Podría ser el milagro para canonizar al Papa polaco
Un exalcalde colombiano se curó de párkinson invocando a Juan Pablo II
La Conferencia Episcopal colombiana ha enviado este caso a la Causa de los Santos en Roma. Marco Fidel Rojas enfermó en 2005, rezó al Papa en 2010 y ahora muestra el certificado de un prestigioso neurólogo confirmando su curación.
Las manos de Marco Fidel Rojas ya no tiemblan. Mueve sus dedos, como tocando piano, y cuenta que así le saltaban cuando padecía párkinson. Tiene 68 años y fue alcalde de Tarqui y de San Agustín (en Colombia, 14.000 y 27.000 habitantes respectivamente). Estuvo enfermo, pero hoy se declara sano y asegura que es gracias a la intercesión del beato Juan Pablo II, a quien se le encomendó en una noche de desespero, según relata José Alberto Mojica en el diario colombiano El Tiempo.
Sólo en Colombia, 300 favores del Beato
Unos 300 testimonios como el suyo, de supuestas sanaciones o favores del Papa polaco, han llegado a la Conferencia Episcopal Colombiana. De estos, considera El Tiempo, el caso de Marco Fidel es el más contundente, pues cumple con dos importantes requisitos para ser considerado milagro: el testimonio de fe y un soporte médico que respalda la sanación de una enfermedad incurable y degenerativa. De ser probado el milagro, el Papa sería proclamado santo.
Los expertos consideran que el caso de Marco Fidel, que ya fue enviado al despacho vaticano encargado de la causa de canonización de Juan Pablo II, tiene muchas posibilidades. No solo se trata de una sanación de párkinson -la misma enfermedad que padecía la monja francesa Marie Simon-Pierre, cuyo testimonio de sanación fue decisivo en la beatificación del Papa-, sino que cuenta con un certificado expedido en septiembre por el prestigioso neurólogo Antonio Schlesinger Piedrahíta, quien asegura que Marco Fidel está sano.
"Me desperté y todo se movía"
Todo empezó el 8 de diciembre del 2005. "Me desperté y sentí como si me hubiera tomado todo el aguardiente del mundo. Todo se movía", recuerda el hombre, nacido en Tarqui (Huila), población de la que fue alcalde en 1990, al igual que del municipio vecino de San Agustín, y donde lo recuerdan por haber llevado la luz eléctrica. Se arrastró hasta el teléfono y llamó a la empresa de emergencias médicas a la que estaba afiliado.
El médico que lo atendió -dice su historia clínica- le recetó medicamentos elementales para el vértigo y le recomendó reposo. Nada más. Pero una semana después, le diagnosticaron un accidente cerebrovascular, cuya principal consecuencia fue el mal de Párkinson.
"Me desplomaba en cualquier momento. Varias veces me caí en la calle", evoca y asiente con la cabeza. Un día, en el centro de Bogotá, se fue de bruces y un taxi casi le pasa por encima. Se levanta el pantalón y muestra unas rodillas llenas de cicatrices por los golpes. Al llegar a casa, se sintió devastado y muy solo.
Marco Fidel no se casó porque amaba su libertad para viajar por el mundo y conocer museos, su gran pasión. Fue la noche del 27 de diciembre del 2010 cuando recordó que en uno de sus viajes a Roma, conoció a Juan Pablo II y que habló con él unos segundos.
"Tengo un amigo en el Más Allá. Y tuvo párkinson -dice, y recuerda su oración-: Venerable padre Juan Pablo II: venga y sáneme, ponga sus manos en mi cabeza". Esa noche durmió profundamente. Y al despertarse se sintió efusivo, con los bríos recuperados. Se levantó sin bamboleos, ya no tenía que pegarse a la pared para no caerse. Las manos no le temblaban. "Sí, Juan Pablo II hizo el milagro de curarme", suelta con devoción.
