Martes, 03 de diciembre de 2024

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Sobre el Buen y el Mal Gobierno de la ciudad

por El rostro del Resucitado

Hace unos días, don Javier Martínez, arzobispo de Granada, publicó una muy interesante reflexión en vista de las próximas elecciones del 28 de abril. Tengo que decir que me gustó mucho: la encontré ponderada, interesante y, lo más importante, centrada en Cristo. Reconozco que como cristiana, católica y votante me hubiera gustado que después de leerla tuviera claro a quién votar, a pesar de que soy consciente de que la carta no iba de eso. Sin embargo, egoístamente, es lo que también me hubiera gustado. Como creyente, no me siento representada por ningún partido. O, para ser más clara, por ninguno de los partidos que hay en España. 

A medida que iba leyendo la reflexión de don Javier, mi mente se iba llenando de las imágenes de un ciclo pictórico del Trecento italiano, obra de Ambrogio Lorenzetti. Palabras que llevan a imágenes, reflejo de lo que debería ser una sociedad fundamentada en la experiencia cristiana. Estoy hablando de los frescos que representan la Alegoría y Efectos del Buen y del Mal Gobierno, que se pueden visitar en la Sala de los Nueve del Palacio Público de Siena.

El ciclo pictórico del Buen y el Mal Gobierno de Siena, de Ambrogio Lorenzetti

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Para quien no los conozca, un poco de historia. Este ciclo pictórico le fue encargado a Lorenzetti por el gobierno de la ciudad de Siena, que en ese momento estaba gobernada por nueve ciudadanos. De ahí el Gobierno de los Nueve y la Sala de los Nueve. Según la documentación el artista trabajó en este ciclo pictórico de febrero de 1338 a mayo de 1339.

¿Cuál era el fin de esta obra? Recordar a los políticos reunidos en los consejos del gobierno la relación que había entre las decisiones que tomaban y la vida de todos los días.

Los frescos están compuestos por cuatro escenas principales y su intención es claramente didáctica: los personajes tanto del Buen como del Mal gobierno son fácilmente identificables y los escorzos sobre la ciudad de Siena y el campo ilustran las repercusiones de las decisiones políticas. Vamos a ilustrarlos brevemente.

El Buen Gobierno

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En la parte del Buen Gobierno podemos ver a la Justicia presidiendo con una gran balanza, en la que dos ángeles administran los premios y los castigos. La Justicia dirige su mirada hacia arriba, hacia la Sabiduría Divina, que es quien la instruye y la inspira. Debajo vemos a la Concordia sentada, con un cepillo nivelador, símbolo de la igualdad entre la ciudadanía, que tiende a los ciudadanos las cuerdas para mover los platillos de la balanza de la justicia; esta cuerda la sujeta, por el otro extremo, el Buen Gobierno. Estos ciudadanos, con diferente vestimenta, representan las distintas extracciones sociales y profesiones.

El Buen Gobierno está presidido por las tres Virtudes Teologales: Fe, Esperanza y Caridad, y está ayudado por las cuatro Virtudes Cardinales: la Justicia, la Templanza, la Prudencia y la Fortaleza. A ellas se unen la Paz y la Magnanimidad.

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El Mal Gobierno

El fresco del Mal Gobierno está pintado de manera especular a este, para resaltar la relación entre ambos. Aquí el personaje principal es la Tiranía (con cuernos, representando al demonio), encima de la cual vuelan tres vicios alados, contrapuestos a las tres Virtudes Teologales. Son la Avaricia, la Soberbia y la Vanagloria. La Tiranía no sujeta ninguna cuerda que la vincule a los ciudadanos, signo de su gobierno por encima de los deseos del pueblo, un gobierno regido por su antojo y su capricho. De su corte forman parte también la Crueldad, la Traición, el Fraude, la Furia, la División (que sujeta una sierra, antítesis del cepillo nivelador de la Concordia) y la Guerra. La Justicia está atada a los pies de la Tiranía, vigilada por un guardia.

