presume de haber impedido el nacimiento de cuatrocientos millones de niños, ha suavizado algo la ley recientemente, permitiendo en distintos casos tener dos hijos y favoreciendo las penas económicas en lugar de las torturas, que sin embargo aún se realizan.

Hillary Clinton, suave con la tiranía china
En su libro, Chen no ahorra críticas a Hillary Clinton, candidata a la Casa Blanca, acusándola de «haber cedido al gobierno que me ha torturado y detenido durante años». La entonces secretaria de Estado durante el primer mandato de Barack Obama tuvo un papel clave en las negociaciones con Pekín para permitir a Chen y a su familia abandonar China.

A pesar de que el partido comunista incumplió muchas de las promesas hechas durante los coloquios, Chen pudo partir hacia Estados Unidos con su mujer y sus dos hijos. Hoy, con 43 años, vive en Washington, desde donde ha concedido a Tempi.it esta entrevista.



-Señor Chen, usted se quedó ciego con cinco años a causa de una fiebre no curada en el caos de la Revolución Cultural. Cuenta que tuvo una infancia feliz pero difícil, porque sus compañeros se burlaban de usted. ¿Cuánto ha influido esto en lo que usted ha sido después?
-Ha influido mucho. Cuando era pequeño, a pesar de que no podía ir a la escuela como los otros niños de mi edad, mis padres me llevaban al aire libre cada día, en medio de la naturaleza, por lo que aprendí sus leyes, desarrollando la parte más positiva de mi personalidad. He estado poco influenciado por la vida mundana, por el comportamiento de la gente.

»Al mismo tiempo, he conocido el aspecto malvado del alma humana cuando mis amigos se burlaban de mí porque era ciego. La pureza de la naturaleza y la complejidad del alma humana han influido, cada una a su manera, sobre mi visión del mundo.

-Usted empezó a reivindicar sus derechos y el respeto de la ley desde muy joven, en su aldea de quinientos habitantes en Shandong. Su vocación se reveló temprano. ¿Qué le animó a ir por este camino?
-Cuando era pequeño, mi padre me contaba siempre historias y me leía novelas chinas de caballería. Esto sin duda hizo que desde el principio mi carácter se formara para usar la justicia y rechazar los sentimientos malvados. Consecuentemente, al crecer, cuando veía que se violaban los derechos y que la ley se pisoteaba, tenía una reacción espontánea.

»Es como cuando alguien te golpea: intentas inmediatamente esconderte o evitar los golpes. Promover la justicia y despreciar los abusos debería ser una responsabilidad de todos.


-Ha llevado adelante una batalla admirable en favor de los derechos de los minusválidos. ¿Hay un caso del que se haya ocupado que se le haya quedado grabado en la mente de manera especial?
-Me acuerdo muy bien de cada caso, sobre todo el de un vecino de casa que tenía sólo un año más que yo. Sufría de problemas mentales y vivía encerrado desde hacía ochos años en una pequeña habitación, donde comía y hacías sus necesidades.

»Según la ley estatal, quien no puede trabajar porque es minusválido y vive en el campo tiene derecho a no pagar los impuestos. Pero a pesar de que la ley había sido introducida hacía años, el partido comunista chino seguía pidiéndole dinero. Para poder pagar los impuestos del hijo el padre tenía que ir a trabajar a la ciudad. No sólo el gobierno no daba a estas personas ningún subsidio, ni asistencia, sino que cargaba a la familia con gastos más ingentes de lo debido, para que así se sintiera más discriminada.

»Cuando en 2001 un funcionario se presentó en su casa para pedirles que pagaran los impuestos, me enfrenté a él y luché mucho por ellos, hasta que se fueron sin los impuestos. Mis primeros casos empezaron por aquí: por la lucha en favor de esos minusválidos a los que el gobierno les seguía pidiendo, ilegalmente, los impuestos.

-Una vez un funcionario del gobierno le dijo: «Sabemos que los ciegos están exentos de pagar impuestos, pero nosotros no respetamos la ley. ¿Crees que podrás hacer algo para impedírnoslo?». ¿Por qué el partido comunista ve a los minusválidos como un peso para la sociedad?
-No sé porqué, pero el partido es muy pragmático y creo que considera a estas personas como no productivas. Y, por lo tanto, inútiles.

-¿Por qué empezó a ocuparse también de los abortos forzados?
-Porque estas cosas terribles les pasaron a mis vecinos, que me contaron sus historias y me pidieron que les ayudara, puesto que se fiaban de mí. Ante sus gritos y lágrimas no podía no hacer algo por ellos.

