Lunes, 25 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Ensayo sobre derechas e izquierdas (3)

3.- Derechas y sus variantes

En España hoy militar en el campo de las derechas tiene un pecado original, que todos desean limpiarse para no ser tachados de un adjetivo odioso para muchas personas. El pecado de origen es que te llamen: franquista.

Cuando en realidad los políticos, los votantes y los mediopensionistas venimos del franquismo sociológico, durante el cual nacimos, crecimos, nos educamos, nos colocamos laboralmente…

¿Por qué las actuales derechas desean quitarse ese lastre?.

Porque son incapaces de asumir su historia y su vida. El complejo de las actuales derechas ante la izquierda es el mismo: ser herederos del franquismo. Cuando tantos unos como otros, todos los españoles, somos hijos, nietos, biznietos, sobrinos o resobrinos de gentes que vivieron durante la etapa franquista, aunque no vistieran de camisa azul  mahón, ni levantaran el brazo saludando al modo romano. Las izquierdas son más ladinas y aborrecen al franquismo sociológico y familiar vomitando pestes contra aquel régimen personalista que les dio todos los medios para estudiar, colocarse, situarse y matrimoniarse.

Partiendo de esta realidad contable sociológicamente, seguimos y estamos ante un ejercicio inútil de abominar de nuestros orígenes, cuando tanto la derecha como la izquierda militan hoy en una democracia, gracias a que los jerarcas franquistas se disolvieron pariendo de la ley a la ley la actual monarquía constitucional y el texto legal del año 1978.

Las opciones políticas de las derechas tienen entre sus filas a gentes timoratas que se miran al espejo con una mancha en el rostro donde se lee: franquista. Esta etiqueta convierte a las actuales derechas en personas huidizas, cobardonas, o acomplejadas. Cuando debería ser todo lo contrario, a la hora de ser acusados de franquistas, las derechas deben devolver el mismo epíteto al de izquierdas que trata de ofender y quitar el carnet de ciudadano actual.

No digamos a la hora de opinar en público la opción política. Las gentes de derechas omiten y callan su voto. Existen matrimonios en los cuales el marido desconoce lo que vota su mujer y al contrario igual. Abundan los engaños de este tipo en muchas familias españolas. No digamos sobre el voto de los hijos mayores en familias catalogadas de derechas. Las mentiras en estos casos son colosales. Hijos que nunca han votado a las derechas, otros que no han votado en sus vidas, otros que han elegido por influencia de su pareja, y los más que callan como muertos ante la pregunta de los padres: ¿Oye a quien  has votado?.

Existe un plano social y demográfico en las diferentes elecciones incrustado en los barrios, pueblos y provincias de la opción del voto de las derechas. Por ejemplo, en los barrios del centro urbano, en las colonias de vecinos albergados en urbanizaciones aisladas y custodiadas por vigilancia privada, en las localidades situadas en la costa turística, en los sectores marcados en el interior de las residencias de ancianos…Los estudiosos de la inclinación del voto de las derechas conocen muy bien los caladeros de votos a donde deben ir los mensajes y las proclamas de la propaganda electoral.

Durante los primeros años de la Transición los obispos españoles solían emitir notas a la opinión pública orientando el voto hacia los partidos que defendieran los valores tales o cuales, conforme exponían en sus planes electorales.

Hoy, ni los obispos escriben nada, ni los curas, ni los educadores…ya que los partidos participantes tienen una mezcla de ideas y propuestas que no tienen un perfil claro para que los católicos puedan emitir su voto conforme a la Doctrina Social de la Iglesia.

La propia Iglesia ve que no valen la pena esas notas, ya que opciones políticas de derechas que podrían defender el derecho a la vida, por ejemplo, contra el aborto libre, luego, cuando alcanzan el poder no quitan, ni maquillan, la ley abortista aprobada por el gobierno anterior. Esta bofetada moral ha enfriado a los pastores de la Iglesia a escribir sobre el asunto, y los electores tampoco la exigen, porque saben que no sirve para nada.

Las derechas tienen unos contornos que las definen perfectamente:

Durante sus gobiernos la economía va bien. El gasto público se contiene. Se evitan los despilfarros absurdos. Los impuestos bajan o se suprimen. El paro laboral baja y las altas en la Seguridad Social aumentan. El consumo aumenta. Y la industria y el comercio toman un vuelo de crucero ayudado, es lógico, por la paz social y económica procedente de la Unión Europea.

¿Estos enlaces enamoran a los electores?

Normalmente sí, siempre que vayan acompañados con una claridad de ideas básicas de tipo moral, social, familiar, educativo y laboral.

La economía no es únicamente lo importante. Se necesita encontrar líderes y actores políticos que defiendan su ideología sin complejos, sin miramientos, sin cobardías. Los electores cuando ven que la propiedad privada se defiende y respeta, cuando la Religión no es pasto de enfrentamientos, cuando la paz social y laboral es verdadera, cuando, en definitiva, el dinero fluye y el prestigio del país sube en el concierto internacional, es que las derechas lo saben hacer bien.

Una de las variantes de las derechas es el extremismo hacia el lado opuesto a la serenidad y la convivencia. Es cuando las derechas imponen una dictadura, por ejemplo, en el caso de Estados Unidos, de persecución a las personas de raza negra; en el caso concreto de Sudáfrica, donde una minoría blanca sojuzgaba a una mayoría negra; o en el más doloroso y trágico momento del nazismo en su persecución contra los judíos y la muerte de millones de ellos.

La ultraderecha, derecha extrema, ha creado grandes conflictos como los citados, y otros como dictaduras militares en los países de Hispanoamérica, Chille y Argentina, son los casos más singulares y cercanos en el tiempo.

En Europa, vacunada de las consecuencias de la derrota del nazismo, los intentos de extrema derecha tienen, por hoy, poco predicamento, aunque con el asunto de inmigración, sobre todo árabe, en algunos países de Europa central los brotes ultraderechistas aprovechan la xenofobia y la poca asimilación que el musulmán suele hacer de la cultura donde vive y trabaja.

Por el contrario, cuando una extrema derecha parece que pudiera hacerse, democráticamente, con el poder, como es el caso de Francia hace dos años, la sociedad despierta se aglutina y mueve un voto más sensato a una persona que no lleve al país a tiempos pretéritos.

Intelectualmente hablando, hoy, la derecha extrema, tiene pocos seguidores, tanto en el campo político, como en el económico, dado el sistema de la globalización donde un estornudo en Estados Unidos, puede suponer una fuerte gripe en la moneda única europea. O al contrario, a pesar del proteccionismo que ahora mismo profesa el pueblo americano en manos de la actual administración y las guerras comerciales mantenidas con China y la Unión Europea.

Tomás de la Torre Lendínez

(Continuará)

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