El santo evangeliza (Palabras sobre la santidad - XXVII)
Aunque haya que desarrollar un nuevo ardor, un nuevo método y hasta un nuevo lenguaje para la evangelización; aunque cambien las formas y los métodos para responder a una nueva cultura y a las búsquedas del hombre de hoy, hay algo que permanece invariable: se evangeliza por el testimonio personal de santidad. Los santos fueron y son los mejores evangelizadores porque presentaban su propia vida como un testimonio de belleza, de coherencia y de verdad.
Sin esta santidad de vida, sin este compromiso personal de santidad, ya se podrán elaborar planes pastorales e inventar fórmulas o métodos, que resultarán estériles, infructuosos. Donde hay un santo, se comunica vida y Evangelio; pero si el misionero, el enviado, el apóstol, carece de esa santidad de vida, sus palabras se ve despojadas de fuerza y de verdad.
Ya Juan Pablo II lo recordaba en la encíclica Redemptoris missio:
"El renovado impulso hacia la misión ad gentes exige misioneros santos. No basta renovar los métodos pastorales, ni organizar y coordinar mejor las fuerzas eclesiales, ni explorar con mayor agudeza los fundamentos bíblicos y teológicos de la fe: es necesario suscitar un nuevo « anhelo de santidad » entre los misioneros y en toda la comunidad cristiana, particularmente entre aquellos que son los colaboradores más íntimos de los misioneros" (n. 90).
La larga historia de la Iglesia es una historia de santidad, donde brillan señeras las figuras de los santos, evangelizadores natos allí donde estuviesen por la propia santidad de sus vidas. Ellos, en medio del mundo, y en cada época histórica, fueron testigos del Amor de Jesucristo, diferentes entre sí, pero mostrando ese mismo Amor y anunciando ese Amor de Cristo.
Así, hoy también, el testimonio personal de santidad es una condición previa para evangelizar todo. Habrá que suscitar, antes que planes pastorales y lenguajes nuevos, un verdadero deseo de santidad que será, sin duda, el mejor método de evangelización, la premisa indiscutible.
"Os exhorto a proclamar sin cesar, con el ejemplo y la santidad de vuestra vida estrechamente unida a Cristo, el Evangelio de Cristo y a dejaros renovar por él, recordando que la Iglesia vive del Evangelio, sacando continuamente de él orientaciones para su camino. El Evangelio puede iluminar a fondo las conciencias y transformar desde el interior las culturas, a condición de que cada fiel se deje alcanzar en su vida personal y comunitaria por la palabra de Cristo, que invita, mediante una conversión auténtica y duradera, a una respuesta de fe personal y adulta, con vistas a una fecundidad social y a una fraternidad entre todos. Que vuestra caridad, vuestra humildad y vuestra sencillez de vida sean también para vuestros sacerdotes y vuestros fieles un testimonio estimulante, para que todos progresen de verdad por el camino de la santidad" (Benedicto XVI, Disc. al primer grupo de obispos del Congo en visita ad limina, 27-enero-2006).
La santidad y sólo la santidad evangeliza, porque evangelizar es comunicar la vida sobrenatural y el amor de Jesucristo y esto sólo es posible si el evangelizador ha vivido en toda su hondura esa experiencia de salvación y responde por completo a Cristo con una vida santa.
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