El otro Lutero
El otro Lutero
El otro Lutero.
Ayer tuve la oportunidad de estar en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en Madrid. Los monje agustinos mantienen el ambiente religioso del lugar histórico. El P. Felix, el mayor de todos los frailes, nos hizo amablemente anfitrión. Era la fiesta de Santa Mónica, la madre de San Agustín. Y me acordé de aquel agustino famoso de hace 500 años llamado Lutero. Se están organizando fastos en su honor, incluso en sectores de la Iglesia Católica. Pero Lutero no era tan santo y genial como lo pintan. Es verdad que había que reformar muchas cosas en la Iglesia, pero había que hacerlo desde dentro, como Santa Teresa, San Juan de la Cruz y tantos santos de la época, y sobre todo con un Concilio como el de Trento. Pero en la persona de Lutero se daban cita otras connotaciones no de carácter religioso. Era nacionalista, libre pensador, muy afín a la política de su tiempo.
María Elvira Roca Barea, filóloga y autora de ‘Imperiofobia y Leyenda Negra’, ha impactado en la opinión pública por sus publicaciones desmitificando al personaje. De ella tomo lo siguiente:
Lutero fue no solamente anti-latino sino furiosamente antisemita. El filósofo alemán Karl Jaspers escribió que el programa nazi está prefigurado en Martín Lutero, que dedicó a los judíos párrafos espeluznantes: “Debemos primeramente prender fuego a sus sinagogas y escuelas, sepultar y cubrir con basura a lo que no prendamos fuego, para que ningún hombre vuelva a ver de ellos piedra o ceniza”. El primer gran pogromo de 1938, la noche de los Cristales Rotos, fue justificado como una operación piadosa en honor de Martín Lutero, por su 450 cumpleaños. A las elecciones de 1933 concurrió Hitler con un soberbio cartel donde la imagen de Lutero y la cruz gamada aparecen juntas. Las celebraciones luteranas de los nazis fueron espectaculares. Con idéntica ferocidad alentó y justificó Lutero la quema de brujas, que dejó en Alemania no menos de 25.000 víctimas, según Henningsen. Llevamos tantos miles, millones de muertos con este asunto que es mejor no hacer cuentas.
Pero no hay de qué avergonzarse. Alemania celebra sin disimulo a Martín Lutero porque se siente bien, porque Lutero es el padre del nacionalismo alemán y de su iglesia y tiene por lo tanto… indulgencia teológica. Desde que se produjo la reunificación y vino luego el euro como mágico elixir, Alemania está en un tiempo nuevo y afronta sin sombras una hegemonía europea incontestada. Gran Bretaña ha desertado del barco de la Unión y Francia no está en condiciones de enfrentarse a la indiscutible supremacía germánica. Ni España ni Italia parecen darse mucha cuenta de cuán necesarias son para compensar esta hegemonía y andan perdidas, sin poder superar el complejo de inferioridad que asumieron hace siglos. Porque con todo esto llegamos al gran asunto que aquí se ventila: el de la superioridad moral frente al porcino mundo no protestante, en el cual vivimos y que ha sido tan absolutamente asumida que muchos de nuestros periódicos, como en tiempos de Castelar, se han sumado gozosos a la celebración luterana, tan ciegos y tan perdidos en el laberinto de su propia inferioridad hoy como hace 100 años.
Fuente: https://elpais.com/internacional/2017/07/21/actualidad/1500642089_505462.html
Como sigue diciendo María Elvira: Supuestamente el libre examen significa que el cristiano debe entenderse con Dios directamente a través de los textos sagrados, sin intermediarios gravosos e inmorales como “los romanos” (así llamaba Lutero al clero católico, aunque fuesen tan alemanes como él). Si esto es así, hay una consecuencia inmediata: la desaparición del clero por innecesario. La evidencia demuestra que esto jamás sucedió, porque Lutero no operó la destrucción de las iglesias, sino que creó otra. Ni Lutero dejó de ser clérigo, ni disminuyó el número de ellos en el Sacro Imperio. Simplemente se formó un nuevo cuerpo sacerdotal que también condujo al rebaño hacia donde debía ir. Solo que ahora ese cuerpo de pastores sirve únicamente al señor del territorio (y no a un papa extranjero y a un emperador aliado con el mundo welsch) que es el que le da de comer. Si le sirve bien, como hizo Lutero, vivirá bien. Vivirá incluso mejor que con los “romanos” y, así, Lutero recibió del príncipe de Sajonia, como primera prueba de gratitud, el que había sido su antiguo convento en Wittenberg. Es un muy bello palacio, donde se instaló con su nueva esposa, sus parientes y sus criados. Había nacido en el seno de una familia muy humilde y estos lujos, como monje agustino, no se los hubiera podido permitir nunca. Y no tocaremos aquí más el asunto de las críticas feroces contra los lujos del clero “romano”.
Este es Lutero. Se cumplirán 500 años de la publicación de sus 95 tesis de protesta contra la doctrina católica y el régimen de la Iglesia sobre las indulgencias. Muchos lo celebrarán. Yo encomendaré su alma a Dios, y pediré por la unidad de los cristianos.