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Los resultados del Buen y Mal Gobierno

¿Y cuáles son los resultados del Buen y del Mal Gobierno? En el primer caso, vemos que la ciudad está poblada por gente laboriosa: artesanos, comerciantes, constructores. Hay referencias también al estudio, con un profesor en una cátedra hablando ante unos atentos discípulos. También hay actividades lúdicas, como una joven a caballo con una corona en la cabeza, preparándose al matrimonio, o un grupo de mujeres que, cogidas de la mano, bailan al ritmo de un címbalo. También podemos ver los efectos del bueno gobierno en el campo: vemos a ciudadanos y campesinos en los caminos, a jóvenes cazando entre los viñedos y los olivares, a campesinos sembrando y arando, o conduciendo mulos cargados con sacos, o dirigiéndose hacia la ciudad con un cerdo. Esta escena está protegida por la Seguridad.

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Por el contrario, el resultado del Mal Gobierno es una ciudad peligrosa y en ruinas, en la que sus ciudadanos destruyen en lugar de construir. Una ciudad donde hay homicidios, se arresta a inocentes, en la que las actividades económicas son escasas. El campo está incendiado y hay ejércitos que se dirigen hacia los muros de la ciudad. Y por encima de todo esto vuela el Temor.

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Es la primera pintura en Italia que no es estrictamente religiosa, sino también política. La representación en estos frescos de la cúpula y de la torre del Duomo, junto a edificios civiles de la ciudad, es símbolo de una identidad religiosa unida a los valores cívicos. Todo ello parte de la idea del "Bien Común", fundamentada en la teoría del bien colectivo sobre el individual. La persona a la que le ha sido asignado el mando debe guiarse por este principio, garantizando así la Concordia de los ciudadanos bajo el signo de la Justicia, que está basada en la Sabiduría Divina.

La visión cristiana del mundo que nace de Cristo

arzobispogranada

Cuando don Javier habla de la "visión cristiana del mundo", no está hablando del "mercado de lo espiritual y de los valores", sino de una visión del mundo que tiene su origen en "el costado abierto de Cristo la tarde del Viernes Santo". Es una visión del mundo que parte de un hecho concreto, a saber: "la encarnación, la muerte y la resurrección del Hijo de Dios, y la experiencia del derramarse el Espíritu de Dios sobre los hombres 'de todas las naciones' mediante la fe en Jesucristo y la pertenencia a Él en ese misterioso cuerpo suyo que es la Iglesia". Don Javier nos dice que el centro de toda experiencia vital y humana es Cristo, que Cristo "sostiene el valor de toda persona humana", que con el cristianismo nace "una cierta concepción cristiana del trabajo, de la economía, de la familia, de la vida social, y de ahí una literatura, un arte, una música, toda una visión de la vida, de la creación y de la historia".

Esto es algo que tenían muy claro nuestros antepasados, incluidos los gobernantes de Siena. O los artistas: no importa lo desastrosa que pudiera ser su vida; tenían una idea de la trascendencia que hoy en día tiende a desaparecer, incluso entre quienes nos llamamos cristianos o católicos. Creo sinceramente que los nueve ciudadanos que gobernaban Siena sabían que tenían que responder ante Otro, no sólo ante la ciudad. Como escribe el arzobispo de Granada, aplicándolo a su persona, creo que sabían que tendrían que responder de sus acciones en el juicio de Dios "que es el único que realmente importa". Ser cristiano, en mi opinión, no es sólo tener o respetar unos valores, no es simplemente estar apegado a unas tradiciones. Es mucho más: es un encuentro histórico (creo que todos los conversos podemos decir en qué momento tuvimos ese encuentro) que le da la vuelta totalmente a la vida. Y a pesar de los periodos de sequía y de "ida y vuelta" que puede haber, este encuentro con Cristo no se puede negar, porque la mirada que uno tiene sobre las personas, las cosas y los hechos cambia.

Es de agradecer que un obispo que como pastor tiene la obligación "ante todo de haber tratado de guiar y de iluminar a su pueblo", nos recuerde dónde está este centro, al menos para los cristianos. Si todos nosotros perdemos de vista esta realidad, que es Cristo, y si la pierden de vista los políticos que se dicen cristianos y católicos, seguiremos sin saber "qué es el cristianismo, y eso nos permite confundirlo con cualquier ideología o 'espiritualidad', venga del lado que venga". A no ser que "suceda una verdadera conversión". De todos.

He leído la carta de don Javier cuatro veces. Sigo sin saber a quién votar. Pero estoy centrada en lo que importa, sobre todo ahora, que estamos en Cuaresma y nos dirigimos a la Pascua. Y por ello le estoy agradecida.

 

Helena Faccia

elrostrodelresucitado@gmail.com

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