El Patriarca grecocatólico dice: «Nuestra fe, cristiana y musulmana, es nuestra arma más poderosa»
Gregorio III Laham, Patriarca melquita (católicos de rito griego y lengua árabe) de Antioquía, Oriente, Alejandría y Jerusalén abrió la conferencia ecuménica In Defence of Christians, (en Washington, del 9 al 11 de septiembre), admitiendo que los cristianos de cultura árabe (son 15 millones sobre una población total de 400 millones de árabes) tienen "una especial misión, amarse los unos a los otros, mostrar solidaridad al prójimo y ayudarnos mutuamente, para que los musulmanes ayuden y defiendan a los cristianos".
Es este, según el patriarca melquita Gregorio III Laham, el camino que hay que seguir para "superar nuestras diferencias regionales y realizar una unidad árabe que sería la garantía para encontrar realmente una solución justa, general y duradera en este conflicto".
Este es el texto de la intervención de Gregorio III Laham, que lleva por título "Invitación a la unidad" (traducción de AsiaNews).
1- La encarnación es una invitación a la unidad
Encarnación y monoteísmo (o unidad) son dos expresiones que se atraen en modo recíproco. Lo vemos como signos de la voluntad de Dios para unificar a todas las creaturas, uniéndolas entre ellas en las profundidades de la revelación divina.
Así encontramos esto en el Nuevo Testamento, en el mensaje de Jesús: sus enseñanzas y milagros, parábolas del Reino de Dios entre los hombres, discursos antes de la vivificante y salvífica Pasión. Y sobre todo en la solemne misteriosa, sacrifical y sacerdotal oración que Jesús hizo para la unión de todos los creyentes cristianos, en la cual Él dice: "Como Tú, Padre, estás en Mí y yo en Tí, sean también estos en nosotros una cosa sola" (Jn 17-21). Así, vemos a través de toda la vida entera de Jesús un leivmotiv que une a todos los eventos en eso, una preocupación divina, que no desea ver al hombre perdido, disperso, aislado, dividido contra sí mismo en su mente y en su corazón, en las aspiraciones y en la vida personal, en el compromiso, en la familia y en la vida social.
2- El unificador rol de nuestra Iglesia
La realización de los objetivos de la unificadora encarnación es nuestro compromiso más importante, adentro y afuera de nuestra Iglesia: en nuestra sociedad eclesial oriental y en la Iglesia universal. Es este el trabajo de nuestra Iglesia antioquena y su rol en la historia, ya desde tiempos del Patriarca Pedro III de Antioquía, que llamaba la atención del Patriarca Miguel Cerulario sobre los daños y sobre las infelices consecuencias del romper la unión con Roma en el año 1054.
Cuando consideramos esta imponente heredad, no podemos aparecer temerosos o desilusionados delante de las exigencias de la unidad cristiana. No tenemos el derecho de dudar de nuestro unificador rol ecuménico en todos los niveles, en particular en Oriente y Occidente.
3- Unidad en el compromiso y en la solidaridad
Entre los frutos de la unificadora encarnación está la unidad de la Iglesia, porque la Iglesia es el cuerpo de Cristo, como dice S. Pablo muy claramente, mostrando que la unidad de la Iglesia es la unidad de los fieles en Cristo, del hombre y la mujer, de la familia, de los miembros de un único cuerpo. Como él dice, "porque, como en un solo cuerpo existen muchos miembros y estos miembros no tienen todos la misma función, así también nosotros, si bien somos muchos, somos un solo cuerpo en Cristo".
Esta unidad es necesaria a nivel social: significa un involucrarse social y sociológico en el lugar de trabajo y en la vida política, a todo nivel de la vida de nuestra Iglesia. Nuestra sociedad necesita de todos nosotros y juntos podemos construir un mundo mejor, un mundo salvado y redimido, un mundo que vive los valores y las virtudes de la Iglesia y del Evangelio, las virtudes del encarnado y unificador Cristo.
4- Llamada para la unidad en el mundo árabe
La expresión "Iglesia de los árabes", significa en manera especial la Iglesia de Jesucristo que vive en un ambiente árabe y en una profunda e íntima relación con el mundo árabe, con sus sufrimientos y sus esperanzas, sus alegrías y sus dolores, sus problemas y sus crisis.
