Viernes, 29 de noviembre de 2024

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Lo que esperamos de la Santa Misa (IV)

por Corazón Eucarístico de Jesús

Una sanísima doctrina eucarística, y por extensión, doctrina cristológica, eclesiológica, etc., nos ofrece la oración sobre las ofrendas de la Misa.

Prestando atención a ellas durante la celebración eucarística, y luego rezándolas y meditándolas en privado, iremos enriqueciendo nuestra comprensión del Misterio de la liturgia y de la acción del mismo Cristo.
 



¿Qué esperamos de la Santa Misa?

Hemos ido viendo que se suplica la purificación del corazón, la redención y salvación, y también la santidad de vida, conceptos éstos muy distantes tanto del lenguaje secularizado que se ha introducido en la catequesis y en la homilía, como de lo "políticamente correcto" hoy al tratar de la fe católica.

Pero las fuentes, es decir, la referencia de la liturgia, son claras.



 

4. ¡Por todos!
 
Ya que el sacrificio de Jesucristo en la Cruz se ofreció por todos, por la humanidad entera, reconciliándonos con el Padre, reparando el pecado de Adán, la Eucaristía santísima se ofrece igualmente por todos.
 
 
La Eucaristía que celebramos es así universal y católica ya que ofrece el mismo Sacrificio de Cristo implorando la salvación de todos. Un alma con sentido católico no reza exclusivamente por sí y para sí, sino que dilata su corazón por todos. La ofrenda de la Eucaristía nos saca de nosotros mismos, de lo meramente nuestro y nuestras necesidades, para hacernos “católicos”, universales. En eso nos educa una oración sobre las ofrendas que reza así:
 

 

“Oh Dios, que has llevado a la perfección del sacrificio único los diferentes sacrificios de la antigua alianza, recibe y santifica las ofrendas de tus fieles, como bendijiste la de Abel, para que la oblación que ofrece cada uno de nosotros en honor de tu nombre sirva para la salvación de todos”[1].

 

 
El sacrificio eucarístico es sacrificio de Cristo y también sacrificio de la Iglesia, unida a su Cabeza y Esposo. Lo ofrece por todos, ruega e implora la salvación de todos, espera que ninguno se pierda, suplica que sean reunidos los hijos de Dios dispersos.
 
No quiere la Iglesia que el sacrificio de Cristo sea inútil o se desperdicie, sino que alcance a todos los hombres, a todas las almas, y la redención siga avanzando. Ese deseo tan eclesial logra que el corazón de cada uno de los participantes en la Misa tenga sed de la salvación para la humanidad entera y ofrezca la Eucaristía por el bien y la redención de todos.
 
Éste es el sentir de la oración sobre las ofrendas:
 

 

“Sé propicio a nuestras súplicas, Señor, y recibe con bondad las ofrendas de tus siervos, para que la oblación que ofrece cada uno en honor de tu nombre sirva para la salvación de todos”[2].

 

 
Cuando en ocasiones la liturgia, con el influjo subjetivista de la secularización, se cierra sólo al “grupo”, al “nosotros, para “tomar conciencia” de la realidad que nos interpela, o comprometernos por “los valores del Reino”, etc, se pierde la catolicidad del sacrificio del Señor.
 
Cuando la celebración se cierra al “nosotros” de los allí presentes, pidiendo sólo por ellos mismos una y otra vez, se olvida cómo el sacrificio de la Eucaristía nos lleve más allá de nosotros mismos para mirar a tantos que vagan como ovejas sin pastor.
 
 
[1] OF XVI Tiempo Ordinario.
[2] OF XXIV Tiempo Ordinario.

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