La Clase Política: ¿Auténtica representación de la voluntad popular?
por Manuel Morillo
"Las ciudades perecen cuando no saben distinguir los buenos de los malos"
(Antistenes)
El modelo actual de representación democrática de la voluntad popular impuesto por la Clase Dominante que rige España presenta una quiebra de legitimidad por su base filosófica, por estar basado en el relativismo, que lo invalida de origen, pero también de la legalidad vigente, sobre la que pretende justificarse.
La clase política española, no solamente no es eficiente en el ejercicio de su mandato, como delegados de la voluntad popular, sino que progresivamente se ha convertido en usurpadora del poder, rompiendo la supuesta validez de tal representación.
Un factor de quiebra técnica, de la legalidad del sistema, tiene lugar a través del procedimiento de listas cerradas utilizado en las elecciones, que impide que los ciudadanos participen en los asuntos públicos "por medio de representantes libremente elegidos" (Art. 23.1 Const.),
Otro factor de quiebra de la legalidad de la representación de la voluntad popular se encuentra en la Ley Electoral Española (con la ley D´Hont, regla del tres por ciento -Art. 163 L. O. 5/1985-, y los distritos electorales -Art. 161- ). En cada proceso electoral que se produce en España, una gran proporción de la voluntad popular, expresada a través de los votos, es despreciada.
Los partidos mayoritarios se apropian de la representación implícita de votos no dirigidos hacia ellos.
Ni el PP ni el PSOE quieren cambiar la ley electoral porque con ella se ven sobrerepresentados al margen del apoyo popular
Por supuesto también de la casi tercera parte del electorado, que sistemática y repetidamente no participa en las elecciones.
Tampoco los partidos políticos españoles dominantes en la escena pública tienen estructura interna democrática, tal como demanda el Art. 6 de la Constitución. Paradójicamente quienes tienen el mandato constitucional de expresar el pluralismo no lo admiten en su funcionamiento interno.
Para el sistema establecido la democracia no cuenta. El electorado no es sino un material disperso que es necesario homogeneizar y los partidos políticos son solo máquinas productoras de votos.
Esta clase política y periodística ha hecho de su cometido un "modus vivendi" y percibe la crítica al sistema como una amenaza a sus intereses corporativos, que defienden en contra del bien comun y por ello se convierten en el mayor impedimento para una necesaria reforma terapéutica.
Y mientras las libertades reales y los derechos civiles de los ciudadanos son transgredidos por los resultados del sistema: El derecho a la vida es coartado por el aborto, la libre circulación por la delincuencia y el terrorismo, la de residencia por el paro o las Autonomías, ... etc.
Pero, como indica J.A. Pérez, ante la menor crítica del Orden Establecido, un estremecimiento de pavor recorre la médula de sus defensores (clase política y periodística) Estos creen ver enemigos detrás de cada esquina y su reacción es la de tachar de antidemócrata a quienes expresan tales criticas.
En general el miedo guarda una estrecha relación con la ignorancia: Se teme lo que se desconoce y la mayor parte de ellos -que a nivel particular no suelen ser malas personas- ignoran que no son los representantes de la voluntad popular, sino un engranaje más, aunque privilegiado, del Sistema Organizado.
En general el miedo guarda una estrecha relación con la ignorancia: Se teme lo que se desconoce y la mayor parte de ellos -que a nivel particular no suelen ser malas personas- ignoran que no son los representantes de la voluntad popular, sino un engranaje más, aunque privilegiado, del Sistema Organizado.
Esta clase política y periodística ha hecho de su cometido un "modus vivendi" y percibe la crítica al sistema como una amenaza a sus intereses corporativos, que defienden en contra del bien comun y por ello se convierten en el mayor impedimento para una necesaria reforma terapéutica.
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