-Durante sus investigaciones descubrió a 130.000 mujeres esterilizadas y más de 520.000 personas perseguidas. En total, han sido esterilizados al menos 196 millones de personas entre hombres y mujeres en treinta años. ¿Cuáles son las consecuencias de esta política?
-El partido comunista, imponiendo los abortos forzados en China, ha hecho que la gente pierda lentamente la propia humanidad, renunciando totalmente al juicio sobre el valor de la vida humana. Ésta ya no vale por sí misma, sino que depende de la voluntad del partido comunista. El cual, sin embargo, no considera lo que quiere el pueblo chino.

-¿Cómo funciona la ley sobre el hijo único, hoy algo más permisiva?
-El partido comunista piensa que hay demasiadas personas en China; por consiguiente, el gobierno no permite que una familia tenga más de un hijo. Si una mujer se queda embarazada sin el permiso del partido, los empleados estatales la cogen por la fuerza y la obligan a firmar (con la huella digital) el documento que autoriza el aborto. Si la mujer se niega, el empleado le agarra la mano y con la fuerza la pone sobre el documento para la firma; después realiza el aborto sin su consentimiento.

»Si no encuentran a la mujer de día, contratan a delincuentes que la van a buscar por la noche y la obligan. Si la mujer se esconde, entonces cogen a sus familiares, amigos, vecinos de casa, etc., que son arrestados y encerrados en una especie de prisión, torturados cada día y obligados a pagar un impuesto, que llaman "para el estudio". Utilizan estos medios para obligar a las personas a revelar donde se esconde la mujer embarazada. De este modo, se obliga a las mujeres a abortar incluso si están en el noveno mes de embarazo.

»Cada vez que tenía que afrontar un caso de estos me dolía el corazón. Para saber más sobre las técnicas de la oficina de planificación familiar, basta consultar las historias recogidas en el sitio internet Boxun.com [donde se habla de mujeres públicamente humilladas y atadas en la calle, niños estrangulados inmediatamente después de nacer porque eran "ilegales", familiares de una mujer que no quería abortar pegados y torturados, a veces incluso despellejados vivos, ndr].

-En el libro escribe que el partido ha empezado muy pronto a odiarle «a muerte». Ha sido alternativamente amenazado y alabado, siempre con el fin de que abandonara todo. ¿Por qué no lo ha hecho?
-Es verdad, el gobierno ha intentado hacerme parar de muchas maneras. Los dirigentes locales me dijeron que si les hacía perder su puesto habrían matado primero a mi familia, después a mi hermano y su familia. Después, cuando han visto que no descendía a pactos, me prometieron beneficios: un piso, un coche, trabajo y, entre otras cosas, un montón de dinero. Pero el dinero no compra la justicia.

»El gobierno puede emitir todo el dinero que quiera y si emitiendo billetes puede seguir corrompiendo a la gente y llevando a cabo delitos, entonces esta sociedad se precipitará en la oscuridad más profunda de los abismos. Para mí la conciencia no tiene precio.

-Tras haber estado prisionero en casa durante 197 días, en 2006 fue condenado a cuatro años y tres meses de cárcel por haber «reunido una multitud para estorbar el tráfico». ¿Qué recuerda de la prisión?
-El gobierno no permitía a nadie de la cárcel que hablara conmigo. A quien lo hacía se le aumentaba la pena, por lo que todos lo evitaban. No podía recibir ningún tipo de noticia del exterior. Después el gobierno animó a los delincuentes, compañeros míos de celda, a pegarme.

»Al mismo tiempo, yendo contra la ley, impedían que mis familiares vinieran a verme y utilizaban modos criminales para tenerlos bajo custodia. Pero no quiero hablar mucho de la cárcel, porque es una realidad sólo de violencia; hay poco que decir, hace salir lo peor que hay en la naturaleza humana. Sin embargo, esta experiencia me ha servido para darme cuenta plenamente de los abusos que suceden también en la cárcel. Desde fuera no hubiera sabido de ellos.

-Sin embargo, la injusticia más grande la sufrió cuando salió de la prisión: tras haber cumplido su pena, fue segregado en casa durante otros 19 meses sin motivo. ¿Cuál fue el momento más difícil y cuál la privación más dura que ha tenido que soportar?
-Cuando salí de la cárcel, me segregaron en casa 24 horas al día, no podía salir ni hablar con nadie. Yendo contra la ley, el Partido Comunista reclutó a 70-80 personas para que entraran en mi casa sin previo aviso, robándome todo y pegándonos a todos, mis seres queridos y yo.

»Los momentos más duros han sido dos. El primero, cuando algunos hombres irrumpieron y pegaron a mi mujer después de haberle cubierto el rostro. El segundo, cuando impidieron a mi anciana madre que saliera de casa. Una vez la tiraron al suelo, haciendo que se golpeara la cabeza contra una puerta. En ese momento me sentí muy triste, no podía tolerar todo esto.

