El obispo de Jaén promete «un fuerte impulso evangelizador» y «proteger al rebaño del secularismo»
Amadeo Rodríguez Magro, hasta ahora obispo de Plasencia, tomo posesión este sábado de su cátedra como nuevo obispo de Jaén, en una ceremonia a la que asistieron tres cardenales, una treintena de obispos, doscientos sacerdotes y más de dos mil fieles.
El nuncio apostólico en España, Renzo Fratini, presentó al nuevo obispo al cabildo catedralicio, cuyo deán le dio a besar el Lignum Crucis y le ofreció agua bendita con la que el prelado se hizo la señal de la Cruz y asperjó a los presentes. Tras orar ante el Santísimo, comenzó la eucaristía.
En su intervención, monseñor Fratini presentó la misión del obispo como el acompañamiento del hombre en su búsqueda de la salvación por los caminos de la vida, todo lo cual puso bajo la protección de la Virgen de la Cabeza, cuyo santuario había visitado monseñor Rodríguez Magro el viernes.
Impulso evangelizador
"Me propongo animar la vida de la diócesis con un fuerte impulso evangelizador", dijo el nuevo obispo en su homilía, que centró en torno a "una bella imagen que hoy se suele utilizar para hablar del ministerio del obispo: hablaré del perfume del apóstol".
Un perfume que concretó en el olor "de la unidad, que es el olor de la Iglesia", y en el "olor de comunión, característico del apóstol": "Será la vida ordinaria de nuestros pueblos el espacio vital en el que habremos de poner la esencia olorosa de la unidad evangélica: en la educación integral de los niños, en el desarrollo vital de los jóvenes, en las opciones personales y sociales de los adultos y en el respeto agradecido a la sabiduría acumulada de los mayores".
También ser refería al "buen olor de Cristo", que "embellece y hace atractiva la vida del cristiano, le revela su propia esencia, pues todos hemos sido ungidos por el Espíritu Santo con ese olor esencial", y consiste en buscar "la meta de la santidad".
El secularismo, amenaza contra el perfume evangélico
Por último, en línea con el Papa Francisco, mencionó el "olor a oveja": "Para esa diligencia en la misericordia, es necesario que el olor del sufrimiento nunca nos sea indiferente. Es verdad que ese olor no es grato, pero transitar por él perfuma mucha santidad. Donde huele a dolor es donde nuestra misión es más semejante a la del Buen Pastor. Por eso es tan importante ir a las periferias existenciales. En ellas están las heridas más sangrantes, y las sufren los que han de ser los predilectos de la Iglesia: los pobres, los enfermos, los más débiles, los excluidos y por supuesto los pecadores".
"El obispo ha de ser un experto rastreador de terrenos en los que buscar a la oveja perdida", continuó: "Y hoy, como todos sabemos, hay muchos ámbitos culturales y sociales que se nutren de aquellos que se alejaron para hacer su vida al margen de Dios, de su Bautismo y de una vida cristiana, que un día iniciaron, pero luego fueron abandonando poco a poco. Buscar a esos y a los que nunca estuvieron con nosotros, ha de ser para mí una preocupación permanente".
Por último, prometió que bregaría "para proteger al rebaño, para que no lo dañen los fuertes vientos de un secularismo que pretende anular de las conciencias el sentido de Dios, borrar del humus social y cultural la impronta de Jesucristo y corromper, para sus propios intereses la dignidad de los seres humanos. Si no estamos vigilantes, esas corrientes pueden hacer que se evapore nuestro perfume evangélico".
El nuncio apostólico en España, Renzo Fratini, presentó al nuevo obispo al cabildo catedralicio, cuyo deán le dio a besar el Lignum Crucis y le ofreció agua bendita con la que el prelado se hizo la señal de la Cruz y asperjó a los presentes. Tras orar ante el Santísimo, comenzó la eucaristía.
En su intervención, monseñor Fratini presentó la misión del obispo como el acompañamiento del hombre en su búsqueda de la salvación por los caminos de la vida, todo lo cual puso bajo la protección de la Virgen de la Cabeza, cuyo santuario había visitado monseñor Rodríguez Magro el viernes.
Impulso evangelizador
"Me propongo animar la vida de la diócesis con un fuerte impulso evangelizador", dijo el nuevo obispo en su homilía, que centró en torno a "una bella imagen que hoy se suele utilizar para hablar del ministerio del obispo: hablaré del perfume del apóstol".
Un perfume que concretó en el olor "de la unidad, que es el olor de la Iglesia", y en el "olor de comunión, característico del apóstol": "Será la vida ordinaria de nuestros pueblos el espacio vital en el que habremos de poner la esencia olorosa de la unidad evangélica: en la educación integral de los niños, en el desarrollo vital de los jóvenes, en las opciones personales y sociales de los adultos y en el respeto agradecido a la sabiduría acumulada de los mayores".
También ser refería al "buen olor de Cristo", que "embellece y hace atractiva la vida del cristiano, le revela su propia esencia, pues todos hemos sido ungidos por el Espíritu Santo con ese olor esencial", y consiste en buscar "la meta de la santidad".
El secularismo, amenaza contra el perfume evangélico
Por último, en línea con el Papa Francisco, mencionó el "olor a oveja": "Para esa diligencia en la misericordia, es necesario que el olor del sufrimiento nunca nos sea indiferente. Es verdad que ese olor no es grato, pero transitar por él perfuma mucha santidad. Donde huele a dolor es donde nuestra misión es más semejante a la del Buen Pastor. Por eso es tan importante ir a las periferias existenciales. En ellas están las heridas más sangrantes, y las sufren los que han de ser los predilectos de la Iglesia: los pobres, los enfermos, los más débiles, los excluidos y por supuesto los pecadores".
"El obispo ha de ser un experto rastreador de terrenos en los que buscar a la oveja perdida", continuó: "Y hoy, como todos sabemos, hay muchos ámbitos culturales y sociales que se nutren de aquellos que se alejaron para hacer su vida al margen de Dios, de su Bautismo y de una vida cristiana, que un día iniciaron, pero luego fueron abandonando poco a poco. Buscar a esos y a los que nunca estuvieron con nosotros, ha de ser para mí una preocupación permanente".
Por último, prometió que bregaría "para proteger al rebaño, para que no lo dañen los fuertes vientos de un secularismo que pretende anular de las conciencias el sentido de Dios, borrar del humus social y cultural la impronta de Jesucristo y corromper, para sus propios intereses la dignidad de los seres humanos. Si no estamos vigilantes, esas corrientes pueden hacer que se evapore nuestro perfume evangélico".
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