Brad Waters, de agnóstico a responsable de adoración
Neoyorquino, sin fe y endeudado en Sevilla, pensaba suicidarse: «Ve al Gran Poder», le dijeron
Brad Waters nació en Nueva York y se educó sin interés en las cosas religiosas. Su padre era un judío no practicante y su madre una agnóstica de familia protestante. Hoy Brad Waters es católico devoto y coordinador de unas seiscientos personas en adoración perpetua en Sevilla, en la capilla de las Ánimas y San Onofre (Plaza Nueva, 3).
¿Cómo recorrió una distancia geográfica y espiritual tan amplia?
Brad explica en el programa "Cambio de Agujas" de EUKMamie TV: “Yo nunca había entrado a una iglesia en mi vida. Dios era una cosa de las películas y punto. Cuando pequeño sí me gustaba ver la película de Jesús de Nazareth en la Semana Santa, porque era para mí como una película de acción”.
Cuando se separaron sus padres, siendo él aún niño, sus referentes fueron sus abuelos, que eran “millonarios”. “La solución de la vida era ganar dinero y ser rico, como mis abuelos, no tenía la más mínima duda”, señala.
Días de lujo y días de miseria
Su infancia y juventud alternaba temporadas de vivir con austeridad con su padre o su madre o de lujo con sus abuelos. Con ellos podía asistir a un Club de Campo, vestir de marca, ir a una buena escuela y a una universidad de élite, que ellos le pagaban.
“Por mis abuelos iba al colegio más caro y el mejor de la zona. Tenía mucha vergüenza de donde vivía yo (con mi padre) y no quería decirlo a otros niños ni que vinieran a mi casa… Yo podía estar un momento en el club de campo cazando y luego yendo con mi padre al supermercado para comprar, pero con los cupones de descuentos”.
Año universitario en España
En el tercer año de universidad era tradición pasar un año de estudios en el extranjero. Decidió ir a España. Pensaba que hablar español le podía ser útil para trabajar en bolsa. Al principio, la vida de estudiante en España no le gustaba, porque echaba de menos los lujos de su vida con los abuelos.
Pero un poco más adelante, visitando Sevilla en Navidad con unos amigos, el país le empezó a gustar. Además, se enamoró de una española.
Con dinero de su abuelo decidió abrir un centro de rayos UVA para bronceado que tuvo éxito.
“Como mi apellido es Waters, aguas, le pusimos por nombre Aguas. Se puso de moda, ¡ni te imaginas! Iban los famosos. Abríamos a las siete de la mañana y ya había ocho personas esperando para entrar. Llegaban hasta trescientas personas al día. Era una burrada”, recuerda. Podía llegar a facturar 10.000 dólares en un día.
Sin embargo, no estaba contento con la vida. Estaba irritado y molesto. Se enfadaba con sus padres cuando le telefoneaban. Su novia acabó por dejarle, y él prefirió volcarse en las juergas nocturnas.
“Yo quería ser el rey de la noche. Me dije, voy a montar otro centro de rayos UVA. Inauguré el más grande de Europa. Era un local de quinientos metros cuadrados con más de veinte camillas de rayos UVA. Pero para entonces debía ya un millón de dólares. Tenía 26 años y comencé a tomar créditos para pagar las cuotas de lo que debía, luego acepté tarjetas para pagar la deuda de ese crédito y así”.
Arruinado y pensando en el suicidio
Al cabo de poco llegó la Seguridad Social para empezar a embargar sus bienes. Luego, el resto de acreedores.
“Comencé a pensar en el suicidio como única solución”. Incluso comentó la posibilidad hablando por teléfono con su madre, agazapado bajo una sábana.
Llegó un momento en que explicó su situación a Juan, un amigo con el que iba de fiestas.
-No tengo ni para pagar la electricidad de casa- le dijo.
-Pues Brad, ¿sabes lo que tienes que hacer? Tienes que ir al Gran Poder -respondió su amigo Juan.