Difunde su devoción
Después de suspender el tratamiento, se convirtió en un fervoroso devoto de Juan Pablo II. Usa parte de su pensión (sus ahorros se le fueron en los tratamientos particulares que la EPS le negó) para distribuir postales y estampitas con la imagen del Papa. "La gran promesa que le hice a mi sanador, al beato, es regar devoción por donde pueda".
Ahora que sabe que tiene el respaldo de la Iglesia y que su caso fue enviado al Vaticano, sueña que su testimonio sea estudiado con detenimiento. Que Juan Pablo II sea proclamado santo gracias a él, explica al diario colombiano, sería como volver a nacer.
Sólo en Colombia, 300 favores del Beato
Unos 300 testimonios como el suyo, de supuestas sanaciones o favores del Papa polaco, han llegado a la Conferencia Episcopal Colombiana. De estos, considera El Tiempo, el caso de Marco Fidel es el más contundente, pues cumple con dos importantes requisitos para ser considerado milagro: el testimonio de fe y un soporte médico que respalda la sanación de una enfermedad incurable y degenerativa. De ser probado el milagro, el Papa sería proclamado santo.
Los expertos consideran que el caso de Marco Fidel, que ya fue enviado al despacho vaticano encargado de la causa de canonización de Juan Pablo II, tiene muchas posibilidades. No solo se trata de una sanación de párkinson -la misma enfermedad que padecía la monja francesa Marie Simon-Pierre, cuyo testimonio de sanación fue decisivo en la beatificación del Papa-, sino que cuenta con un certificado expedido en septiembre por el prestigioso neurólogo Antonio Schlesinger Piedrahíta, quien asegura que Marco Fidel está sano.
"Me desperté y todo se movía"
Todo empezó el 8 de diciembre del 2005. "Me desperté y sentí como si me hubiera tomado todo el aguardiente del mundo. Todo se movía", recuerda el hombre, nacido en Tarqui (Huila), población de la que fue alcalde en 1990, al igual que del municipio vecino de San Agustín, y donde lo recuerdan por haber llevado la luz eléctrica. Se arrastró hasta el teléfono y llamó a la empresa de emergencias médicas a la que estaba afiliado.
El médico que lo atendió -dice su historia clínica- le recetó medicamentos elementales para el vértigo y le recomendó reposo. Nada más. Pero una semana después, le diagnosticaron un accidente cerebrovascular, cuya principal consecuencia fue el mal de Párkinson.
"Me desplomaba en cualquier momento. Varias veces me caí en la calle", evoca y asiente con la cabeza. Un día, en el centro de Bogotá, se fue de bruces y un taxi casi le pasa por encima. Se levanta el pantalón y muestra unas rodillas llenas de cicatrices por los golpes. Al llegar a casa, se sintió devastado y muy solo.
Marco Fidel no se casó porque amaba su libertad para viajar por el mundo y conocer museos, su gran pasión. Fue la noche del 27 de diciembre del 2010 cuando recordó que en uno de sus viajes a Roma, conoció a Juan Pablo II y que habló con él unos segundos.
"Tengo un amigo en el Más Allá. Y tuvo párkinson -dice, y recuerda su oración-: Venerable padre Juan Pablo II: venga y sáneme, ponga sus manos en mi cabeza". Esa noche durmió profundamente. Y al despertarse se sintió efusivo, con los bríos recuperados. Se levantó sin bamboleos, ya no tenía que pegarse a la pared para no caerse. Las manos no le temblaban. "Sí, Juan Pablo II hizo el milagro de curarme", suelta con devoción.
Difunde su devoción
Después de suspender el tratamiento, se convirtió en un fervoroso devoto de Juan Pablo II. Usa parte de su pensión (sus ahorros se le fueron en los tratamientos particulares que la EPS le negó) para distribuir postales y estampitas con la imagen del Papa. "La gran promesa que le hice a mi sanador, al beato, es regar devoción por donde pueda".
Ahora que sabe que tiene el respaldo de la Iglesia y que su caso fue enviado al Vaticano, sueña que su testimonio sea estudiado con detenimiento. Que Juan Pablo II sea proclamado santo gracias a él, explica al diario colombiano, sería como volver a nacer.
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