El cansancio de la esperanza
El cansancio de la esperanza
EL CANSANCIO DE LA ESPERANZA
En la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Panamá a principios de año, el Papa Francisco invitó a los sacerdotes, religiosos y Movimientos laicales a superar el cansancio de la esperanza. Cundo hay problemas y fracasos a nivel personal o eclesial, podemos estar tentados a perder la ilusión y tirar la toalla. Es humano, pero no es cristiano. Por eso el Papa nos invita a superar esas crisis y volver a esperar, o a seguir esperando.
Me he acordado de esta recomendación del Papa Francisco cuando oí decir al nuevo Obispo Auxiliar de mi Diócesis de Cartagena que quería ser un hombre de esperanza. En nuestra Diócesis hay un Santuario dedicado a la Ntra. Sra. de la Esperanza. A el acuden muchos fieles a rezar y recuperar las ilusiones que pueden ir quedándose por el camino de la vida. Los seminaristas de la Diócesis cada año organizan una marcha juvenil a este Santuario, que llaman esperanzada. Hace mucho bien a todos contemplar a la Virgen como Madre de la ilusión, de la esperanza, del buen ánimo que nos ofrece su mano para caminar juntos hasta el final.
Habla el Papa de la fatiga del camino, y recuerda como Jesús cansado se sienta junto al Pozo de Jacob en Samaría, y allí aborda un tipo sutil de fatiga que no tiene nada que ver con la fatiga del Señor… El cansancio de la esperanza nace de constatar una Iglesia herida por su pecado y que tantas veces no ha sabido escuchar tantos gritos en el que se escondía el grito del Maestro: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me han abandonado?” Pero las últimas palabras de Jesús en la Cruz fueron “Todo está consumado”. Hasta el final, hasta que concluyamos toda nuestra tarea no podemos darnos por vencidos. Y al final entregamos nuestra alma al señor.
Hay que volver al lugar del primer amor, recomienda el Papa. Contemplar en la lejanía de nuestra vida aquel momento en el que le dijimos que sí al señor cuando nos manifestó el deseo de nuestra entrega, nuestra vocación. Cada día hay que recomenzar, pidiendo perdón por nuestro fallos con toda humildad. Nunca dar nada por perdido. Venid a Mí los que estáis cansados y agobiados que Yo os aliviare… Mi yugo es suave y mi carga ligera… Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón… Y dejarnos ayudar por el cireneo que se cruce en nuestro camino.
Escuchemos a San Pablo: Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a vosotros que creéis en él, para que reboséis de esperanza por el poder del Espíritu Santo.
(Romanos 15:13)
Pentecostés está cerca, bueno será que le pidamos este don de la esperanza para seguir sirviendo a Dios y a la Iglesia con alegría.