Reflexionando sobre el Evangelio (Mt 25, 14-30)
Dios también ha dado talentos a las comunidades
Es una estupenda constumbre pensar sobre los talentos que Dios nos ha dado en préstamo. Talentos que llevamos con nosotros como personas, pero que son de gran importancia en las comunidades eclesiales e Iglesia universal. Nosotros llevamos con nosotos los talentos quee deben fructificar en donde vivimos nuestra fe. ¿Qué hacemos con estos talentos? ¿Los utilizamos o los ocultamos? ¿Rechazamos utilizarlos por razones ideológicas, socio-culturales o debido a que no son bien vistos?
Hay también muchos, que si bien no saben penetrar en las cosas interiores y espirituales, sin embargo, por el deseo de alcanzar la gloria, enseñan lo bueno que pueden, y mientras se guardan de los deseos de la carne, de la ambición de las cosas terrenas y del deseo de las visibles, apartan a otros de ellas con sus consejos. (San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,1)
En la parábola de este domingo, Cristo nos recuerda que estos talentos:
- no son nuestros. Son un préstamo que Dios nos ha hecho.
- deben crecer, aumentar, y dar fruto. En cualquier momento Dios nos puede pedir cuenta sobre el uso que hemos dado a estos talentos.
- no deben ser escondidos. Guardarlos no es la solución. Los talentos deben crecer por medio de su uso continuado.
Es frecuente pensar en los talentos desde un punto de vista únicamente personal, pero los talentos también son un tesoro que Dios presta a las comunidades. Una parroquia tiene muchos parroquianos capaces de hacer cosas increibles, si se les permite colaborar y conformar el espíritu vivo de la comunidad. Muchas veces he dicho que las comunidades olvidan, con frecuencia, a las personas adultas y los mayores. Está muy bien evangelizar a nuestros jóvenes, pero quizás se puede ir un poco más allá. Los talentos maduros no los llevan siempre los jóvenes.
Es cierto que adultos no tenemos todo el tiempo del mundo y que rara vez respondemos a los llamados que se hacen. Es cierto. Los adultos tenemos una vida familiar y laboral que limita nuestra participación a tiempo completo en las comunidades. Pero no tener todo el tiempo. no nos impide hacer pequeñas cosas que sean de utilidad y que, sobre todo, se ajusten a los talentos que hemos recibido. Igual que Dios ha dado estos talentos a las personas, también los ha dado también a las comunidades donde estamos inmersos. Sin duda, poner en movimiento estos talentos traerá consigo muchos problemas. ¡Benditos problemas los que vienen de Dios! Seguro que esto puede parecer un locura, pero es justamente lo que Cristo nos dice en esta parábola. Movamos los talentos, nos guardemos para vivir más tranquilos.
Si una persona es maravillosa haciendo algo ¿Por qué no hacer un hueco para que desarrolle su talento dentro de la comunidad? Esto que propongo es una utopia en la Iglesia del siglo XXI, pero se corresponde a un modelo de comunidad viva donde los talentos se ponen verdaderamente en uso. Por desgracia las comunidades frecuentemente son lugares dormidos. Lugares donde nadie sabe casi nada de los demás y donde el objetivo es que no surjan problemas. Cuando Cristo nos llame, quizás nos pregunte por lo que hemos aportado a nuestra comunidad o a la Iglesia universal. ¿Hemos aportado algo? Creo que habrá muchas personas que dirán que no han tenido una comunidad viva donde se haya valorado sus capacidades personales. Alguno dirá que incluso se les ha recriminado por poner a disposición sus talentos.
Muchos naturalmente sabios y con talento, si fueren negligentes y dejaran perder por desidia estos dotes naturales, en comparación de aquél que, aunque algo menos capaz, compensó con su trabajo e industria lo que recibió de menos, pierden con los dotes naturales el premio que se les había prometido, y ven cómo pasa a otros. Puede también entenderse así: el que tiene fe y buena voluntad en Dios, aunque, si como hombre apareciese tener de menos en sus obras, le dará el buen juez lo que falte; pero a aquél que no tuviere fe, aunque tuviere las demás virtudes naturalmente adquiridas, las perderá. Por eso dijo con elegancia: Lo que parece tener, le será quitado; porque a aquel que no ha recibido la fe cristiana, no se le debe imputar el abuso de ella, sino a aquél mal administrador que dio los bienes de naturaleza aun al siervo malo. (San Jerónimo Catena Aurea. Mt 25, 14-30)
En todo caso, es importante sacar a la luz los talentos que Dios nos ha dado. Mostrar los talentos siempre genera sospechas, recelos o envidias. Hoy en día es mucho más cómodo que nadie sepa de nuestros talentos, pero no es lo que Cristo señala. Por lo tanto, confiemos en ofrecerlos humildemente, aunque sean rechazados. Si la comunidad o la misma Iglesia, no los valora, busquemos otros medios para ponerlos al servicio de los demás con humildad. Que los talentos no queden dormidos por el rechazo que pueda existir. Al final, Dios nos pedirá cuentas y lo que no le podremos decir es que los guardamos por miedo. Miedo a desperdiciarlos por rechazo de los demás, por ejemplo. Mejor que sean rechazados a que queden encerrados y olvidados. Lo que digo es algo que actualmente es terriblemente incorrecto, pero creo que es mejor señalarlo a callar. Mejor que moleste antes que dejarlo escondido en mi interior. ¿No es esto lo que pide el Señor que hagamos?