«Madre María de la Purísima me hace favores morrocotudos»: España celebra y ora con su nueva santa
En el convento que las Hermanas de la Cruz tienen en Madrid –a pocos metros de la calle Ferraz– el timbre de la puerta suena constantemente. Detrás del sonido estridente se esconden miles de historias de marginación, soledad y pobreza que las religiosas atienden con una alegría y ternura abrumadora.
En el propio torno, junto a la calle, cada mañana las hermanas tienen listo los bocadillos que preparan gracias a la limosna que reciben para ayudar a los más desvalidos.
El resto del tiempo lo dedican a rezar y a visitar en sus casas a los enfermos cuyas familias han abandonado o no pueden cuidar.
Pero estos días el timbre suena más que de costumbre, con motivo de la canonización de Madre María de la Purísima. Esta mujer de una «sonrisa serena y sobrenatural» fue hasta hace no muchos años la madre general de esta congregación, fundada en 1875 por otra santa, Ángela de la Cruz. «Si Madre María de la Purísima estuviera viva hoy tendría 89 años», comenta la hermana María.
«Santa súbita»
María Isabel Salvat Romero nació en Madrid el 20 de febrero de 1926 en el seno de una familia de buena posición social y con 18 años ingresó en la Compañía de la Cruz. Murió en Sevilla el 31 de octubre de 1998 a los 72 años como consecuencia de un cáncer –hace apenas 17 años–.
«El día de su entierro no se podía entrar en el convento que las hermanas tienen en Sevilla de la cantidad de gente que había. Todos los que estaban allí decían que Madre María de la Purísima era una santa», comenta Olga Salvat, su sobrina.
Tal era su fama de santidad que la religiosa es la segunda santa en la Iglesia Católica con el proceso de canonización más rápido, el primero fue san Juan Pablo II.
Las hermanas recuerdan a Madre María de la Purísima como «una santa de lo cotidiano». «Hacía las cosas de la vida cotidiana de forma extraordinaria, con amabilidad, paciencia y entusiasmo. Era una santa siendo normal», comenta la hermana María. Su trato amable y exquisito hacía que todas y cada una de las personas con las que trataba «se sintieran especiales».
«Todos se sentían queridos por ella. Cuando murió descubrimos que muchas de las hermanas decían ‘que eran la favorita’ de Madre», recuerda Olga, que ha viajado a Roma junto a otros dos sobrinos de la santa para asistir a la ceremonia de canonización, presidida por el Papa Francisco. También han asistido más de 150 religiosas procedentes de las casas que las monjas tienen en Argentina, España y Roma, además de un centenar de personas pobres y enfermas que las religiosas cuidan a diario.
"Me hace favores morrocotudos"
Entre ese numeroso grupo también estará una de sus amigas de la infancia, Coralí Cámara Gasset. «No todo el mundo tiene la gracia de tener una amiga santa. Además me hace unos favores morrocotudos», comenta esta anciana, que el próximo mes de enero cumplirá 99 años.
En 1944, Coralí acompañó a Madre María de la Purísima a Sevilla para que ingresara como novicia en el convento que las religiosas tienen al lado de la plaza de la Encarnación.
La señora Coralí Cámara Gasset acompañó a una joven María Isabel Salvat a ingresar en el convento hace más de 70 años (Foto: Ernesto Agudo, ABC)
«La conocí en Cerdedilla donde pasaba el verano y la acompañamos junto a su madre a Sevilla». Al principio su madre estaba un poco preocupada por las reglas austeras de la congregación, pero luego se sintió reconfortada al leer la alegría que transmitían las cartas que le enviaba María Isabel.
Coralí recuerda a su amiga como «una mujer muy alegre y siempre preocupaba por los demás». «No importaba que fuera la madre general, igual lavaba el suelo que atendía cuestiones de la congregación», recuerda esta mujer, que pese a estar en una silla de rueda tras quebrarse la cadera no se perderá este domingo la ceremonia.
En la capital hispalense las Hermanas de la Cruz son toda una institución. «No se entendería Sevilla sin ellas. Allí ni del Betis, ni del Sevilla, las hermanas de la Cruz son de todos», recuerda Olga. Para la familia Salvat la canonización de Madre María de la Purísima «es un regalo de Dios». «Lo vivimos con mucha emoción y alegría. Supone una herencia espiritual enorme y eso genera mucho vértigo».
