El niño se curó de una bacteria devoradora de carne
La familia de Jake cuenta como vivió el milagro que canonizó a Santa Kateri
Orgullosos de su doble herencia hispana y amerindia, los Finkbonner acudieron a Roma a la canonización de la santa que curó a su hijo. Hoy reciben peticiones de oración y cada día las presentan a la joven india que intercedió por ellos.
¿Qué pasa en una familia católica del siglo XXI cuando una santa fallecida 340 años antes sana milagrosamente a su primogénito moribundo ante los ojos asombrados de todo un equipo médico?
¿Qué sucede en una familia norteamericana, medio-mexicana, medio-amerindia, cuando es invitada a la canonización en Roma, el niño milagrado oficia de monaguillo y el Papa da la primera comunión a su hermana pequeña?
Familia milagrada en la era del Facebook
Esta es la situación de la familia Finkbonner. La curación en 2006 de su hijo Jake, entonces con 5 años, es el milagro que ha permitido canonizar a Santa Kateri Tekakwitha, india medio-mohawk medio-algonquina, bautizada a los 20 años y muerta a los 24, en 1680, en las misiones jesuitas de lo que hoy es Canadá. Los Finkbonner son plenamente accesibles por Internet, tienen un par de páginas web, responden su Facebook, cuelgan fotos de sus salidas familiares y reciben pedidos de oración por e-mail.
Elsa, la madre de Jake y de sus dos hermanas pequeñas, es hija de emigrantes mexicanos en EEUU y esposa de Don Finkbonner, que pertenece a la nación india lummi, también llamada Lhaq´temish (www.lummi-nsn.org). Ella explica a ReL, a la vuelta de su viaje a Roma para la canonización, como es la espiritualidad de su familia.
"Vamos a misa en familia cada domingo, y todos participamos. En casa oramos juntos antes de las comidas, y todo el mundo reza antes de ir a la cama. Siempre tenemos en mente a los enfermos, los que tienen necesidades y los que fallecieron. Y siempre damos gracias por nuestras bendiciones. Nuestra fe católica es el fundamento nuestro matrimonio y nuestra vida familiar", detalla.
El joven Jake, ya de 12 años, tiene su propia web donde explica su curación milagrosa, anima a donar sangre a los hospitales y cuenta su viaje a Europa y la canonización: http://jakefinkbonner.com/Updates.php
Orar por quienes lo piden
En la web la familia explica que "leemos todo lo que se escribe en el libro de invitados. Oramos por los que nos indican que están en necesidad. En cada oportunidad, pusimos una vela en cada catedral por los que nos pidieron oración y para pedir la intercesión de Santa Kateri. Esperamos que sintiéseis nuestra oración levantándoos. ¡Dios os bendiga a todos".
Los Finkbonner se han convertido en una familia intercesora con una relación muy cercana con Dios y la santa india. "Nos han regalado varios cuadros, pinturas y reliquias de Santa Kateri. Los cuadros están en nuestras paredes y las reliquias guardadas con nuestros rosarios, en un sitio especial. Nuestra relación con ella ha aumentado a medida que rezamos para que siga cuidándonos y para que interceda por los que nos piden oraciones especiales", explica Elsa a ReL.
Orgullosos de su doble herencia
Los Finkbonner están muy orgullosos de su doble herencia hispana y amerindia. Los lummi, que son unos 5.000 y viven en una reserva en la Costa Pacífica junto a la frontera canadiense de EEUU, fueron evangelizados por misioneros oblatos en el s.XIX. Don Finkbonner, el padre de Jake, creció en la reserva y recuerda que de niño le contaban la historia de Kateri Tekakwitha, el "lirio de los mohawk", a la que otros jóvenes molestaban por haberse hecho cristiana.
"Ser nativos americanos e hispánicos es simplemente una bendición para nuestros hijos, que llevan ambas raíces en su herencia. Queremos que estén orgullosos de ellas y que las representen bien", explica Elsa.
