En Mozambique, cientos de niños son secuestrados, violados y obligados a ver la muerte de sus padres
La violencia del islamismo continúa desatada en Cabo Delgado (Mozambique), desde que en octubre de 2017, al-Shabaab –grupo yihadista leal al Estado Islámico– comenzó a atacar instalaciones del Gobierno del interior de la provincia en lo que se creían enfrentamientos tribales.
Ahora, el conflicto se ha recrudecido y es una auténtica guerra por los recursos naturales del país, en la que cientos de niños son secuestrados de forma cotidiana: “Los terroristas utilizan a los niños para adherirlos a sus filas, a las niñas las violan y convierten en sus esposas”, cuenta el padre Fonseca a Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Miles de muertos, desplazados y religiosas raptadas
Ayuda a la Iglesia Necesitada contabiliza el horror de Cabo Delgado en 2.500 muertos y 750.000 desplazados desde octubre de 2017, además de un elevado número de niños y niñas raptados.
El padre Fonseca, encargado de las comunicaciones en la diócesis de Pemba, ciudad costera y capital de Cabo Delgado, fue alertado de los secuestros por la religiosa brasileña Eliane da Costa. Se encontraba en Mocímboa da Praia en agosto de 2020 cuando la ciudad cayó en poder de los terroristas tras derrotar al propio ejército. Da Costa, perteneciente a la congregación de San José de Chambéry, fue secuestrada junto con su compañera Inés Ramos.
Los niños, futuros terroristas
“La Hna. Eliane pasó 24 días entre los terroristas, en el monte, y me pidió: ‘Padre Fonseca, no se olvide de las personas raptadas, sobre todo de los niños y adolescentes que son entrenados para ser terroristas’”, cuenta el p. Fonseca en una entrevista con Ayuda a la Iglesia Necesitada.
“La radicalización es el objetivo”, menciona el padre Fonseca. “Estamos hablando de jóvenes y niños que dejaron sus casas el año pasado o el anterior… es mucho tiempo en contacto con el mal, y acabas asimilándolo. La interacción puede convertirlos en los peores terroristas”.
Con dos años vio morir a su padre
Junto con el secuestro y rapto de las religiosas, el p. Fonseca menciona el drama humano al que se ven sometidas las familias de Cabo Delgado. En Mucojo, en la provincia de Macomia, reside Mina. Cuenta al sacerdote que aparecieron por sorpresa cinco hombres. Más tarde supo que eran terroristas de Al-Shabaab.
“Encontraron a Mina con su marido, su hermano y sus cuatro hijos. `Nos vamos a llevar a estos dos niños´, dijeron. Se llevaron a tres, uno de 14, otro de 12 y otro de 10 años. Ataron al marido y al hermano e insistieron en que la mujer se fuera. Ella se negó. Mina presenció, junto con su hija de dos años, como degollaban a su marido y a su hermano. Hoy, esta niña continúa asustada e insiste en que vuelvan a la aldea para ver a su padre. Presenció toda la escena”.
Se juegan la vida por ver a los suyos
Desde hace dieciséis años, la hermana carmelita Blanca Nubia tiene su comunidad en Macomia, donde el conflicto se encuentra más recrudecido. Desplazada a 180 kilómetros de su antigua misión, contó a Mundo Cristiano como una vez al mes, asume el riesgo de volver a su residencia y visitar a su gente y los trabajadores de la ciudad. “Cuando lo hacemos, sabemos que tenemos que informarnos bien de cómo están las condiciones para ir”, advierte. “Sabemos que algún día si podemos encontrarnos con una situación delicada”
Se encuentra a decenas de kilómetros del horror, pero se muestra confiada y esperanzada. “Puede extenderse a otros distritos, pero no parece que sea una cosa inmediata. Para ocupar toda la provincia les queda un distrito importante al que aún no han llegado, donde están concentradas las fuerzas armadas. Confiamos en que las cosas vayan encontrando su solución con los esfuerzos que están haciendo las autoridades y quienes colaboran con ellos”.