La Iglesia es Emanuel, una Iglesia con, para y en esta sociedad árabe, sin olvidar sus raíces y su naturaleza árabe, gracias a su historia y a su geografía. La cosa más importante no es afirmar que la Iglesia es árabe, sino más bien que la Iglesia tiene una misión en la sociedad y en el mundo árabe.
En realidad este mundo árabe en el cual la Iglesia vive y se implanta como en su propio terreno- marcada en la profundidad de su historia y de la geografía- es en su mayoría el mundo islámico. La Iglesia está representada por 15 millones sobre 400 millones de personas. Esta Iglesia en el mundo árabe es una Iglesia del islam, de la sociedad musulmana, una Iglesia que vive en el mundo árabe e islámico.
Es una Iglesia que interobra, sufre y goza con este, construye, espera y crece con este, lo ama y los sirve: es realmente la Iglesia Emanuel, una Iglesia para y con este mundo.
He aquí porque la Iglesia oriental, o la Iglesia de los árabes, la Iglesia del islam, es realmente así en la escuela de Jesucristo, Dios Emanuel, el amor de Dios, Dios redentor y salvador. Es Él quien definió el objetivo de su encarnación, de la Navidad, de su nacimiento, diciendo. "El Hijo del hombre de hecho no vino para ser servido, sino para servir y dar la vida para rescatar a muchos" (Jn. 1010), y como dice S. Pablo. "Cristo de hecho no buscó complacerse a sí mismo, sino como está escrito" (Rom. 151).
Estos versículos sagrados son una verdadera y clara invitación para cada cristiano para salir de sí mismo, de su aislamiento, de su tribu, como (el Señor) le dijo a Abraham: "Vete de tu país, de tu patria y de la casa de tu padre" (Gen. 121) así el cristiano debe irse de todo aquello que puede ser de obstáculo entre sí y el otro, al fin de encontrar al otro y ser sí mismo Emanuel, un hombre "con y para".
Nuestra fe cristiana en la unificadora encarnación no puede limitarse en los esfuerzos para la unidad de los cristianos. Creer en un único Dios, se convierte en un pedido a la unidad entre el género humano y la unidad de la encarnación invita a la unificación de nuestros objetivos comunes en la sociedad, al fin de enfrentar los diversos desafíos que nos son comunes, a musulmanes y cristianos. La unidad en Dios, la unificación de Dios deben ser una invitación a la unidad entre los hombres, a la solidaridad entre ellos y a profundizar los ligámenes de amor entre ellos.
Nosotros árabes cristianos- que vivimos en una sociedad árabe, que en gran parte es musulmana- tenemos una especial misión, en el sentido de una sociedad que proviene de nosotros, porque venimos de esa, y es para nosotros, porque somos ella.
Nosotros árabes cristianos, estamos en una relación muy profunda con los árabes musulmanes en nuestros países: somos la carne y la sangre de ellos, etnia, tribu, sociedad, civilización, cultura y tradiciones. Somos una Iglesia que cada día, en los últimos 1.400 años, ha vivido junto codo a codo con el islam, profundamente influenciada por el islam y que a su vez los ha influenciado.
En el curso de la historia, esta Iglesia ha sostenido responsabilidades sociales y nacionales muy pesadas, y hasta una guerra con los ciudadanos musulmanes. En realidad, el islam está presente en toda nuestra sociedad: en nuestras familias, en las preocupaciones, los congresos, los estudios, los sermones, los discursos, nuestro modo de pensar y en los proyectos sociales.
Sí, tenemos una vocación especial para enfrentar este gran reto. Debemos amarnos unos a otros, para mostrar solidaridad con los demás y ayudarse unos a otros, de modo que los musulmanes ayuden y defiendan a los cristianos; los cristianos ayuden y defiendan a los cristianos. Así que los cristianos muestren los mejores aspectos del cristianismo, y los musulmanes lo mejor del islam.