El día de la canonización de Santa Kateri, el pasado 21 de octubre, también se canonizó a la catalana Carmen Sallés. "No teníamos familiaridad con Carmen Sallés antes de ese día, pero siendo de ascendencia hispana estamos orgullosos de tener alguien de cada lado, una nativa americana y una española, representando las herencias de nuestros hijos", comenta Elsa.
Un milagro bajo supervisión médica
El milagro de Jake sucedió en 2006, en el Hospital Infantil de Seattle y la cámara hiperbárica del centro médico Virginia Mason, bajo la supervisión de un equipo pediatra e interdisciplinar.
Jugando al baloncesto en su ciudad de Sandy Point, se cayó al suelo y se hizo una herida en la boca. Por esa herida entró la bacteria Fasciitis necrocitante, también llamada Strep A, y, en lenguaje más alarmante, la "bacteria devoradora de carne". Genera toxinas que disuelven los tejidos a gran velocidad y a menudo la única forma de salvarse es cortar con rapidez el miembro infectado; así perdió su pierna en 1994 el antiguo primer ministro de Quebec, Lucien Bouchard, o quedó sin brazo en 2004 el Nobel de física Eric Allin Cornell.
La amputación no era una opción con Jake porque la infección estaba en su cara.
Las fotos (que se pueden ver en la web de Jake, en http://www.jakefinkbonner.com/Photo_Gallery.php ) son muy duras. Cada día los doctores del Hospital Infantil de Seattle cortaban más y más trozos de piel y tejidos, sin frenar la enfermedad. Tampoco lo frenaba el oxígeno de la cámara hiperbárica del centro Virginia Mason. La infección se extendió por el cuello y por los hombros. Cada noche los médicos pensaban que el niño moriría.
La intercesión de Santa Kateri
El padre Tim Sauer, párroco de los Finkbonner en esa época, atendía también la reserva lummi (allí iban a misa los abuelos paternos de Jake) y otra parroquia más y puso a rezar a todas sus comunidades pidiendo la intercesión de Kateri Tekakwitha. Su abuela clavó con un alfiler una estampa de Kateri en la cama de Jake.
Del 21 de febrero al 4 de marzo, los médicos realizaron 20 operaciones quirúrgicas cortando piel y tejidos. Ese día, llegó al hospital otra india, que también era de etnia mohawk y que también se llamaba Kateri: la religiosa Kateri Mitchell, de las Hermanas de Santa Ana, congregación nacida en Quebec en el s.XIX. Traía, por encargo del entonces arzobispo de Seattle, Alexander Brunnett, una reliquia de la beata Tekakwitha: un fragmento del hueso de su muñeca.
Esta reliquia tenía su historia: en 1980, cuando se beatificó a Kateri, el postulador, el jesuita Paolo Molinari se la había entregado al vicepostulador, que al morir se lo pasó a la Conferencia Tekakwitha, una asociación que representa a los católicos amerindios de EEUU (hay unos 680.000 nativos norteamericanos católicos, algo más de un 20% del total).
La hermana Kateri Mitchell puso la reliquia junto a la pierna del niño. A estas alturas, la familia estaba ya muy debilitada. Cuando más tarde llamaron al matrimonio Finkbonner para darle los resultados de la prueba recién realizada esperaban lo peor. "Recuerdo que el último día que nos reunimos con todo el grupo de doctores, Elsa ni siquiera quería escucharles. Se quedó atrás, esperando", recuerda Donny, su marido.
Un informe de 472 páginas
Los médicos tenían noticias increíbles. "Se había parado. Era como un volcán en erupción, y lo abrieron...¡y se había ido! Fue un día asombroso", explica Donny.
Hace unas semanas, a sus 88 años, el padre Molinari enseñaba con alegría el dossier sobre el milagro a un periodista de EEUU que acudió a Roma a la canonización: 472 páginas de informes médicos. Los doctores de Seattle consideraban que no era su acción la que había detenido la infección y no tenían explicación médica. El vicepostulador de la causa, Paul A. Lenz explicó que "ellos no creen que su habilidad médica fuese la cura; cada noche pensaban que Jake iba a morir".
