Viernes, 29 de noviembre de 2024

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La Iglesia como comunidad/comunión de los santos (I)

por Corazón Eucarístico de Jesús

Preciosa y edificante dimensión de la Iglesia que ensancha el alma al contemplarla: la Iglesia es una gran comunidad, una verdadera y cierta Comunión de los santos.
 
Cuanto más profundicemos en esta visión de la Comunión de los santos, mejor entenderemos la verdad de la Iglesia, derrumbando los pequeños muros que alzamos partiendo sólo de sus necesarias estructuras visibles y organización o de las contingencias pequeñas y domésticas de nuestro lugar eclesial concreto.
 
La Iglesia es más de lo que vemos y experimentamos cotidianamente. La Iglesia es más grande, más bella y más hermosa que las pequeñas limitaciones humanas que nos rodean.
 
Miremos a la Iglesia en su verdad: nos sentiremos una pequeña parte de un gran todo. Veremos que lo visible está insertado en lo invisible de una comunidad que supera el espacio y el tiempo y que incluye muy realmente a la Iglesia del cielo, a los santos. Por ello, no estamos solos en la Iglesia, ni somos solitarios, sino que la vinculación es sobrenatural, con una verdadera relación y comunicación entre todos.
 
"La Iglesia genera una verdadera comunidad. Ella ofrece la comunidad en la verdad, en las supremas realidades sobrenaturales, tal como son conocidas por medio de la fe. He aquí los fundamentos de la existencia sobrenatural, para todos igual: Dios, Cristo, la Gracia, la acción del Espíritu Santo.
 
¿Qué significa esto para la comunidad? Todos se apoyan en los mismos fundamentos, en todos obran las fuerzas reciénmencionadas. Los mismos fines son reconocidos por todos, las mismas pautas sirven de base para el juicio que todos realizan. Todos reconocen los mismos ideales de perfección moral y humana, y adoptan las mismas actitudes espirituales fundamentales. En medio de todas sus diferencias, ¡cuán profundamente se han de ligar los hombres que toman esto con seriedad! ¡Con cuánta profundidad uno puede conocer al otro y conocer lo que, en definitiva, es decisivio para él, con lo cual se da cuenta del camino que debe seguir!
 
Alguien puede saber sobre el otro, porque ambos hunden sus raíces en las mismas realidades supremas. Uno puede ayudar al otro, porque los fundamentos más profundos dela confianza ya no necesitan ser demostrados, pues para ambos son algo dado por supuesto. El consuelo real es posible, porque lo que consuela es reconocido. Hay una comunidad de fervor, de santificación y de fiesta, ya que todos veneran los mismos acontecimientos y misterios. hayuna comunidad de esfuerzos y combates, proque los fines últimos son los mismos. Existe la comunidad unida por el júbilo y el festejo, porque el fudnamento de la alegría no necesita ser buscado con mucho esfuerzo, ya que está vivo en todos. Por eso, la alegría puede ser causa y contenido de la comunidad.
 
Existe la comunidad de entrega en el amor mutuo, en el mandamiento y en la obediencia. Nadie puede practicar una efectiva obediencia interior, si no sabe que una comunión última se halla establecida entre él y quien manda. Si él sabe esto, entonces, surge la confianza en el obedecer, así como la seguridad en el mandar. Tampoco existe una comunidad de amor si no hay algo que una, en razón de lo cual se realiza la donación mutua. De este modo, la comunión en la verdad se convierte encomundiad de amor, de obediencia y mandato. Aquí están dadas las fuerzas sociales, los elementos con los que se instituye el vínculo entre un hombre y otro, a través de la subordinación, la autoridad y la cooperación.
 
Todo esto no se consigue por el temor y la desconfianza, sino por la conciencia íntima de unidad, por la confianza y la responsabilidad; lo cual es posible únicamente si existe aquella originaria y básica comunión en la verdad, es decir, en la realidad que apuntala todo.
 
Gozamos de la comunión de vida, que es de una profunidad inimaginalbe. La misma fuerza impetuosa de la Gracia lo atraviesa todo, el mismo poder efectivo de Dios, el mismo Cristo presente en todo como modelo e ideal originario de perfección, como estímulo y energía creadora.
 
De una profundidad inimaginable es el sacramento de la comunidad: la Comunión. En ésta el hombre se hace una sola cosa con Dios, quien, a su vez, está vuelto, personal y totalmente hacia él y se entrega a él. Este mismo Dios está unido no solamente a ese hombre, sino también a los demás. Cada individuo acoge a Dios en su propia persona, pero lo recibe también para los demás: para su cónyuge, hijos, padres, hermanos, amigos; es decir, para todos los que están unidos a él por el amor" (Guardini, R., El sentido de la Iglesia, Buenos Aires 2010, pp. 80-82).
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