-¿Eso qué es?- preguntó el norteamericano.
- Es una iglesia, aquí en Sevilla- respondió el andaluz.
-¿Y qué hago yo en una iglesia? Juan, si tú no vas a la iglesia.
-¿Tú que sabes, Brad? Cuando he tenido problemas con mi madre, voy. Vete tú al Gran Poder, le dices tu problema, porque te lo va a solucionar, y cuando eso ocurra tú regresas, porque le tienes que dar las gracias.
Día nublado, con luz en el Gran Poder
“Yo era no creyente, pero cuando entro aquél viernes a la Iglesia del Gran Poder de Sevilla… nunca lo olvidaré. Siendo un día muy nublado, al ingresar, por el tragaluz que hay arriba, entró una luz muy fuerte… y supe que era para mí. De pronto comencé a mirar hacia todos lados y lo vi, al Señor, ahí. Recordé mi infancia y pensé, bueno, este es igual que el de las pelis de Jesús de Nazareth. Así comencé a hablarle, sin darme cuenta. Perdona -le dije-, pero es que estoy j*d*d*, estoy que yo no sé qué hacer".
Ese fin de semana sintió paz y serenidad por primera vez en mucho tiempo.
Las cosas cambian
“El lunes siguiente tuve un susto de muerte porque me llama uno de los acreedores a quien debía como quinientos mil euros y me dice: Mira Brad si esto no lo puedes pagar, tenemos la solución y es que vamos a montar un franquicia con la marca, una cadena nacional de locales, con nosotros”.
Así empezó una serie de favores que transformaron la vida de Brad y lo acercaron a Dios.
Regresó muchas veces a la Basílica de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder en Sevilla para agradecérselos. Se bautizó y recibió los sacramentos.
El año 2005, escuchando la prédica de un sacerdote que invitaba a mantener una Capilla de Adoración Eucarística Perpetua, decidió que ese era el servicio que él quería rendir a Dios.
“Por más problemas, por muchas ocupaciones y muchos líos que tenga, siempre salgo de aquí con la cabeza clarísima, con la respuesta que necesitaba. Cada aspecto de mi vida ha ido mejorando, inesperadamente, desde que hago la adoración. Es como si se dijera que me mantiene en el camino correcto”.
¿Cómo recorrió una distancia geográfica y espiritual tan amplia?
Brad explica en el programa "Cambio de Agujas" de EUKMamie TV: “Yo nunca había entrado a una iglesia en mi vida. Dios era una cosa de las películas y punto. Cuando pequeño sí me gustaba ver la película de Jesús de Nazareth en la Semana Santa, porque era para mí como una película de acción”.
Cuando se separaron sus padres, siendo él aún niño, sus referentes fueron sus abuelos, que eran “millonarios”. “La solución de la vida era ganar dinero y ser rico, como mis abuelos, no tenía la más mínima duda”, señala.
Días de lujo y días de miseria
Su infancia y juventud alternaba temporadas de vivir con austeridad con su padre o su madre o de lujo con sus abuelos. Con ellos podía asistir a un Club de Campo, vestir de marca, ir a una buena escuela y a una universidad de élite, que ellos le pagaban.
“Por mis abuelos iba al colegio más caro y el mejor de la zona. Tenía mucha vergüenza de donde vivía yo (con mi padre) y no quería decirlo a otros niños ni que vinieran a mi casa… Yo podía estar un momento en el club de campo cazando y luego yendo con mi padre al supermercado para comprar, pero con los cupones de descuentos”.
Año universitario en España
En el tercer año de universidad era tradición pasar un año de estudios en el extranjero. Decidió ir a España. Pensaba que hablar español le podía ser útil para trabajar en bolsa. Al principio, la vida de estudiante en España no le gustaba, porque echaba de menos los lujos de su vida con los abuelos.
Pero un poco más adelante, visitando Sevilla en Navidad con unos amigos, el país le empezó a gustar. Además, se enamoró de una española.
