Sábado, 02 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

«Como superiora, tenía documentos que rescatar», explica

Sor Sanaa, la monja valiente que ha vuelto 3 veces a su convento en Mosul pese al control yihadista

La hermana Sanaa Hana con algunos de los niños que atiende entre los refugiados en Ankawa y el Kurdistán iraquí
La hermana Sanaa Hana con algunos de los niños que atiende entre los refugiados en Ankawa y el Kurdistán iraquí

Leone Grotti/Tempi.it

Si el Estado islámico conquistara vuestra ciudad y os obligara a huir de la noche a la mañana, ¿volveríais atrás para recoger las cosas más importantes que no os habéis podido llevar, corriendo el riesgo de ser secuestrados, incluso asesinados?

La mayor parte de los 120.000 cristianos irakís que han sido obligados a huir el verano pasado por los terroristas, refugiándose en Kurdistán, habrán pensado en hacerlo una vez, pero Sor Sanaa Hana no solo lo ha pensado sino que lo ha hecho. Tres veces.

En tres ocasiones la Madre Superiora de las Hermanas del Sagrado Corazon ha vuelto a Mosul para recuperar registros importantes dejados en manos del ISIS.

«El Estado islámico hizo saltar el convento por los aires el 24 de noviembre», relata a la sección americana de Ayuda a la Iglesia Necesitada desde su nueva “casa” en Ankawa, barrio de la capital de Kurdistán, Erbil.

«Primero intentaron hacer saltar por los aires las cuatro cruces del tejado. Después destruyeron todo el edificio. No sabemos exactamente el porqué».

En junio, las hermanas de Sor Sanaa, que en ese momento estaba fuera de la ciudad, consiguieron escapar poco antes de que el Estado islámico tomase Mosul: «Los disparos ya llegaban al convento, huyeron realmente en el último instante. Pero antes consumieron el Santísimo Sacramento para no dejarlo en manos de los yihadistas. Desgraciadamente tuvieron que abandonar el tabernáculo porque no cabía en el coche».

Refugiadas en Tall Kayf, ciudad cercana a Mosul, a las pocas semanas se vieron obligadas a huir de nuevo a causa del avance de los terroristas. Después, Sor Sanaa decidió volver al convento: «Habíamos abandonado todo nuestro archivo. Como madre superiora del convento mi deber era salvarlo: contenía documentos que representaban un siglo de nuestra historia».

Aun siendo consciente del «peligro de ser secuestrada», fue y volvió de Mosul tres veces pasando por puestos de control llenos de terroristas, pero ninguno la tocó.



Hoy, con otras veinte religiosas ha reiniciado la vida del convento en Ankawa, donde imparten lecciones en una escuela para refugiados, producen las hostias para las misas y cosen hábitos litúrgicos para los sacerdotes.

También para ellas valen las palabras del padre Janan, fraile siriaco-católico obligado a huir el verano pasado de su convento: «Podemos haber perdido nuestras casas, pero Dios está con nosotros en todas partes».

(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)

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