Lunes, 23 de diciembre de 2024

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La monja que reza por el Papa desde 1959

La monja que reza por el Papa desde 1959

por Juan García Inza

 
La hermana Emmanuel Hofbauer se tomó muy en serio la instrucción de Santa Teresa de Ávila de rezar por los sacerdotes. A la edad de 11 años, le mostraron una foto de la ordenación del Padre Joseph Ratzinger y su hermano Georg. Ella cuenta que esta experiencia le confirmó misteriosamente su deseo de convertirse en monja y rezar de forma especial por los sacerdotes.
Ahora, uno de ellos celebra su quinto aniversario como Papa.
El entonces Padre Georg Ratzinger trabajó en su parroquia en una pequeña villa bávara al pie de los Alpes, cerca del pueblo de Oberammergau, famoso por sus piadosas representaciones de la Pasión. El Padre Joseph Ratzinger se convertiría eventualmente en el arzobispo de Munich, la arquidiócesis en la que ella vivió.
Después de trasladarse a los Estados Unidos en 1955 y asistir a la Academia de los Santos Nombres en Seattle, ella ingresó en el monasterio carmelitano de Seattle en 1959, cuando tenía 19 años de edad. El año siguiente recibió formalmente su nuevo nombre y el hábito carmelitano distintivo. La hermana Emmanuel permaneció en Seattle hasta el 2009, cuando se trasladó al Carmelo de la Madre de Dios en San Rafael, California.
Su correspondencia con el Cardenal Ratzinger comenzó en 1986, con la ocasión de las bodas de plata de su primera profesión en 1961. La hermana Emmanuel recibió una carta del Cardenal Ratzinger en la que le agradecía por todos sus años dedicados al servicio del Señor y de Su Iglesia. Luego, continuaron enviándose correspondencia unas pocas veces cada año.
La hermana Emmanuel se encontró personalmente con el Cardenal Ratzinger cuando estuvo en Roma para la canonización de la hermana carmelita Edith Stein, en octubre de 1998.
 
La hermana Emmanuel habló recientemente con el corresponsal de “Register”, Trent Beattie.*
 
-¿Cuáles son algunos de sus recuerdos de la niñez acerca de los hermanos Ratzinger?
-Cuando los hermanos Ratzinger fueron ordenados en 1951, yo tenía sólo 11 años. Uno de mis profesores me mostró un recorte de diario de la ordenación. Esta foto de los hermanos Ratzinger me impresionó profundamente.
Yo esperaba realmente convertirme en una hermana como las hermanas de Santa Isabel que vivían cerca de nuestra casa. Una de las hermanas me dijo que había querido ingresar en el Carmelo de Colonia pero que no se lo permitieron debido a su asma. Me dijo que el apostolado del Carmelo era principalmente rezar por la Iglesia y por los sacerdotes. Decidí allí y entonces que eso era lo que estaba llamada a hacer. Quería rezar por sacerdotes santos, tales como los hermanos Ratzinger.
Mons. Georg Ratzinger se convirtió en el vicario de mi párroco entre 1951 y 1952. Joseph Ratzinger nunca fue mi pastor, pero se convirtió en el arzobispo de Munich en mayo de 1977. En junio de 1977 fue nombrado cardenal, y en noviembre de 1981 se convirtió en el cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
-¿Cuándo comenzó a escribirse con el Cardenal Ratzinger?
-Recibía noticias, especialmente sobre el entonces Arzobispo Ratzinger, por medio de mi familia, profesores y amigos. Cualquier cosa que tuviera que ver con él o con Mons. Georg me interesaba. Por alguna misteriosa razón, Dios me unió a ellos. Encontré mi vocación por medio de ellos, y ésta era rezar y sacrificar mi vida por ellos y por todos los sacerdotes.
Mi correspondencia directa con el entonces Cardenal Joseph Ratzinger comenzó en torno al año 1986. Era el año de mis bodas de plata, y él me escribió una hermosa carta que conservaré mientras viva.
Leí algunos de sus libros y artículos, y a menudo rezaba diciendo: “Señor, éste hombre debiera ser más visto y oído”. Cuando lo encontré cara a cara en 1998, sabía que sería el próximo Papa. Su elección fue un momento gozoso, emotivo.

