Fascinados por Cristo
Fascinarse por Cristo, o mejor, ser fascinados por Él, es la clave para entender el movimiento que se desata: seguir al Señor.
Ya nada se entiende sin Él, ya nada tiene luz ni sabor ni color ni dulzura sino está Él.
Los apóstoles lo experimentaron, y al igual que ellos, todos los santos se sintieron fascinados por Jesucristo, por su Palabra, o por su Presencia, o por su mirada. Todo cambió en ese momento.
Cristo fue para ellos lo más decisivo, lo más importante que pudo ocurrir en sus vidas.
Esa fascinación los sacó de sí mismos, de su encerramiento y hasta de su egoísmo; los sacó de la rutina mortal, del sinsentido, y se pusieron a caminar tras Aquel que los amó de verdad como nadie nunca los había amado.
Por eso esta es la clave: ser fascinados por Cristo, y se repite constantemente, a cada paso de la historia de la Iglesia.
"Para todos es importante aprender cada vez más a «permanecer» con el Señor, cada día, en el encuentro personal con él para dejarse fascinar y conquistar por su amor y ser anunciadores de su Evangelio; es importante tratar de seguir en la vida, con generosidad, no un proyecto propio, sino el que Dios tiene para cada uno, conformando la propia voluntad a la del Señor; es importante prepararse, también a través de un estudio serio y comprometido, a servir al pueblo de Dios en las tareas que se les confíen" (Benedicto XVI, Hom. de Vísperas en la inauguración del año académico de las Universidades pontificias, 4-noviembre-2011).
Sin esa fascinación, el edificio de la vida se viene abajo.
Por un tiempo, tal vez, se puede sostener un compromiso movidos por el férreo voluntarismo de un ideal. Incluso, por un tiempo, se puede uno entregar a tareas apostólicas por la cercanía, la amistad, la admiración, con un sacerdote o un consagrado; o tal vez, simplemente, vinculado a una persona a la que se idolatra. Pero, como no es por el Señor sino por otros motivos, a veces espúreos y pasajeros, cuando es una estrecha vinculación afectiva a una persona, en el momento en que desaparece ésta, se rompe todo apostolado, compromiso y entrega. ¡Cuántas veces lo hemos visto y padecido!
Sólo la fascinación por Cristo puede cambiarnos y orientar nuestro caminar apostólico. Sólo la fascinación por Jesucristo hace posible un seguimiento que sea verdadero y fiel, aunque cambien las circunstancias o las mediaciones concretas: ¡porque todo se hace sólo y exclusivamente por el Señor, no por nadie más!
Nuestra pastoral y predicación, nuestra catequesis y formación, repitámoslo una vez más aquí, sólo puede 'funcionar' si ponemos a las personas frente a la persona misma de Cristo, si conseguimos que se encuentren con Él, cara a cara, para que sea Él el que los fascine y se encuentre con ellos.
Lo que no sea eso, será en muchas ocasiones fuegos artificiales que, con estrépito, aparentan pero duran poco.
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