Una vida en santidad (cosas concretas)
Podríamos entender, asumir y encajar esta catequesis como una serie de principios y normas prácticas de cómo se es santo, de cómo se vive en santidad.
Nada extraordinario, tal vez, y además vivido en lo cotidiano, en lo monótono, allí donde el Señor nos ha situado. Pero es que la santidad es algo concreto y posible gracias al Espíritu Santo que hemos recibido en el Bautismo y la Confirmación.
Entonces, ¿qué es ser santo? Vivir con un modo nuevo, el de Jesucristo.
¿Reservado a un club, una élite, unos pocos? No. La santidad es la vocación común de todo bautizado.
"Es menester, hijo, que tengas la sabiduría para perseverar, como la tuviste para elegir. Sea fruto de tu sabiduría el saber de quién es ese don. 'Revela al Señor tu camino y espera en Él, y Él hará y llevará tu justicia como lámpara y tu juicio como un mediodía. Él hará rectos tus senderos y hará seguir en paz tus caminos'.
Como desdeñaste lo que esperabas en el mundo para no gloriarte en la abundancia de tus riquezas, que habías comenzado a codiciar al estilo de los hijos de este mundo, así ahora, para llevar el yugo y la carga del Señor, no confíes en tu vigor, y entonces aquél te será suave y ésta ligera.
Porque juntamente se condena en el Salmo a 'los que confían en su vigor y a los que se glorían en la abundancia de sus riquezas'. Aún no poseías la gloria de las riquezas, pero con suma sabiduría despreciaste esa gloria que deseabas tener. Cuida ahora de que no se te deslice la confianza en tu fuerza, ya que eres hombre y es 'maldito todo el que pone su esperanza en el hombre'.
Confía en tu Dios con todo tu corazón, y Él será tu fuerza, en que puedas confiar con piedad y gratitud. A Él has de decir con humildad y fidelidad: 'Te amaré a ti, Señor, fuerza mía'. La misma 'caridad de Dios' que, cuando es perfecta, 'arroja fuera al temor, se difunde en nuestros corazones', no por nuestras fuerzas, sino como dice el Apóstol, 'por el Espíritu Santo que se nos ha donado'.
Vela y ora para que no caigas en tentación.
La oración te advierte que necesitas de la ayuda de tu Señor, para que no pongas en ti mismo la esperanza del buen vivir. No oras para recibir riquezas u honores del tiempo presente o logros de vanidad humana, sino para no caer en la tentación.
Si el hombre se lo pudiese dar a sí mismo con la voluntad, no lo pediría en la plegaria. Por tanto, si bastase la voluntad para no caer en la tentación, no oraríamos; aunque, si faltase la voluntad, tampoco oraríamos. Esté presente, pues, nuestro querer, pero oremos para poder lo que queremos, cuando por un don de Dios queremos conforme a la sabiduría. Y pues recibiste ese don, tienes por qué dar gracias. Porque '¿qué tienes que no hayas recibido? Si lo recibiste, cuida de no gloriarte como si no lo hubieses recibido, esto es, como si lo hubieses podido lograr de tu cosecha.
Sabiendo de quién lo recibiste, pídele que te lo perfeccione, pues Él te concedió comenzar. 'Trabaja en' tu 'salvación con temor y temblor', pues 'Dios es el que obra en ti el querer' y el 'llevarlo a perfección con tu' buena voluntad. Porque 'el Señor prepara la voluntad y dirige los pasos del hombre', y entonces 'éste quiere su camino'. Este santo pensamiento te mantendrá, para que tu sabiduría sea piedad, es decir, para que seas bueno y no ingrato a la gracia de Cristo" (S. Agustín, Carta 218,2-3).
Así la santidad se vive:
-con el desprendimiento y desprecio de las riquezas para seguir a Cristo
-confianza absoluta en el Señor
-oración constante
-dejarse actuar y transformar por la gracia
-humildad para reconocer que todo es recibido, nada bueno es propio
-haciendo el bien, llevando una vida buena ante Dios.
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