Desconfiando del color de la paja en ojo ajeno. San Agustín
Desconfiando del color de la paja en ojo ajeno. San Agustín
Aunque es complicado vivir escudriñando las pajas en los ojos de los demás, parece que es un deporte al que estamos aficionados. Pero es aún más complicado refinar la vista para ver el color de la paja y decidir si nos parece reprobable el tono que presenta. Por desgracia, en la Iglesia andamos constantemente haciendo este tipo de discernimientos mientras no se nos cae de la boca la frase típica: “Quién soy yo para juzgar”. Actitudes que evidencian que la naturaleza humana es así de limitada y sufriente por el pecado.
Quien odia a su hermano —dijo— es un homicida. En ocasiones son personas con odio en su corazón las que reprenden a otras airadas. ¿Tienes odio, y reprendes al que se aíra? Ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo. Llegue a su término el sermón. Invoquemos al Señor para que se digne concedernos lo que ha mandado: Perdonad y se os perdonará; dad y se os dará. (San Agustín. Sermón 114A, 6)
Tenemos que darnos cuenta de la viga que portamos en nuestros ojos y permitir que la Gracia de Dios la reduzca o incluso la haga desaparecer. Se trata de ser tolerante con quien obra mal, pero al mismo tiempo, darnos cuenta de cómo el maligno trama contra nosotros. Sin duda hay que ser dóciles como palomas, pero sin dejar de ser astutos como serpientes. No lo digo yo, lo dijo el Señor mismo (Mt 10, 16)
Es curioso lo fácilmente que se organizan los que conspiran contra la Iglesia y la fe. Es maravilloso verlos tramar todo tipo de planes para suplantar la fe en base a supuestas actualizaciones de las formas, lenguaje o método. Decía Señor: “Y el amo alabó al mayordomo malo por haber actuado astutamente; porque los hijos del mundo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de Luz” (Lc 16, 8). Los hijos de la oscuridad saben que ofrecer un evangelio adaptado al ser humano es fácil y exitoso. Por ello las técnicas de marketing van imperando dentro de la Iglesia, y se va olvidando que el Evangelio es testimonio de santidad personal. El liderazgo social y organizativo está desplazando a la santidad. Ya no se trata de ser sencillos y humildes testigos del Evangelio sino de crear estrategias y planificaciones para la evangelización. La pastoral que actualmente nos proponen ofrece un “Jesús emocionante” para cada uno de nosotros. Ya no es Cristo Verdad, Camino y Vida, sino el Jesús personal que nadie puede quitarme porque es el que “yo siento”. Como el sentimiento se ha convertido en la prueba de veracidad, todo razonamiento es considerado como peligroso y en el fondo, falso. Preferimos lo que nos hace sentir, antes que lo que nos hace entender.
Pero lo más interesante de esta reflexión viene ahora. Quienes promueven estas eclesialidades alternativas, son capaces de reunirse, apoyarse, buscar apoyo empresarial, organizar congresos y ofrecer productos perfectamente diseñados para ser comprados por diócesis, escuelas, grupos o movimientos. Los cristianos tradicionales observamos todo esto perplejos sin ser capaces de reaccionar. Si conseguimos mirarnos unos a otros, el color de las pajas del ojo del vecino resulta insoportable, por lo que preferimos quedarnos quietos y esperar a que Dios solucione todo por su cuenta todo. En esta actitud de los "presuntos" hijos de Luz, hay mucho de quietismo. Quietismo que contrasta con el pelagianismo de los hijos de la oscuridad. Unos anclados en el quietismo que petrifica y otros exaltados por el pelagianismo que controla. El panorama es suficientemente evidente como para que nos paremos a reflexionar.
Me hago esta pregunta ¿Qué nos cuesta empezar a dejar los colores de las pajas a un lado y orar para que la Gracia de Dios nos permita reunirnos sin tirarnos nuestras hipersensibilidades teológicas a la cabeza? Rememorando el episodio bíblico de Sodoma y Gomorra, nos podríamos poner a contar cuántos estaríamos dispuestos a aportar nuestras manos, entendimiento y capacidades, en positivo y con fidelidad a Cristo. Al final Lot tuvo que escapar de donde no había más hijos de la Luz que su familia. ¿Dejaremos que este esquema de desastre ocurra de nuevo? Creo que no somos pocos quienes estamos dispuestos a olvidarnos de los tonos y colores de las pajas en los ojos ajenos. Creo que Dios nos ha regalado una capacitación, unos talentos para gastarlos para el bien de la Iglesia y dar gloria a Dios. ¿A qué esperamos entonces? ¿Es más cómodo ver cómo todo se derrumba? Sin duda, pero seremos juzgados como los tres siervos de la parábola de los talentos y no lo digo yo, lo dice el mismo Señor en los Evangelios:
Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. (Mt 25, 26-30)
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