Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

La emocionante carta a Francisco del joven padre Fabrizio, poco antes de morir, impacta en Internet

Aleteia / Aciprensa

El joven sacerdote Fabrizio de Michino ha muerto con 31 años - ofrecía sus sufrimientos por el Papa y la Iglesia
El joven sacerdote Fabrizio de Michino ha muerto con 31 años - ofrecía sus sufrimientos por el Papa y la Iglesia
Un joven sacerdote conmueve en estos días a las redes sociales con la carta que dirigió al Papa Francisco antes de morir el pasado 1 de enero, solemnidad de María Madre de Dios, a causa de un tumor que hizo metástasis en el hígado y en el bazo.

Quienes lo conocen afirman que el presbítero enfrentó siempre con alegría el sufrimiento, que ofrecía por la Iglesia y el Santo Padre.

Según informa Aleteia, el Padre Fabrizio de Michino nació en Nápoles el 8 de septiembre de 1982. Casi tres mil personas se reunieron en Ponticelli para despedirlo en la Basílica de Nuestra Señora de la Nieve, donde era vice-párroco a sus 31 años.

El sacerdote falleció en su casa en donde siempre se le vio con “una sonrisa y una palabra de consuelo para los parientes y amigos que estuvieron a su lado hasta el último suspiro”.

A continuación la carta del fallecido sacerdote publicada en español por Aleteia:

»A Su Santidad el Papa Francisco

»Santo Padre,

»En las oraciones diarias que dirijo a Dios, no dejo de rezar por usted y por el ministerio que el Señor mismo Le ha confiado, para que pueda darle siempre fuerza y alegría para continuar anunciando la bella noticia del Evangelio.

»Me llamo Fabrizio De Michino y soy un sacerdote joven de la diócesis de Nápoles. Tengo 31 años y hace cinco que soy sacerdote. Desarrollo mi servicio en el Seminario Arzobispal de Nápoles como educados del grupo de diáconos, y en una parroquia en Ponticelli, que se encuentra en la periferia de Nápoles.

»La parroquia, recordando el milagro sucedido en la colina Esquilino, recibe el nombre de la Señora de las Nieves y en 2014 celebrará el primer centenario de la Coronación de la estatua de madera del 1500, muy querida para todos sus habitantes.

»Ponticelli es un barrio degradado por su pobreza y alta criminalidad, pero cada día descubro verdaderamente la belleza de ver lo que el Señor realiza en estas personas que se fían de Dios y de la Virgen.

»También yo, desde que estoy en esta parroquia he podido ampliar cada vez más mi amor confiado hacia la Madre Celeste, experimentando también en las dificultades, su cercanía y protección.

»Por desgracia, hace tres años que me encuentro peleando contra una enfermedad rara: un tumor justo en el interior del corazón y desde hace algún mes, con metástasis en el hígado y en el bazo. En estos años nada fáciles, sin embargo, nunca he perdido la alegría de ser anunciador del Evangelio.

»También en el cansancio percibo, verdaderamente, esta fuerza que no viene de mí sino de Dios que me permite desarrollar con sencillez mi ministerio. Hay una cita bíblica que me está acompañando y me infunde confianza en la fuerza del Señor, es la de Ezequiel: “Os daré un corazón nuevo, meteré dentro de vosotros un Espíritu nuevo, arrancaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36, 26).

»En este tiempo ha sido muy cercana la presencia de mi obispo, el cardenal Crescenzio Sepe, que me apoya contantemente, aunque a veces me dice que descanse para no cansarme demasiado.

»Agradezco a Dios también por mis familiares y mis amigos sacerdotes que me ayudan y sostienen sobre todo cuando hago las distintas terapias, compartiendo conmigo los diversos momentos de inevitable sufrimiento. También mis médicos me apoyan muchísimo y hacen lo imposible para encontrar los tratamientos adecuados para mí.

»Santo Padre, me estoy alargando demasiado, pero solo quiero decirle que ofrezco al Señor todo esto por el bien de la Iglesia y por Usted de un modo especial, para que el Señor le bendiga siempre y le acompañe en este ministerio de servicio y amor.

»Le ruego que me añada a sus oraciones: lo que le pido todos los días al Señor es hacer su voluntad, siempre y en todas partes. A menudo, es verdad, no le pido a Dios mi curación, sino la fuerza y la alegría de continuar siendo un testimonio verdadero de su amor y un sacerdote según su corazón.

»Seguro de sus paternales oraciones, le saludo devotamente. Don Fabrizio De Michino”.
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