Lo mismo decretaron dos médicos designados por la Santa Sede para examinar el caso de forma preliminar, y después coincidió en ello el gabinete de 7 médicos que lo examinó a continuación. La Iglesia determinó el milagro y la intercesión de la santa.
Una visión de la otra vida
Jake pasó la mayor parte de esos días profundamente sedado, debatiéndose entre la vida y la muerte. En ese estado, tuvo una visión, que el niño de 5 años contó a su madre en cuanto despertó.
"Veía abajo el hospital, veía mi familia. Lo único que no veía era a mí mismo", explicó. También vio a parientes difuntos, como su tío y su bisabuela, y ángeles. Y el Cielo y a Dios. Dijo que Dios se sentaba en una gran silla y que era muy alto. "No era del tamaño de una persona normal", afirma Jake. "Le di un abrazo a Dios. Le pregunté si podía estar en el Cielo, porque me gustaba de verdad estar allí. Y Él me dijo que no, porque mi familia me necesitaba en la tierra".
Elsa Finkbonner recuerda que ella estaba sentada junto a su hijo de cinco años, terriblemente deformado. "Recuerdo que él yacía allí, en su cama de hospital, en su habitación, y se sentó muy recto y dijo: me han alzado ["I´ve been raised", en inglés]. Y yo dije: ¿dónde? Y me dijo: al Cielo". Y le contó su visión.
La historia se parece un poco a la de Colton Burpo, un niño de 4 años que a punto de morirse durante una operación "vio el Cielo" y lo fue explicando a su padre, un pastor protestante de Nebraska llamado Todd Burpo, que lo narra en el libro "El Cielo es real", que ha tenido bastante éxito de ventas.
Pero Elsa explica a ReL que "he oído hablar de ese libro pero no lo he leído. Tengo mis propios pensamientos y recuerdos de la historia que contó Jake, que estoy intentando escribir yo misma. No quiero leer ese libro para que no interfiera en mis pensamientos de la historia de Jake".
Por su parte, su hijo en su web tiene un consejo para los que sufren enfermedades que pueden ser mortales. "No os asustéis en absoluto. En cualquier caso, será algo bueno. Si vais al Cielo, estaréis en un lugar mejor. Si vivís, volveréis con vuestra familia", asegura el chico con tranquilidad.
En Roma y en la prensa mundial
Los Finkbonner, desde entonces, han contado su experiencia a la prensa local, a la católica y, en los días de la canonización, a las agencias internacionales como Associated Press.
En Roma, Jake ofició de monaguillo en sendas misas en San Juan de Letrán y en San Pablo Extramuros con el nuevo arzobispo de Seattle, J. Peter Sartain, y con su párroco actual, Scott Connolly. Visitó la Basílica de la Santa Cruz y le impresionó profundamente ver las reliquias de la Cruz. En la misa de canonización, toda la familia comulgó de manos del Papa Benedicto XVI, su hermana pequeña por primera vez. "Vaya historia para contar al grupo de catequesis de Primera Comunión", escribe en su web.
También fueron recibidos en una recepción por la embajadora de Canadá, Anne Leahy, con grandes aplausos. Aunque Canadá sea uno de los países más laicistas y descristianizados del mundo, y los Finkbonner sean una familia estadounidense católica (del matrimonio gay recientemente legalizado en su estado de Washington, Elsa dice que "es algo que no apoyamos"), Santa Kateri murió en Canadá, y tanto los diplomáticos canadienses como el arzobispo de Quebec, Gerald Lacroix, quisieron estar presentes en Roma. En la canonización estuvieron presentes varios centenares de nativos norteamericanos, incluyendo muchos indios lummi.
Los Finkbonner después visitaron Venecia y París, pero Jake comenta que esas visitas no tenían tanto interés espiritual ni eran tan emocionantes como Roma.