Decimos a todos aquellos [que viven] en el mundo árabe que la solución a nuestros problemas está en nuestra fe como cristianos y musulmanes. Si somos capaces de responder a este desafío de manera positiva y decisiva, vamos a conseguir una victoria y sin duda será un ejemplo para todo el mundo, como agentes de la paz y la salvación en nuestro mundo, Oriente y Occidente, en contra de todos los movimientos de takifirismo [takfiris es un musulmán que acusa a otro musulmán de apostasía - ndr]
Los frutos de la encarnación unificante tocan a todas las naciones del mundo y es como dijo Jesús, o como nos dicen de Jesús, que van a "morir por la nación," pero no sólo por eso: incluso para unir a todos los hijos dispersos de este mundo. Es por eso que es el deber de los cristianos de ser los promotores, los heraldos de la unidad del mundo entero.
En los últimos años, y antes de la crisis actual, nos hemos ocupado de los numerosos llamamientos a todos los reyes y jefes de Estado del mundo árabe, invitándolos a lograr la mayor unidad posible entre ellos, para que juntos puedan enfrentar los desafíos de la división y destrucción, que realmente amenazan la unidad de los pueblos de todo el mundo.
De hecho, tenemos muchos factores unificados y unificadores entre nosotros: nuestra naturaleza árabe, el Islam, el idioma, la cultura, la civilización, la historia, y sobre todo el hecho de que nuestras tierras son sagradas para los cristianos, los musulmanes y también para Judíos.
Nobleza obliga. Si nuestras tierras son llamadas "la cuna de las religiones" y si todos estamos orgullosos de ser monoteístas, adorando a un solo Dios, entonces seremos capaces de lograr la unidad entre nuestros pueblos, y responder a la llamada de las nuevas generaciones y sus aspiraciones de la fe en Dios Vivir juntos lado a lado.; en el servicio común y la solidaridad; en la dignidad humana; en la co-ciudadanía, la libertad de religión y de conciencia en una sociedad que está cada vez más dividida; la justicia, la igualdad, la seguridad; en una paz justa, que es la clave de la paz para el mundo entero y la garantía para el comienzo del nuevo curso. Buscando un camino para el desarrollo y la prosperidad en la región.
Los países árabes piden a América, Europa y en todo el mundo ayudarles a concluir y resolver el conflicto entre árabes palestinos y los israelíes, que implica y destruye la región, subyugándola al terror y la violencia que están en la raíz de todos nuestros problemas , las guerras y las crisis de los últimos 50 años o más. Yo, como el patriarca de una Iglesia que se siente profunda solidaria con el mundo árabe, creo que tenemos que superar nuestras diferencias y darnos cuenta que una unidad árabe realmente será garantía para encontrar una solución justa, duradera y general en este conflicto, asegurando también un brillante futuro para el mundo árabe, la satisfacción de las aspiraciones de nuestra joven generación.
Conclusión
Estoy absolutamente convencido de que nuestra fe, cristiana y musulmana, es nuestra arma más poderosa hoy y mañana, con los diferentes aspectos de nuestra misión sagrada y para preservar los valores de nuestra fe común santa. Me niego a permitir que nuestros países sean considerados la cuna del fundamentalismo, la violencia, el terrorismo, la teoría de la agresión, el extremismo y la guerra religiosa. Estas expresiones y situaciones son absolutamente incompatibles con nuestros valores, nuestra fe, nuestra tradición y nuestra civilización. Y en todo esto, la unidad es la base que nos puede ayudar a rechazar estas acusaciones contra el mundo árabe.
Todos somos monoteístas unificadores. A través de nuestra fe común, tenemos que ser lo suficientemente fuertes como para rechazar estas acusaciones y de ser creativos en la búsqueda de soluciones a los conflictos árabe-musulmanes, árabe-cristianos, árabe- palestinos-israelíes. Y también por la situación sangrienta en Siria, Irak, Egipto y Líbano; para el resto de las crisis sociales, sociológicas, económicas, religiosas y espirituales que amenazan a nuestras sociedades y las familias, los jóvenes y las instituciones culturales, y que toque todos los aspectos de la vida en las tierras de nuestro mundo árabe.