Juan García Inza
Ayer tuve la oportunidad de estar en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en Madrid. Los monje agustinos mantienen el ambiente religioso del lugar histórico. El P. Felix, el mayor de todos los frailes, nos hizo amablemente anfitrión. Era la fiesta de Santa Mónica, la madre de San Agustín. Y me acordé de aquel agustino famoso de hace 500 años llamado Lutero. Se están organizando fastos en su honor, incluso en sectores de la Iglesia Católica. Pero Lutero no era tan santo y genial como lo pintan. Es verdad que había que reformar muchas cosas en la Iglesia, pero había que hacerlo desde dentro, como Santa Teresa, San Juan de la Cruz y tantos santos de la época, y sobre todo con un Concilio como el de Trento. Pero en la persona de Lutero se daban cita otras connotaciones no de carácter religioso. Era nacionalista, libre pensador, muy afín a la política de su tiempo.
María Elvira Roca Barea, filóloga y autora de ‘Imperiofobia y Leyenda Negra’, ha impactado en la opinión pública por sus publicaciones desmitificando al personaje. De ella tomo lo siguiente:
Lutero fue no solamente anti-latino sino furiosamente antisemita. El filósofo alemán Karl Jaspers escribió que el programa nazi está prefigurado en Martín Lutero, que dedicó a los judíos párrafos espeluznantes: “Debemos primeramente prender fuego a sus sinagogas y escuelas, sepultar y cubrir con basura a lo que no prendamos fuego, para que ningún hombre vuelva a ver de ellos piedra o ceniza”. El primer gran pogromo de 1938, la noche de los Cristales Rotos, fue justificado como una operación piadosa en honor de Martín Lutero, por su 450 cumpleaños. A las elecciones de 1933 concurrió Hitler con un soberbio cartel donde la imagen de Lutero y la cruz gamada aparecen juntas. Las celebraciones luteranas de los nazis fueron espectaculares. Con idéntica ferocidad alentó y justificó Lutero la quema de brujas, que dejó en Alemania no menos de 25.000 víctimas, según Henningsen. Llevamos tantos miles, millones de muertos con este asunto que es mejor no hacer cuentas.
Pero no hay de qué avergonzarse. Alemania celebra sin disimulo a Martín Lutero porque se siente bien, porque Lutero es el padre del nacionalismo alemán y de su iglesia y tiene por lo tanto… indulgencia teológica. Desde que se produjo la reunificación y vino luego el euro como mágico elixir, Alemania está en un tiempo nuevo y afronta sin sombras una hegemonía europea incontestada. Gran Bretaña ha desertado del barco de la Unión y Francia no está en condiciones de enfrentarse a la indiscutible supremacía germánica. Ni España ni Italia parecen darse mucha cuenta de cuán necesarias son para compensar esta hegemonía y andan perdidas, sin poder superar el complejo de inferioridad que asumieron hace siglos. Porque con todo esto llegamos al gran asunto que aquí se ventila: el de la superioridad moral frente al porcino mundo no protestante, en el cual vivimos y que ha sido tan absolutamente asumida que muchos de nuestros periódicos, como en tiempos de Castelar, se han sumado gozosos a la celebración luterana, tan ciegos y tan perdidos en el laberinto de su propia inferioridad hoy como hace 100 años.
Fuente: https://elpais.com/internacional/2017/07/21/actualidad/1500642089_505462.html
Como sigue diciendo María Elvira: Supuestamente el libre examen significa que el cristiano debe entenderse con Dios directamente a través de los textos sagrados, sin intermediarios gravosos e inmorales como “los romanos” (así llamaba Lutero al clero católico, aunque fuesen tan alemanes como él). Si esto es así, hay una consecuencia inmediata: la desaparición del clero por innecesario. La evidencia demuestra que esto jamás sucedió, porque Lutero no operó la destrucción de las iglesias, sino que creó otra. Ni Lutero dejó de ser clérigo, ni disminuyó el número de ellos en el Sacro Imperio. Simplemente se formó un nuevo cuerpo sacerdotal que también condujo al rebaño hacia donde debía ir. Solo que ahora ese cuerpo de pastores sirve únicamente al señor del territorio (y no a un papa extranjero y a un emperador aliado con el mundo welsch) que es el que le da de comer. Si le sirve bien, como hizo Lutero, vivirá bien. Vivirá incluso mejor que con los “romanos” y, así, Lutero recibió del príncipe de Sajonia, como primera prueba de gratitud, el que había sido su antiguo convento en Wittenberg. Es un muy bello palacio, donde se instaló con su nueva esposa, sus parientes y sus criados. Había nacido en el seno de una familia muy humilde y estos lujos, como monje agustino, no se los hubiera podido permitir nunca. Y no tocaremos aquí más el asunto de las críticas feroces contra los lujos del clero “romano”.
Este es Lutero. Se cumplirán 500 años de la publicación de sus 95 tesis de protesta contra la doctrina católica y el régimen de la Iglesia sobre las indulgencias. Muchos lo celebrarán. Yo encomendaré su alma a Dios, y pediré por la unidad de los cristianos.
Juan García Inza
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