El rescate

Cada mes ofrecemos una experiencia de oración a los más pobres del barrio. Nos vamos con ellos a un pueblito, Cubas de la Sagra, donde nos dejan una casita muy simpática, con jardín, capilla, etc. A una de estas experiencias vino Paola y sus dos hijos.

No tenía muchas ganas, pero al final aceptó porque la insistimos mucho, ya que se la veía muy triste. Después de orar, comer bien y descansar, tuvo una fuerte conversión. En aquel fin de semana decidió cambiar de vida. Vivía con su pareja, un hombre agresivo que la maltrataba y la humillaba delante de sus hijos de 3 y 9 años. Aquel hombre embrutecido amenazaba con que la perseguiría si se escapaba de casa. Además, ella no tenía ingresos para mantenerse. Después de hacer oración decidió dejarle y para ello la ofrecimos venir a vivir a la residencia familiar de la parroquia, de acogida a mujeres con problemas. Vino con sus dos hijos.

Cuando se enteró aquel hombre se presentó en la puerta, amenazándola. Tuvimos que salir a tranquilizarle. Al cabo de un rato se marchó y le dio una paliza a la hermana de Paola: le dejó la cara como un cromo. Aunque le denunció, no pusieron una orden de alejamiento y teníamos miedo de que volviera. Paola se refugió con nosotros y empezó a recuperar su dignidad. A los niños se les veía más contentos. Comían en el comedor –con más apetito que antes- y vivían tranquilos en la residencia. Aquel hombre no volvió más.

Al cabo de dos meses, Paola encontró trabajo. Después un tiempo pudieron pagar un alquiler y ahora viven felices en un pisito. Vienen a comer al comedor y participan en todo lo que pueden. Ella se ha dado cuenta de que vivía como esclava por el miedo y ahora es libre y feliz. Por fin vemos a esos niños sonreír y estar tranquilos.

El rescate del Espíritu en el retiro no sólo fue espiritual, sino que culminó con el rescate de sus hijos. Los frutos del Espíritu no sólo son interiores, sino que consiguen una redención humana completa. Lo mejor para los hijos es que sus padres recen.