¿Se armará el follón en el Sínodo?
por Un obispo opina
Estamos cerca de una reunión importante que va a tenerse en la Iglesia, el Sínodo que se va gestando desde hace un año.
Ya que el Papa dijo que todos los obispos miembros del Sínodo hablasen con toda libertad, se han vertido opiniones para todos los gustos que sólo reflejan los puntos de vista personales de quienes las emiten, y no tienen ninguna fuerza de cara a su aceptación de los fieles; sólo la tendrán si el Papa las acepta.
Es cierto que algunos intentan ir creando opinión para que el Papa se deje influir por cierta presión sobre posiciones de determinados grupos de distinto signo. Y es de esperar que cuando acabe el Sínodo, si no sintonizan sus enseñanzas con lo que ellos opinan, van a ser capaces de criticar al mismo Papa por no coincidir con lo que ellos piensan.
De ahí, el título de este artículo porque creo estar viendo, sin creerme profeta, lo que va a venir.
Y lo primero que quiero recordar es que creo en la infalibilidad del Papa, y la entiendo como ha sido definida por el Concilio Vaticano II, es decir, que tiene la misma infalibilidad que tiene la Iglesia, o sea, que la misma infalibilidad tiene el Papa solo, que unido a todos los obispos del mundo.
La definición solemne del Dogma de la Infalibilidad Pontificia dice entre otras cosas: “Con la aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado que el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando, ejerciendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, en virtud de su Suprema Autoridad Apostólica, define una doctrina de Fe o Costumbres y enseña que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por lo mismo, las definiciones del Obispo de Roma son irreformables por sí mismas y no por razón del consentimiento de la Iglesia. De esta manera, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de contradecir ésta, nuestra definición, sea anatema”.
No me parece eclesial la actitud de pedir adhesiones a un grupo porque parezca que otro grupo va a inclinar al Papa a una actitud progresista o anticuada. Me parece mejor que dejemos actuar a los miembros del Sínodo y que pidamos al Señor que sepamos todos aceptar y vivir lo que el Papa nos diga después de oír a los miembros del Sínodo.
Por eso, como obispo y como cristiano, al Papa no lo juzgo, le obedezco, porque es el portador infalible de la fe de la Iglesia.
José Gea
Ya que el Papa dijo que todos los obispos miembros del Sínodo hablasen con toda libertad, se han vertido opiniones para todos los gustos que sólo reflejan los puntos de vista personales de quienes las emiten, y no tienen ninguna fuerza de cara a su aceptación de los fieles; sólo la tendrán si el Papa las acepta.
Es cierto que algunos intentan ir creando opinión para que el Papa se deje influir por cierta presión sobre posiciones de determinados grupos de distinto signo. Y es de esperar que cuando acabe el Sínodo, si no sintonizan sus enseñanzas con lo que ellos opinan, van a ser capaces de criticar al mismo Papa por no coincidir con lo que ellos piensan.
De ahí, el título de este artículo porque creo estar viendo, sin creerme profeta, lo que va a venir.
Y lo primero que quiero recordar es que creo en la infalibilidad del Papa, y la entiendo como ha sido definida por el Concilio Vaticano II, es decir, que tiene la misma infalibilidad que tiene la Iglesia, o sea, que la misma infalibilidad tiene el Papa solo, que unido a todos los obispos del mundo.
La definición solemne del Dogma de la Infalibilidad Pontificia dice entre otras cosas: “Con la aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado que el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando, ejerciendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, en virtud de su Suprema Autoridad Apostólica, define una doctrina de Fe o Costumbres y enseña que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por lo mismo, las definiciones del Obispo de Roma son irreformables por sí mismas y no por razón del consentimiento de la Iglesia. De esta manera, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de contradecir ésta, nuestra definición, sea anatema”.
No me parece eclesial la actitud de pedir adhesiones a un grupo porque parezca que otro grupo va a inclinar al Papa a una actitud progresista o anticuada. Me parece mejor que dejemos actuar a los miembros del Sínodo y que pidamos al Señor que sepamos todos aceptar y vivir lo que el Papa nos diga después de oír a los miembros del Sínodo.
Por eso, como obispo y como cristiano, al Papa no lo juzgo, le obedezco, porque es el portador infalible de la fe de la Iglesia.
José Gea
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