Nuestras Iglesias están trabajando muy duro para lograr su servicio espiritual; ser lugares donde se puede hacer frente a los problemas de los países árabes desde el punto de vista de la religión y la espiritualidad, el diálogo y la cultura. Y a través de este mundo convertido en portavoz de la defensa de los valores de la fe de todos nosotros, cristianos y musulmanes en el mundo árabe.
Es este, según el patriarca melquita Gregorio III Laham, el camino que hay que seguir para "superar nuestras diferencias regionales y realizar una unidad árabe que sería la garantía para encontrar realmente una solución justa, general y duradera en este conflicto".
Este es el texto de la intervención de Gregorio III Laham, que lleva por título "Invitación a la unidad" (traducción de AsiaNews).
1- La encarnación es una invitación a la unidad
Encarnación y monoteísmo (o unidad) son dos expresiones que se atraen en modo recíproco. Lo vemos como signos de la voluntad de Dios para unificar a todas las creaturas, uniéndolas entre ellas en las profundidades de la revelación divina.
Así encontramos esto en el Nuevo Testamento, en el mensaje de Jesús: sus enseñanzas y milagros, parábolas del Reino de Dios entre los hombres, discursos antes de la vivificante y salvífica Pasión. Y sobre todo en la solemne misteriosa, sacrifical y sacerdotal oración que Jesús hizo para la unión de todos los creyentes cristianos, en la cual Él dice: "Como Tú, Padre, estás en Mí y yo en Tí, sean también estos en nosotros una cosa sola" (Jn 17-21). Así, vemos a través de toda la vida entera de Jesús un leivmotiv que une a todos los eventos en eso, una preocupación divina, que no desea ver al hombre perdido, disperso, aislado, dividido contra sí mismo en su mente y en su corazón, en las aspiraciones y en la vida personal, en el compromiso, en la familia y en la vida social.
2- El unificador rol de nuestra Iglesia
La realización de los objetivos de la unificadora encarnación es nuestro compromiso más importante, adentro y afuera de nuestra Iglesia: en nuestra sociedad eclesial oriental y en la Iglesia universal. Es este el trabajo de nuestra Iglesia antioquena y su rol en la historia, ya desde tiempos del Patriarca Pedro III de Antioquía, que llamaba la atención del Patriarca Miguel Cerulario sobre los daños y sobre las infelices consecuencias del romper la unión con Roma en el año 1054.
Cuando consideramos esta imponente heredad, no podemos aparecer temerosos o desilusionados delante de las exigencias de la unidad cristiana. No tenemos el derecho de dudar de nuestro unificador rol ecuménico en todos los niveles, en particular en Oriente y Occidente.
3- Unidad en el compromiso y en la solidaridad
Entre los frutos de la unificadora encarnación está la unidad de la Iglesia, porque la Iglesia es el cuerpo de Cristo, como dice S. Pablo muy claramente, mostrando que la unidad de la Iglesia es la unidad de los fieles en Cristo, del hombre y la mujer, de la familia, de los miembros de un único cuerpo. Como él dice, "porque, como en un solo cuerpo existen muchos miembros y estos miembros no tienen todos la misma función, así también nosotros, si bien somos muchos, somos un solo cuerpo en Cristo".
Esta unidad es necesaria a nivel social: significa un involucrarse social y sociológico en el lugar de trabajo y en la vida política, a todo nivel de la vida de nuestra Iglesia. Nuestra sociedad necesita de todos nosotros y juntos podemos construir un mundo mejor, un mundo salvado y redimido, un mundo que vive los valores y las virtudes de la Iglesia y del Evangelio, las virtudes del encarnado y unificador Cristo.
4- Llamada para la unidad en el mundo árabe
La expresión "Iglesia de los árabes", significa en manera especial la Iglesia de Jesucristo que vive en un ambiente árabe y en una profunda e íntima relación con el mundo árabe, con sus sufrimientos y sus esperanzas, sus alegrías y sus dolores, sus problemas y sus crisis.
La Iglesia es Emanuel, una Iglesia con, para y en esta sociedad árabe, sin olvidar sus raíces y su naturaleza árabe, gracias a su historia y a su geografía. La cosa más importante no es afirmar que la Iglesia es árabe, sino más bien que la Iglesia tiene una misión en la sociedad y en el mundo árabe.