En el propio torno, junto a la calle, cada mañana las hermanas tienen listo los bocadillos que preparan gracias a la limosna que reciben para ayudar a los más desvalidos.
El resto del tiempo lo dedican a rezar y a visitar en sus casas a los enfermos cuyas familias han abandonado o no pueden cuidar.
Pero estos días el timbre suena más que de costumbre, con motivo de la canonización de Madre María de la Purísima. Esta mujer de una «sonrisa serena y sobrenatural» fue hasta hace no muchos años la madre general de esta congregación, fundada en 1875 por otra santa, Ángela de la Cruz. «Si Madre María de la Purísima estuviera viva hoy tendría 89 años», comenta la hermana María.
«Santa súbita»
María Isabel Salvat Romero nació en Madrid el 20 de febrero de 1926 en el seno de una familia de buena posición social y con 18 años ingresó en la Compañía de la Cruz. Murió en Sevilla el 31 de octubre de 1998 a los 72 años como consecuencia de un cáncer –hace apenas 17 años–.
«El día de su entierro no se podía entrar en el convento que las hermanas tienen en Sevilla de la cantidad de gente que había. Todos los que estaban allí decían que Madre María de la Purísima era una santa», comenta Olga Salvat, su sobrina.
Tal era su fama de santidad que la religiosa es la segunda santa en la Iglesia Católica con el proceso de canonización más rápido, el primero fue san Juan Pablo II.
Las hermanas recuerdan a Madre María de la Purísima como «una santa de lo cotidiano». «Hacía las cosas de la vida cotidiana de forma extraordinaria, con amabilidad, paciencia y entusiasmo. Era una santa siendo normal», comenta la hermana María. Su trato amable y exquisito hacía que todas y cada una de las personas con las que trataba «se sintieran especiales».
«Todos se sentían queridos por ella. Cuando murió descubrimos que muchas de las hermanas decían ‘que eran la favorita’ de Madre», recuerda Olga, que ha viajado a Roma junto a otros dos sobrinos de la santa para asistir a la ceremonia de canonización, presidida por el Papa Francisco. También han asistido más de 150 religiosas procedentes de las casas que las monjas tienen en Argentina, España y Roma, además de un centenar de personas pobres y enfermas que las religiosas cuidan a diario.
"Me hace favores morrocotudos"
Entre ese numeroso grupo también estará una de sus amigas de la infancia, Coralí Cámara Gasset. «No todo el mundo tiene la gracia de tener una amiga santa. Además me hace unos favores morrocotudos», comenta esta anciana, que el próximo mes de enero cumplirá 99 años.
En 1944, Coralí acompañó a Madre María de la Purísima a Sevilla para que ingresara como novicia en el convento que las religiosas tienen al lado de la plaza de la Encarnación.
La señora Coralí Cámara Gasset acompañó a una joven María Isabel Salvat a ingresar en el convento hace más de 70 años (Foto: Ernesto Agudo, ABC)
«La conocí en Cerdedilla donde pasaba el verano y la acompañamos junto a su madre a Sevilla». Al principio su madre estaba un poco preocupada por las reglas austeras de la congregación, pero luego se sintió reconfortada al leer la alegría que transmitían las cartas que le enviaba María Isabel.
Coralí recuerda a su amiga como «una mujer muy alegre y siempre preocupaba por los demás». «No importaba que fuera la madre general, igual lavaba el suelo que atendía cuestiones de la congregación», recuerda esta mujer, que pese a estar en una silla de rueda tras quebrarse la cadera no se perderá este domingo la ceremonia.
En la capital hispalense las Hermanas de la Cruz son toda una institución. «No se entendería Sevilla sin ellas. Allí ni del Betis, ni del Sevilla, las hermanas de la Cruz son de todos», recuerda Olga. Para la familia Salvat la canonización de Madre María de la Purísima «es un regalo de Dios». «Lo vivimos con mucha emoción y alegría. Supone una herencia espiritual enorme y eso genera mucho vértigo».
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