Con 12 años, Jake sigue siendo un entusiasta del baloncesto y también le gusta correr y los videojuegos. Ayuda en la parroquia y tiene bastante claro que de mayor le gustaría ser cirujano plástico, que ayude a reparar rostros, como a él le ayudaron los médicos a los que admira.
¿Qué sucede en una familia norteamericana, medio-mexicana, medio-amerindia, cuando es invitada a la canonización en Roma, el niño milagrado oficia de monaguillo y el Papa da la primera comunión a su hermana pequeña?
Familia milagrada en la era del Facebook
Esta es la situación de la familia Finkbonner. La curación en 2006 de su hijo Jake, entonces con 5 años, es el milagro que ha permitido canonizar a Santa Kateri Tekakwitha, india medio-mohawk medio-algonquina, bautizada a los 20 años y muerta a los 24, en 1680, en las misiones jesuitas de lo que hoy es Canadá. Los Finkbonner son plenamente accesibles por Internet, tienen un par de páginas web, responden su Facebook, cuelgan fotos de sus salidas familiares y reciben pedidos de oración por e-mail.
Elsa, la madre de Jake y de sus dos hermanas pequeñas, es hija de emigrantes mexicanos en EEUU y esposa de Don Finkbonner, que pertenece a la nación india lummi, también llamada Lhaq´temish (www.lummi-nsn.org). Ella explica a ReL, a la vuelta de su viaje a Roma para la canonización, como es la espiritualidad de su familia.
"Vamos a misa en familia cada domingo, y todos participamos. En casa oramos juntos antes de las comidas, y todo el mundo reza antes de ir a la cama. Siempre tenemos en mente a los enfermos, los que tienen necesidades y los que fallecieron. Y siempre damos gracias por nuestras bendiciones. Nuestra fe católica es el fundamento nuestro matrimonio y nuestra vida familiar", detalla.
El joven Jake, ya de 12 años, tiene su propia web donde explica su curación milagrosa, anima a donar sangre a los hospitales y cuenta su viaje a Europa y la canonización: http://jakefinkbonner.com/Updates.php
Orar por quienes lo piden
En la web la familia explica que "leemos todo lo que se escribe en el libro de invitados. Oramos por los que nos indican que están en necesidad. En cada oportunidad, pusimos una vela en cada catedral por los que nos pidieron oración y para pedir la intercesión de Santa Kateri. Esperamos que sintiéseis nuestra oración levantándoos. ¡Dios os bendiga a todos".
Los Finkbonner se han convertido en una familia intercesora con una relación muy cercana con Dios y la santa india. "Nos han regalado varios cuadros, pinturas y reliquias de Santa Kateri. Los cuadros están en nuestras paredes y las reliquias guardadas con nuestros rosarios, en un sitio especial. Nuestra relación con ella ha aumentado a medida que rezamos para que siga cuidándonos y para que interceda por los que nos piden oraciones especiales", explica Elsa a ReL.
Orgullosos de su doble herencia
Los Finkbonner están muy orgullosos de su doble herencia hispana y amerindia. Los lummi, que son unos 5.000 y viven en una reserva en la Costa Pacífica junto a la frontera canadiense de EEUU, fueron evangelizados por misioneros oblatos en el s.XIX. Don Finkbonner, el padre de Jake, creció en la reserva y recuerda que de niño le contaban la historia de Kateri Tekakwitha, el "lirio de los mohawk", a la que otros jóvenes molestaban por haberse hecho cristiana.
"Ser nativos americanos e hispánicos es simplemente una bendición para nuestros hijos, que llevan ambas raíces en su herencia. Queremos que estén orgullosos de ellas y que las representen bien", explica Elsa.
El día de la canonización de Santa Kateri, el pasado 21 de octubre, también se canonizó a la catalana Carmen Sallés. "No teníamos familiaridad con Carmen Sallés antes de ese día, pero siendo de ascendencia hispana estamos orgullosos de tener alguien de cada lado, una nativa americana y una española, representando las herencias de nuestros hijos", comenta Elsa.
