Vivir la Cuaresma 2018
Vivamos la Cuaresma con docilidad
El Evangelio de hoy domingo, es uno de esos que cuesta pronunciar. ¿Por qué? Porque destroza la imagen de gominola, azucarada e indiferente, que se ha asigando a Cristo para que sea socio-culturalmente "aceptable". Ninguno somos nadie para condenar a nuestro prójimo, pero los cristianos sabemos que Dios juzga y que Él sabrá dar a cada cual le destino que merece. Sabemos que nuestra falta de docilidad a la Voluntad de Dios, es lo que nos conduce al abismo. La palabra clave es docilidad. Ser dóciles herramientas en manos de Dios. Herramientas que no se miren a sí mismas como el centro del mundo, sino como servidoras de una causa que les supera en todos los sentidos. Herramientas que sean capaces de sufrir cuando Dios les pide esfuerzos y privaciones. Herramientas que se unan a la mano de Dios sin oponer resistencia alguna. Herramientas que cobran sentido cuando Dios las utiliza.
¿Por qué es llamado Salvador del mundo, sino para que salve al mundo? Luego un médico había venido a curar al enfermo. A sí mismo, se mata el que no quiere cumplir los preceptos del médico, o los desprecia.
Pero ¿qué esperabas que dijese del que no cree sino que será juzgado? Pero véase lo que dice: "Mas el que no cree ya ha sido juzgado". No se ha manifestado aún el juicio, pero ya ha sido realizado. Porque conoce el Señor a los que son suyos, conoce a los que perseverarán hasta obtener la corona y a los que serán contumaces hasta el fuego. (San Agustín. Tratado sobre el Evangelio de San Juan. 12)
¿Qué podemos esperar si no somos dóciles a la Voluntad de Dios? Lo mismo fin que el enfermo que no hace caso al médico y cada día empeora su situación. No es Dios quien ejerza una Voluntad condenadora, somos nosotros mismos quienes rechazamos la Medicina que tanto necesitamos. La Medicina es amarga: negarse a sí mismo, tomar la cruz y andar detrás del Señor, pero no hay otra opción. Aunque los seres humanos nos empeñemos en hacer creer que la enfermedad no es tal, y que la misericordia de Dios es indiferente complacencia.
No se puede servir al mundo y a Dios. Son dos amores incompatibles. No lo digo yo, lo dice Cristo. No se puede decir que se sirve a Dios, cuando lo que nos interesa es ser valorados por la sociedad. Normalmente sucede justo lo contrario. Cristo es la Piedra que fue desechada por los arquitectos. La Piedra que no encaja en los cálculos y estructuras humanas. Únicamente si rechazamos la relevancia socio-cultural, podemos aspirar a andar tras las huellas de Cristo.
¿Por qué es llamado Salvador del mundo, sino para que salve al mundo? Luego un médico había venido a curar al enfermo. A sí mismo, se mata el que no quiere cumplir los preceptos del médico, o los desprecia.
Pero ¿qué esperabas que dijese del que no cree sino que será juzgado? Pero véase lo que dice: "Mas el que no cree ya ha sido juzgado". No se ha manifestado aún el juicio, pero ya ha sido realizado. Porque conoce el Señor a los que son suyos, conoce a los que perseverarán hasta obtener la corona y a los que serán contumaces hasta el fuego. (San Agustín. Tratado sobre el Evangelio de San Juan. 12)
¿Qué podemos esperar si no somos dóciles a la Voluntad de Dios? Lo mismo fin que el enfermo que no hace caso al médico y cada día empeora su situación. No es Dios quien ejerza una Voluntad condenadora, somos nosotros mismos quienes rechazamos la Medicina que tanto necesitamos. La Medicina es amarga: negarse a sí mismo, tomar la cruz y andar detrás del Señor, pero no hay otra opción. Aunque los seres humanos nos empeñemos en hacer creer que la enfermedad no es tal, y que la misericordia de Dios es indiferente complacencia.
No se puede servir al mundo y a Dios. Son dos amores incompatibles. No lo digo yo, lo dice Cristo. No se puede decir que se sirve a Dios, cuando lo que nos interesa es ser valorados por la sociedad. Normalmente sucede justo lo contrario. Cristo es la Piedra que fue desechada por los arquitectos. La Piedra que no encaja en los cálculos y estructuras humanas. Únicamente si rechazamos la relevancia socio-cultural, podemos aspirar a andar tras las huellas de Cristo.
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