En realidad este mundo árabe en el cual la Iglesia vive y se implanta como en su propio terreno- marcada en la profundidad de su historia y de la geografía- es en su mayoría el mundo islámico. La Iglesia está representada por 15 millones sobre 400 millones de personas. Esta Iglesia en el mundo árabe es una Iglesia del islam, de la sociedad musulmana, una Iglesia que vive en el mundo árabe e islámico.
Es una Iglesia que interobra, sufre y goza con este, construye, espera y crece con este, lo ama y los sirve: es realmente la Iglesia Emanuel, una Iglesia para y con este mundo.
He aquí porque la Iglesia oriental, o la Iglesia de los árabes, la Iglesia del islam, es realmente así en la escuela de Jesucristo, Dios Emanuel, el amor de Dios, Dios redentor y salvador. Es Él quien definió el objetivo de su encarnación, de la Navidad, de su nacimiento, diciendo. "El Hijo del hombre de hecho no vino para ser servido, sino para servir y dar la vida para rescatar a muchos" (Jn. 1010), y como dice S. Pablo. "Cristo de hecho no buscó complacerse a sí mismo, sino como está escrito" (Rom. 151).
Estos versículos sagrados son una verdadera y clara invitación para cada cristiano para salir de sí mismo, de su aislamiento, de su tribu, como (el Señor) le dijo a Abraham: "Vete de tu país, de tu patria y de la casa de tu padre" (Gen. 121) así el cristiano debe irse de todo aquello que puede ser de obstáculo entre sí y el otro, al fin de encontrar al otro y ser sí mismo Emanuel, un hombre "con y para".
Nuestra fe cristiana en la unificadora encarnación no puede limitarse en los esfuerzos para la unidad de los cristianos. Creer en un único Dios, se convierte en un pedido a la unidad entre el género humano y la unidad de la encarnación invita a la unificación de nuestros objetivos comunes en la sociedad, al fin de enfrentar los diversos desafíos que nos son comunes, a musulmanes y cristianos. La unidad en Dios, la unificación de Dios deben ser una invitación a la unidad entre los hombres, a la solidaridad entre ellos y a profundizar los ligámenes de amor entre ellos.
Nosotros árabes cristianos- que vivimos en una sociedad árabe, que en gran parte es musulmana- tenemos una especial misión, en el sentido de una sociedad que proviene de nosotros, porque venimos de esa, y es para nosotros, porque somos ella.
Nosotros árabes cristianos, estamos en una relación muy profunda con los árabes musulmanes en nuestros países: somos la carne y la sangre de ellos, etnia, tribu, sociedad, civilización, cultura y tradiciones. Somos una Iglesia que cada día, en los últimos 1.400 años, ha vivido junto codo a codo con el islam, profundamente influenciada por el islam y que a su vez los ha influenciado.
En el curso de la historia, esta Iglesia ha sostenido responsabilidades sociales y nacionales muy pesadas, y hasta una guerra con los ciudadanos musulmanes. En realidad, el islam está presente en toda nuestra sociedad: en nuestras familias, en las preocupaciones, los congresos, los estudios, los sermones, los discursos, nuestro modo de pensar y en los proyectos sociales.
Sí, tenemos una vocación especial para enfrentar este gran reto. Debemos amarnos unos a otros, para mostrar solidaridad con los demás y ayudarse unos a otros, de modo que los musulmanes ayuden y defiendan a los cristianos; los cristianos ayuden y defiendan a los cristianos. Así que los cristianos muestren los mejores aspectos del cristianismo, y los musulmanes lo mejor del islam.
