La muerte de un elefante escandaliza, pero no las muertes que ellos causan, lamenta un obispo indio
La muerte de una elefante embarazada ha desatado esa semana una gran polémica en la India, al conocerse las causas de su muerte, acaecida días atrás. El animal ingirió piñas y cocos llenos de petardos, que explotaron y le produjeron una dolorosa quemazón que mató a su bebé y le produjo sufrimientos durante días. Buscaba aliviarse bebiendo agua del río, hasta que murió pese a los intentos de los veterinarios por salvarla.
La policía investiga los hechos, probablemente causados por los agricultores de la zona, que intentan proteger de esa forma sus cosechas de los destrozos que les producen jabalíes y cerdos, pero también alguno de los 27.000 elefantes salvajes que hay en el país. Se ignora si lo sucedido fue accidental o se dirigió de manera directa contra ese animal.
El caso ha provocado una gran indignación en la India, compartida por Joseph Perumthottam, arzobispo de Changanacherry (Kerala), porque "la protección de los animales es una importantísima responsabilidad del hombre”. Pero el prelado siro-malabar ha denunciado también que las protestas sean siempre unidireccionales para proteger a los animales, y nunca a las personas.
Monseñor Perumthottan, de 72 años, es arzobispo de Changanacherry desde 2007.
Es un caso que recuerda al de la tigresa Avni, objeto de la solidaridad animalista en 2018 cuando fue abatida tras matar a lo largo de dos años a trece personas y herir de gravedad a otras veinte. O al del león Cecil, un caso parecido de agitación mediática cuando murió en una cacería, suscitando una contundente carta en el New York Times de un africano explicando por qué en Zimbabue nadie llora a los leones cuando se les mata. O el del gorila Harambe, de 180 kilos de peso, muerto de un disparo en 2016 por los guardas del zoo de Cincinnatti (Ohio) cuando zarandeaba a un niño de 3 años que había caído en su recinto.
Ahora, la muerte de la elefante ha suscitado en la India y fuera de ella un escándalo similar, ante el cual monseñor Perumthottan ha recordado, en un artículo publicado por el periódico católico Deepika el 9 de junio, que, según recoge Asia News al referir las palabras del obispo, "junto a la protección de los animales salvajes y de la naturaleza es también necesario garantizar que estos animales no destruyan la agricultura y la vida de las personas".
Según el prelado, es mayor el número de personas muertas por animales salvajes que el de animales salvajes muertos por mano del hombre, dado que están protegidos por las leyes. En las mismas fechas del incidente con la elefante, varios de su especie destrozaron cinco negocios en la ciudad de Munnar. Este tipo de daños a plantaciones y construcciones se multiplicaron durante las semanas de confinamiento por la pandemia, al no poder ser defendidos por sus dueños.
Pero monseñor Perumthottan no se limitó a recordar a esas víctimas de las que nadie se acuerda. Mencionó también que en la India se llevan a cabo cada año 15 millones de abortos: "El derecho a la vida", dijo, "es un derecho fundamental de un ciudadano en cualquier país y nosotros facilitamos el asesinato de un ser humano mientras su vida brota en el seno de su madre. Esta es una atrocidad confirmada por el sistema judicial indio, que debería defender a las personas y la justicia social”.