-Usted no quiere hablar de los detalles de su huida, pero sabemos que se rompió un tobillo escapando. ¿Qué pensó en ese momento, en el que el destino parecía ensañarse con usted?
-Tuve que saltar cinco muros. Al pasar por encima del quinto me fracturé tres huesos del pie derecho, sentí un dolor muy intenso y me descorazoné. Me pregunté por qué el destino me había dado esa oportunidad de escapar para hacer que luego tuviera una fractura tan grave. Así, mi huida se convertía en algo más difícil aún: sin el don de la vista, tenía que evitar a los guardias que estaban en la aldea y el camino que estaba más allá del muro presentaba otros obstáculos todavía más difíciles de superar. Pero más que ninguna otra cosa, yo quería irme y recuperar mi libertad.

-La embajadora estadounidense le acogió muy bien, según lo que usted escribe. Pero después añade que fue inmediatamente sometido a enormes presiones para que se fuera.
-Me acogieron muy bien, con el corazón, según los valores americanos, que yo siempre he apreciado muchísimo. Tienen toda mi gratitud. Pero cuando consultaron con la Casa Blanca empezaron a ejercer enorme presión sobre mí para que me fuera de la embajada: estaba estropeando sus relaciones con el partido comunista.

-¿Siguen persiguiendo a su familia en China?
Sí; mi sobrino Chen Kegui fue encarcelado y sigue aún allí. Nada de lo que el Partido Comunista Chino me prometió se ha mantenido.



Chen Guangcheng y su esposa Weijing cuando llegaron a Nueva York

-¿Cómo de importante ha sido su mujer para enfrentarse a todo lo que ha pasado?
-Weijing es la luz de mis ojos y mi apoyo. La conocí a través de la radio. Sin ella difícilmente yo estaría hoy aquí.

-¿Cómo se encuentra en Washington?
-Bien, mi familia y yo somos finalmente libres. He empezado a estudiar inglés.

-¿Es difícil permanecer lejos de China?
-Ciertamente me gustaría volver, pero es más importante la libertad de moverme. Cuando estaba en China estaba aislado, no podía salir de casa y no podía hablar con nadie. Paradójicamente, antes estaba más distante de mis conciudadanos, de mis amigos y de mis familiares de lo que estoy ahora: de hecho, ahora puedo contactarlos con libertad y frecuentemente.

-En estos tres años, ¿ha conseguido luchar por China desde los Estados Unidos?
-Sí. En la época de internet, con toda la información existente, la distancia no es un gran problema. De hecho, donde tú estés, todo es posible si hay la voluntad de actuar. Si en cambio no hay esta voluntad, incluso si el problema está ante tus ojos, nada cambia. La distancia ya no es el factor que determina la posibilidad de resolver o no un problema.

-Su historia está llena de abusos por parte del gobierno comunista. ¿Por qué no respetan las leyes que ellos mismos han aprobado?
-Porque el Partido Comunista ha instaurado una dictadura y en una dictadura no puede existir una verdadera ley.

-¿Podrán cambiar las cosas con el nuevo presidente Xi Jinping? ¿Qué piensa de su sueño chino?
-Sin un sistema de controles y garantías, para el pueblo chino el sueño de Xi Jinping seguirá siendo una pesadilla. El país es rico, pero el pueblo es pobre y vige la ley de la jungla.

-¿Cuál es su "sueño chino"?
-Yo no tengo un sueño chino y pienso que es mejor no tenerlo. Hay que afrontar la realidad, poner fin al régimen autoritario del Partido Comunista, fundar un estado de derecho, un sistema democrático, constitucional y civil. La ley debe ser ejercida bajo la supervisión transparente de la sociedad civil.

-¿Cómo ha podido soportar todo lo que ha sufrido en estos años?
-Desde que era pequeño, tengo una idea clara: la justicia vence siempre sobre el mal. Si me han hecho sufrir todo esto ha sido para impedir que dijera todo el mal que ellos han causado. Cuando veo un acto de justicia en el mundo, soy más fuerte y confío más. Quien hace el bien no puede sino acabar bien y viceversa. Estoy seguro de que el partido comunista chino no seguirá llevando a cabo sus maldades durante mucho tiempo aún.

-¿Está enfadado con China o con el Partido Comunista?
-Ciertamente que estoy enfadado con el partido y quiero repetir que a ellos no se les puede identificar con China.

-¿Siente odio o ha perdonado?
-No puedo perdonar a quien ha cometido violencia o nos ha perseguido, a mí, a mi familia y mis amigos. Esto no significa que quiera vengarme; pero el partido deberá asumir la responsabilidad de lo que ha hecho. Antes de perdonar, hay que hablar y hacer que todo el pueblo sepa lo que ha sucedido. Si perdonamos de modo amoroso a las personas que han cometido un crimen es como si condonáramos el mal que han hecho.

(Liu Di ha colaborado a la traducción italiana. Traducción al español desde Tempi en italiano de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares) 

En el vídeo, una muestra artística que reflexiona sobre el aborto de bebés de sexo femenino en China, ligado a la obligación de no superar el hijo único
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