Decimos a todos aquellos [que viven] en el mundo árabe que la solución a nuestros problemas está en nuestra fe como cristianos y musulmanes. Si somos capaces de responder a este desafío de manera positiva y decisiva, vamos a conseguir una victoria y sin duda será un ejemplo para todo el mundo, como agentes de la paz y la salvación en nuestro mundo, Oriente y Occidente, en contra de todos los movimientos de takifirismo [takfiris es un musulmán que acusa a otro musulmán de apostasía - ndr]
Los frutos de la encarnación unificante tocan a todas las naciones del mundo y es como dijo Jesús, o como nos dicen de Jesús, que van a "morir por la nación," pero no sólo por eso: incluso para unir a todos los hijos dispersos de este mundo. Es por eso que es el deber de los cristianos de ser los promotores, los heraldos de la unidad del mundo entero.
En los últimos años, y antes de la crisis actual, nos hemos ocupado de los numerosos llamamientos a todos los reyes y jefes de Estado del mundo árabe, invitándolos a lograr la mayor unidad posible entre ellos, para que juntos puedan enfrentar los desafíos de la división y destrucción, que realmente amenazan la unidad de los pueblos de todo el mundo.
De hecho, tenemos muchos factores unificados y unificadores entre nosotros: nuestra naturaleza árabe, el Islam, el idioma, la cultura, la civilización, la historia, y sobre todo el hecho de que nuestras tierras son sagradas para los cristianos, los musulmanes y también para Judíos.
Nobleza obliga. Si nuestras tierras son llamadas "la cuna de las religiones" y si todos estamos orgullosos de ser monoteístas, adorando a un solo Dios, entonces seremos capaces de lograr la unidad entre nuestros pueblos, y responder a la llamada de las nuevas generaciones y sus aspiraciones de la fe en Dios Vivir juntos lado a lado.; en el servicio común y la solidaridad; en la dignidad humana; en la co-ciudadanía, la libertad de religión y de conciencia en una sociedad que está cada vez más dividida; la justicia, la igualdad, la seguridad; en una paz justa, que es la clave de la paz para el mundo entero y la garantía para el comienzo del nuevo curso. Buscando un camino para el desarrollo y la prosperidad en la región.
Los países árabes piden a América, Europa y en todo el mundo ayudarles a concluir y resolver el conflicto entre árabes palestinos y los israelíes, que implica y destruye la región, subyugándola al terror y la violencia que están en la raíz de todos nuestros problemas , las guerras y las crisis de los últimos 50 años o más. Yo, como el patriarca de una Iglesia que se siente profunda solidaria con el mundo árabe, creo que tenemos que superar nuestras diferencias y darnos cuenta que una unidad árabe realmente será garantía para encontrar una solución justa, duradera y general en este conflicto, asegurando también un brillante futuro para el mundo árabe, la satisfacción de las aspiraciones de nuestra joven generación.
Conclusión
Estoy absolutamente convencido de que nuestra fe, cristiana y musulmana, es nuestra arma más poderosa hoy y mañana, con los diferentes aspectos de nuestra misión sagrada y para preservar los valores de nuestra fe común santa. Me niego a permitir que nuestros países sean considerados la cuna del fundamentalismo, la violencia, el terrorismo, la teoría de la agresión, el extremismo y la guerra religiosa. Estas expresiones y situaciones son absolutamente incompatibles con nuestros valores, nuestra fe, nuestra tradición y nuestra civilización. Y en todo esto, la unidad es la base que nos puede ayudar a rechazar estas acusaciones contra el mundo árabe.
Todos somos monoteístas unificadores. A través de nuestra fe común, tenemos que ser lo suficientemente fuertes como para rechazar estas acusaciones y de ser creativos en la búsqueda de soluciones a los conflictos árabe-musulmanes, árabe-cristianos, árabe- palestinos-israelíes. Y también por la situación sangrienta en Siria, Irak, Egipto y Líbano; para el resto de las crisis sociales, sociológicas, económicas, religiosas y espirituales que amenazan a nuestras sociedades y las familias, los jóvenes y las instituciones culturales, y que toque todos los aspectos de la vida en las tierras de nuestro mundo árabe.
Nuestras Iglesias están trabajando muy duro para lograr su servicio espiritual; ser lugares donde se puede hacer frente a los problemas de los países árabes desde el punto de vista de la religión y la espiritualidad, el diálogo y la cultura. Y a través de este mundo convertido en portavoz de la defensa de los valores de la fe de todos nosotros, cristianos y musulmanes en el mundo árabe.
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