Con dinero de su abuelo decidió abrir un centro de rayos UVA para bronceado que tuvo éxito.
“Como mi apellido es Waters, aguas, le pusimos por nombre Aguas. Se puso de moda, ¡ni te imaginas! Iban los famosos. Abríamos a las siete de la mañana y ya había ocho personas esperando para entrar. Llegaban hasta trescientas personas al día. Era una burrada”, recuerda. Podía llegar a facturar 10.000 dólares en un día.
Sin embargo, no estaba contento con la vida. Estaba irritado y molesto. Se enfadaba con sus padres cuando le telefoneaban. Su novia acabó por dejarle, y él prefirió volcarse en las juergas nocturnas.
“Yo quería ser el rey de la noche. Me dije, voy a montar otro centro de rayos UVA. Inauguré el más grande de Europa. Era un local de quinientos metros cuadrados con más de veinte camillas de rayos UVA. Pero para entonces debía ya un millón de dólares. Tenía 26 años y comencé a tomar créditos para pagar las cuotas de lo que debía, luego acepté tarjetas para pagar la deuda de ese crédito y así”.
Arruinado y pensando en el suicidio
Al cabo de poco llegó la Seguridad Social para empezar a embargar sus bienes. Luego, el resto de acreedores.
“Comencé a pensar en el suicidio como única solución”. Incluso comentó la posibilidad hablando por teléfono con su madre, agazapado bajo una sábana.
Llegó un momento en que explicó su situación a Juan, un amigo con el que iba de fiestas.
-No tengo ni para pagar la electricidad de casa- le dijo.
-Pues Brad, ¿sabes lo que tienes que hacer? Tienes que ir al Gran Poder -respondió su amigo Juan.
-¿Eso qué es?- preguntó el norteamericano.
- Es una iglesia, aquí en Sevilla- respondió el andaluz.
-¿Y qué hago yo en una iglesia? Juan, si tú no vas a la iglesia.
-¿Tú que sabes, Brad? Cuando he tenido problemas con mi madre, voy. Vete tú al Gran Poder, le dices tu problema, porque te lo va a solucionar, y cuando eso ocurra tú regresas, porque le tienes que dar las gracias.
Día nublado, con luz en el Gran Poder
“Yo era no creyente, pero cuando entro aquél viernes a la Iglesia del Gran Poder de Sevilla… nunca lo olvidaré. Siendo un día muy nublado, al ingresar, por el tragaluz que hay arriba, entró una luz muy fuerte… y supe que era para mí. De pronto comencé a mirar hacia todos lados y lo vi, al Señor, ahí. Recordé mi infancia y pensé, bueno, este es igual que el de las pelis de Jesús de Nazareth. Así comencé a hablarle, sin darme cuenta. Perdona -le dije-, pero es que estoy j*d*d*, estoy que yo no sé qué hacer".
Ese fin de semana sintió paz y serenidad por primera vez en mucho tiempo.
Las cosas cambian
“El lunes siguiente tuve un susto de muerte porque me llama uno de los acreedores a quien debía como quinientos mil euros y me dice: Mira Brad si esto no lo puedes pagar, tenemos la solución y es que vamos a montar un franquicia con la marca, una cadena nacional de locales, con nosotros”.
Así empezó una serie de favores que transformaron la vida de Brad y lo acercaron a Dios.
Regresó muchas veces a la Basílica de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder en Sevilla para agradecérselos. Se bautizó y recibió los sacramentos.
El año 2005, escuchando la prédica de un sacerdote que invitaba a mantener una Capilla de Adoración Eucarística Perpetua, decidió que ese era el servicio que él quería rendir a Dios.
“Por más problemas, por muchas ocupaciones y muchos líos que tenga, siempre salgo de aquí con la cabeza clarísima, con la respuesta que necesitaba. Cada aspecto de mi vida ha ido mejorando, inesperadamente, desde que hago la adoración. Es como si se dijera que me mantiene en el camino correcto”.
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