Viernes, 29 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Una pastoral humilde y compasiva (sentarse a confesar)

por Corazón Eucarístico de Jesús

Sentarse el sacerdote en el confesionario cada día, pacientemente, es verdadera pastoral, aun cuando la palabra 'pastoral', fruto de la secularización, se identifica con acciones de corte populista o de activismo, con la suma de reuniones y actividades.
 
Sin embargo, es verdadera pastoral, y muy necesaria, la virtud sacerdotal de quien se sienta pacientemente, cada jornada, en el confesionario. Los fieles, tal vez al principio se sorprenderán, pero luego lo agradecerán como un medio precioso para su santificación y crecimiento. 
 
La pastoral auténtica es ejercer las virtudes del Corazón del Buen Pastor y éste estuvo siempre receptivo y acogedor a los pecadores que a Él se acercaban. Su corazón aguardaba el retorno del hijo pródigo de la parábola para reintroducirlo en la casa (y la casa es la Iglesia).
 
Las acciones pastorales de la Iglesia buscan el encuentro y la conversión de la persona con Jesucristo; por eso el confesionario es tan necesario y, aunque sea un martirio, el sacerdote sabe que estar allí cada día es extender la mano como Cristo a quien se está ahogando en el mar de la confusión.
 
Cuando tanto se habla de 'pastoral' y de 'planes pastorales', y todo se identifica con activismo y acciones populistas, reuniones y programaciones, hemos de recordar algo tan sencillo: pastoral es sentarse cada día en el confesionario con el mismo Corazón y sentimientos de Cristo.
 
En cada confesionario se verifica una personalísima, íntima y única historia de conversión, por eso hay que propiciar la posibilidad real de entrar en cualquier parroquia o iglesia y que el sacerdote esté visible en su confesionario.
 
"Las historias de conversión son muy diferentes. Hay conversiones casi repentinas, por lo menos aparentemente, y hay otras que van madurando a lo largo de un proceso largo y laborioso. Hay conversiones provocadas por iluminaciones intelectuales, y hay otras que llegan por la vía de las emociones y los afectos. Puede ser muy provechoso leer estos relatos.
 
El tratamiento de cada persona tiene que ser diferente. Así como en medicina se dice que no hay enfermedades sino enfermos, en pastoral hemos de pensar que no hay incredulidad sino increyentes, no hay ateísmo sino ateos, cada uno con su propia historia, su propia sensibilidad y sus propias razones. en consecuencia, el primer consejo para una pastoral evangelización es escuchar. No podremos ayudar a una persona a revisar sus convicciones y sus proyectos de vida sin saber antes quiénes, cuáles son sus experiencias y cuáles las razones personales que le mueven para no creer o para vivir alejado de la vida eclesial, cómo entiende y organiza su vida en esa perspectiva de alejamiento o de incredulidad. No hay dos personas que lo vivan de la misma manera. No podemos aplicar a todos el mismo diagnóstico ni la misma receta. No es lo mismo ayudar a creer a quien no ha creído nunca ni ha tenido ninguna instrucción religiosa, que ayudar a quien ha apostatado de la fe por las razones que sean, o sigue todavía creyendo en Jesucristo o en Dios al margen de la Iglesia, de sus enseñanzas y sacramentos. No es lo mismo hablar con alguien que dejó la vida cristiana seducido por las explicaciones ateas de un profesor brillante, o se alejó de la Iglesia después de vivir en ella durante unos años, que dialogar con quien vivió la fe del Islam tranquilamente y ha conocido la fe cristiana después de llevar un tiempo conviviendo entre nosotros. No se trata de presentar aquí un muestrario de las mil situaciones posibles. Baste la recomendación de dedicar tiempo a escuchar con respeto y afecto hasta conocer la vida y la historia de cada interlocutor, hasta llegar a un diagnóstico personal lo más acertado posible, hecho con clarividencia, amor y respeto.
 
No estamos acostumbrados a hacerlo así. Pero en una pastoral de evangelización y de reconstrucción espiritual es indispensable actuar muy a la medida de cada persona. Antes, esta pastoral personalizada se hacía en el confesionario, por los buenos confesores y consejeros. Ahora, por desgracia, se hace mucho menos. Y cada vez es más difícil hacerlo por la escasez de sacerdotes con tiempo, celo y paciencia para este ministerio. Pero es algo imprescindible que tenemos que recuperar. Hay que reconocer lo que es prioritario y organizar las cosas de manera que tengamos el tiempo necesario para las tareas esenciales y primarias de nuestro ministerio" (SEBASTIÁN, F., Evangelizar, Encuentro, Madrid 2010, pp. 251-252).
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