 
-¿Cuál fue su reacción inmediata ante el hecho de que el Cardenal Ratzinger fuese elegido Papa?
-Me hizo muy feliz el hecho de que la celebración de su inauguración festiva cayese el 24 de abril, que es también el día de mi cumpleaños. Fue el mejor regalo de cumpleaños que pudiese haber recibido.
-¿Cree que el Cardenal Ratzinger, eligiendo el nombre Benedicto (por el Papa Benedicto XV, pero también por San Benito, el “Padre del monacato occidental”) mostró así su gran respeto por la vida religiosa?
No sé por qué eligió el nombre Benedicto. Creo que lo eligió más por seguir al Papa Benedicto XV, conocido como el “Papa de la Paz” – él se convirtió en Papa tan sólo unos pocos meses después del inicio de la Primera Guerra Mundial. Trabajó incansablemente por la paz y escribió la encíclica Pacem Dei Munus. Estoy segura que ama a San Benito, el padre del monacato, y que tiene un gran amor y respeto por la vida religiosa.

 
-¿Qué piensa de los últimos ataques de los medios contra Mons. Ratzinger y el Papa Benedicto?
-El ataque de los medios contra nuestro Santo Padre y contra Mons. Ratzinger es tan injusto, tan injustificado. Durante años he conocido a muchos de los Regensburger Domspatzen(miembros del famoso grupo de canto guiado una vez por Mons. Ratzinger), y ellos tienen la más alta estima por Mons. Ratzinger.
En los casos de abuso sexual cometidos por algunos miembros del clero, el demonio usa a los sacerdotes en orden a culpar a toda la Iglesia, porque odia a la Iglesia y quiere destruirla. Pero conocemos las palabras de Cristo: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.
 
Algunos han acusado a nuestro Santo Padre por no seguir el Evangelio, cuando en realidad él es un evangelio viviente. Él vive la fe, la esperanza, el amor, la reconciliación, la paz y la justicia – verdaderamente como Cristo.
-¿Qué piensa de las críticas al Papa provenientes de personas que nunca se han encontrado con él o leído ninguno de sus escritos?
-Las personas que criticaron a nuestro Santo Padre no conocen mucho de él o de sus escritos. Sólo lo conocieron como el partidario de la disciplina cuando era prefecto. No saben que en realidad él es un hombre profundamente piadoso, espiritual, humilde y discreto. Lo mismo es verdad de su hermano, Mons. Georg Ratzinger.

-¿Aún se escribe con el Papa Benedicto, o eso no es posible?
Sí, aún me escribo con su Santidad por medio de su secretario privado, que permite que mis cartas lleguen a su Santidad, y recibo unas pocas líneas y estampas por medio de su secretario. Le cuento de lo más destacado de nuestra vida aquí en el monasterio y le aseguro mis oraciones.

-¿Podría contarnos acerca de su encuentro personal con el Papa Benedicto?
En el 2006, nuestro Santo Padre visitó Alemania. Una de sus visitas fue en Pentling, cerca de Ratisbona. Mis primos cuidan su casa en Pentling. Es la casa donde él y su hermano iban a retirarse, pero Dios tenía otro plan. Mis primos me invitaron a visitarlos durante ese tiempo, y a ayudarlos a preparar la venida de nuestro Santo Padre a su casa por última vez.
Fue una experiencia inolvidable, como una reunión de familia. La policía y los guardias nos permitieron acercarnos a él. Recuerdo que él tomó mis manos y me pidió que por favor no lo olvidase en mis oraciones. Siendo que estoy celebrando mis bodas de oro el 22 de mayo de este año (tomado desde el “día del hábito”, o el “día del nombre”, que tuvo lugar en 1960), ¡espero ver a nuestro Santo Padre una vez más dentro del próximo par de años, si Dios lo permite!
-En este Año Sacerdotal, ¿cuáles son sus pensamientos acerca de rezar por los sacerdotes?
-Santa Teresita de Lisieux, como todas las hermanas carmelitas, tenía un gran amor por los sacerdotes y por el sacerdocio, pero su amor no era ingenuo. Ella sabía que los sacerdotes son frágiles seres humanos como todos nosotros. Ella quería apoyarlos en toda forma posible.
¿Amamos y apoyamos a nuestros sacerdotes como deberíamos, y como ellos lo necesitan de nosotros? Puede ser algo fácil enojarse y ver las faltas de nuestros sacerdotes, algunas veces sólo vemos su debilidad. Sin embargo, Jesús nos ha dado un tesoro invaluable en el sacerdocio. A través de Sus sacerdotes, recibimos toda la munificencia de Sus gracias por medio de los Sacramentos – y a Él Mismo en la Eucaristía.
Seguramente que debemos a nuestros sacerdotes una gratitud inmensa por el don de sí mismos a Dios en nuestro beneficio. En este Año Sacerdotal, renovemos nuestro compromiso de rezar por nuestros sacerdotes, de confirmar a nuestros sacerdotes, de amar y apoyar a nuestros sacerdotes. Ellos nos necesitan más que nunca al tiempo que tratan de seguir mostrándonos la Presencia de Dios en un mundo que cada vez más lo niega e ignora sus caminos.***

Fuente:
National Catholic Register


Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com

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