Los presagios sobre Shabaz Bhatti, el ministro asesinado por defender la libertad de Asia Bibi

El libro Shahbaz Bhatti. La vida y el martirio de un cristiano en Pakistán, de Roberto Zuccolini y Roberto Pietrolucci, fue presentado este viernes en la basílica de San Bartolomé en la Isla Tiberina. La imagen que surge es la de un ministro de Pakistán, un ferviente católico que fue martirizado por querer el diálogo con todas las minorías de su país, un diálogo genuino y no relativista, porque partía sin renunciar a su fe.

Entre los oradores estuvieron Andrea Riccardi, ministro de Cooperación Internacional e Integración; Paul Bhatti, consejero especial del primer ministro de Paquistán para los Asuntos de las Minorías; Mark Tarquinio, director del diario Avvenire; y el cardenal Jean-Louis Pierre Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. Estuvieron presentes los autores ante unas ochocientas personas.

Esta basílica de San Bartolomé conserva expuesta la Biblia que acompañaba a Shahbaz, y con la cual había rezado antes de ser asesinado.

El riesgo de una política al servicio de los demás
El cardenal Touran refirió que la última vez que se vieron en el aeropuerto de Islamabad, Shahbaz le confió: "Yo sé que me van a matar. Doy mi vida en favor del diálogo interreligioso".

El purpurado recordó que el cristiano siempre será incómodo en un mundo que tiene dificultad en aceptar el escándalo de la cruz e invitó a entender la figura del martirio de Shahbaz, "que no es un martirio contra los otros, sino dar su vida en favor de todos".

Después de la presentación, Zenit le preguntó si hay razones para abrir un proceso de beatificación de Shahbaz, a lo que el cardenal respondió que es la Iglesia local la que debe tomar la iniciativa: "Es una figura, un verdadero mártir, no hay duda”.

En cuanto al verdadero diálogo, indicó el cardenal Tauran, "para que sea auténtico y fructífero las partes deben empezar por afirmar su fe, contrariamente al relativismo, porque no se puede dialogar en un ámbito que no tenga una base". Porque “la primera cosa en el diálogo es que las partes conozcan el contenido de su fe y la religión, para que puedan dialogar con las ideas claras. Él conocía el catecismo de la Iglesia católica, tenía las ideas claras, por lo que su diálogo era fructífero, con él no había relativismo”.

"Nunca pensó en abandonar su país"
El director del diario Avvenire, de la Conferencia Episcopal Italiana, destacó que "Shahbaz era un hombre que nunca pensó abandonar Pakistán, como sucede en otros países donde las minorías son perseguidas". Sostuvo que "su figura emerge con toda claridad y nos invita a mirar más allá de horizontes un poco miopes". Fue "una decisión que tomó desde muy joven, porque a los 17 años ya había decidido trabajar por las minorías y el diálogo, no como algo opcional, sino como un elemento fundamental".

"No buscó la muerte, pero no retrocedió delante del peligro"
En cuanto a Ricciardi, recordó que Bhatti "tenía en la Biblia un compañero de su vida diaria. Fue una persona que no buscó la muerte, pero no retrocedió ante el peligro. Que no renunció a su ministerio, el de ser ministro en el sentido más profundo, es decir, servidor".

Fue un cristiano orgulloso de ser paquistaní, que "sabía que estaba bajo el fuego de los talibanes y Al Qaeda... Un católico convencido de que Jesús era la fuerza de su vida".

"Nos indicó que la dignidad humana no tiene precio"
El hermano de Shahbaz, Paul Bhatti, que le ha sustituido como ministro de las Minorías, dijo que el asesinato de su hermano "nos ha enseñado que la dignidad humana no tiene precio". Y narró que desde niño se veía en él un carisma especial y una gran fe, un hombre que no sólo predicaba sino que también practicaba y a los18 años sufrió la acusación de blasfemia.

Paul refirió lo que le había dicho el primer ministro de Canadá: "Hablé con él cinco minutos, que cambiaron toda mi vida". Y contró otra anécodota de su hermano: cuando un pueblo cristiano fue incendiado, Shahbaz quiso que la policía encontrase rápidamente a los responsables, y se sentó en las vías del tren hasta que hallaron a los autores.

Paul recordó que temiendo por su vida lo habían invitado a permanecer en Italia y de no regresar a Paquistán, pero él respondió: "¿Quién me puede garantizar que en Italia no existe la muerte?".