Un milagro bajo supervisión médica
El milagro de Jake sucedió en 2006, en el Hospital Infantil de Seattle y la cámara hiperbárica del centro médico Virginia Mason, bajo la supervisión de un equipo pediatra e interdisciplinar.
Jugando al baloncesto en su ciudad de Sandy Point, se cayó al suelo y se hizo una herida en la boca. Por esa herida entró la bacteria Fasciitis necrocitante, también llamada Strep A, y, en lenguaje más alarmante, la "bacteria devoradora de carne". Genera toxinas que disuelven los tejidos a gran velocidad y a menudo la única forma de salvarse es cortar con rapidez el miembro infectado; así perdió su pierna en 1994 el antiguo primer ministro de Quebec, Lucien Bouchard, o quedó sin brazo en 2004 el Nobel de física Eric Allin Cornell.
La amputación no era una opción con Jake porque la infección estaba en su cara.
Las fotos (que se pueden ver en la web de Jake, en http://www.jakefinkbonner.com/Photo_Gallery.php ) son muy duras. Cada día los doctores del Hospital Infantil de Seattle cortaban más y más trozos de piel y tejidos, sin frenar la enfermedad. Tampoco lo frenaba el oxígeno de la cámara hiperbárica del centro Virginia Mason. La infección se extendió por el cuello y por los hombros. Cada noche los médicos pensaban que el niño moriría.
La intercesión de Santa Kateri
El padre Tim Sauer, párroco de los Finkbonner en esa época, atendía también la reserva lummi (allí iban a misa los abuelos paternos de Jake) y otra parroquia más y puso a rezar a todas sus comunidades pidiendo la intercesión de Kateri Tekakwitha. Su abuela clavó con un alfiler una estampa de Kateri en la cama de Jake.
Del 21 de febrero al 4 de marzo, los médicos realizaron 20 operaciones quirúrgicas cortando piel y tejidos. Ese día, llegó al hospital otra india, que también era de etnia mohawk y que también se llamaba Kateri: la religiosa Kateri Mitchell, de las Hermanas de Santa Ana, congregación nacida en Quebec en el s.XIX. Traía, por encargo del entonces arzobispo de Seattle, Alexander Brunnett, una reliquia de la beata Tekakwitha: un fragmento del hueso de su muñeca.
Esta reliquia tenía su historia: en 1980, cuando se beatificó a Kateri, el postulador, el jesuita Paolo Molinari se la había entregado al vicepostulador, que al morir se lo pasó a la Conferencia Tekakwitha, una asociación que representa a los católicos amerindios de EEUU (hay unos 680.000 nativos norteamericanos católicos, algo más de un 20% del total).
La hermana Kateri Mitchell puso la reliquia junto a la pierna del niño. A estas alturas, la familia estaba ya muy debilitada. Cuando más tarde llamaron al matrimonio Finkbonner para darle los resultados de la prueba recién realizada esperaban lo peor. "Recuerdo que el último día que nos reunimos con todo el grupo de doctores, Elsa ni siquiera quería escucharles. Se quedó atrás, esperando", recuerda Donny, su marido.
Un informe de 472 páginas
Los médicos tenían noticias increíbles. "Se había parado. Era como un volcán en erupción, y lo abrieron...¡y se había ido! Fue un día asombroso", explica Donny.
Hace unas semanas, a sus 88 años, el padre Molinari enseñaba con alegría el dossier sobre el milagro a un periodista de EEUU que acudió a Roma a la canonización: 472 páginas de informes médicos. Los doctores de Seattle consideraban que no era su acción la que había detenido la infección y no tenían explicación médica. El vicepostulador de la causa, Paul A. Lenz explicó que "ellos no creen que su habilidad médica fuese la cura; cada noche pensaban que Jake iba a morir".
Lo mismo decretaron dos médicos designados por la Santa Sede para examinar el caso de forma preliminar, y después coincidió en ello el gabinete de 7 médicos que lo examinó a continuación. La Iglesia determinó el milagro y la intercesión de la santa.
Una visión de la otra vida
Jake pasó la mayor parte de esos días profundamente sedado, debatiéndose entre la vida y la muerte. En ese estado, tuvo una visión, que el niño de 5 años contó a su madre en cuanto despertó.
"Veía abajo el hospital, veía mi familia. Lo único que no veía era a mí mismo", explicó. También vio a parientes difuntos, como su tío y su bisabuela, y ángeles. Y el Cielo y a Dios. Dijo que Dios se sentaba en una gran silla y que era muy alto. "No era del tamaño de una persona normal", afirma Jake. "Le di un abrazo a Dios. Le pregunté si podía estar en el Cielo, porque me gustaba de verdad estar allí. Y Él me dijo que no, porque mi familia me necesitaba en la tierra".
Elsa Finkbonner recuerda que ella estaba sentada junto a su hijo de cinco años, terriblemente deformado. "Recuerdo que él yacía allí, en su cama de hospital, en su habitación, y se sentó muy recto y dijo: me han alzado ["I´ve been raised", en inglés]. Y yo dije: ¿dónde? Y me dijo: al Cielo". Y le contó su visión.
La historia se parece un poco a la de Colton Burpo, un niño de 4 años que a punto de morirse durante una operación "vio el Cielo" y lo fue explicando a su padre, un pastor protestante de Nebraska llamado Todd Burpo, que lo narra en el libro "El Cielo es real", que ha tenido bastante éxito de ventas.
Pero Elsa explica a ReL que "he oído hablar de ese libro pero no lo he leído. Tengo mis propios pensamientos y recuerdos de la historia que contó Jake, que estoy intentando escribir yo misma. No quiero leer ese libro para que no interfiera en mis pensamientos de la historia de Jake".
Por su parte, su hijo en su web tiene un consejo para los que sufren enfermedades que pueden ser mortales. "No os asustéis en absoluto. En cualquier caso, será algo bueno. Si vais al Cielo, estaréis en un lugar mejor. Si vivís, volveréis con vuestra familia", asegura el chico con tranquilidad.
En Roma y en la prensa mundial
Los Finkbonner, desde entonces, han contado su experiencia a la prensa local, a la católica y, en los días de la canonización, a las agencias internacionales como Associated Press.
En Roma, Jake ofició de monaguillo en sendas misas en San Juan de Letrán y en San Pablo Extramuros con el nuevo arzobispo de Seattle, J. Peter Sartain, y con su párroco actual, Scott Connolly. Visitó la Basílica de la Santa Cruz y le impresionó profundamente ver las reliquias de la Cruz. En la misa de canonización, toda la familia comulgó de manos del Papa Benedicto XVI, su hermana pequeña por primera vez. "Vaya historia para contar al grupo de catequesis de Primera Comunión", escribe en su web.
También fueron recibidos en una recepción por la embajadora de Canadá, Anne Leahy, con grandes aplausos. Aunque Canadá sea uno de los países más laicistas y descristianizados del mundo, y los Finkbonner sean una familia estadounidense católica (del matrimonio gay recientemente legalizado en su estado de Washington, Elsa dice que "es algo que no apoyamos"), Santa Kateri murió en Canadá, y tanto los diplomáticos canadienses como el arzobispo de Quebec, Gerald Lacroix, quisieron estar presentes en Roma. En la canonización estuvieron presentes varios centenares de nativos norteamericanos, incluyendo muchos indios lummi.
Los Finkbonner después visitaron Venecia y París, pero Jake comenta que esas visitas no tenían tanto interés espiritual ni eran tan emocionantes como Roma.
Con 12 años, Jake sigue siendo un entusiasta del baloncesto y también le gusta correr y los videojuegos. Ayuda en la parroquia y tiene bastante claro que de mayor le gustaría ser cirujano plástico, que ayude a reparar rostros, como a él le ayudaron los médicos a los que admira.
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