Dentro de la comunión de los santos
El Señor nos ha introducido en una Sociedad maravillosa, una Sociedad del Espíritu Santo, en la que todos estamos relacionados, vinculados, "conectados".
Los más grandes, sin dudas, fueron aquellos que vivieron conscientemente su pertenencia a esta Comunión, y se expropiaron, sin reservarse nada para sí, sino entregando todo en las manos del Señor para que distribuyera ampliamente, como Él quisiera, los distintos tesoros de virtudes, gracias, santidad.
Hay almas, especialmente tocadas por el Señor, cuya existencia ha sido prácticamente martirial, a la que no se le ahorraron sufrimientos y contradicciones de todo tipo, que estaban destinadas a ofrecer, a vivir reparando y expiando por los demás. Lo hicieron porque sabían el bien mayor que construían, el de la Comunión de los santos, la edificación de la Iglesia.
Se expropiaron, decíamos, es decir, fueron conscientes de que "somos del Señor" y todo le pertenece a Él, y nada se guardaron para sí ni buscaron nada para sí. Todo se le entregó al Señor para el bien de todos.
"En la comunidad eclesial ´nadie vive para sí ni muere para sí´ (Rm 14,7). La gracia personal y propia de cada uno pertenece también a los demás... Hace partícipes de su gracia a los demás, viniendo a ser así de alguna manera mediador de la misma...Se considera a veces la comunión de los santos como una co-participación de méritos, a imitación de Cristo que compartió también los suyos. Pero no existen méritos en sí de suerte que puedan compartirse. La comunión de los santos es de los santos, es decir, de las personas en cuanto pertenecientes las unas a las otras. Más que de bienes compartidos, es vinculación" (DURRWELL, F.X., Cristo nuestra Pascua, Ciudad Nueva, Madrid 2003, p. 101).
Esta profunda vinculación de unos con otros es la Comunión de los santos; una relación viva, fuerte, espiritual, en la que unos y otros mutuamente ofrecen lo suyo, se entregan, sostienen y son sostenidos.
La Comunión de los santos es una red de vida y santificación, una pertenencia de unos a otros en la caridad sobrenatural. Es el amor lo que refuerza esta Comunión.
"Dándose a sí mismo [Cristo], atrae y une a los unos con los otros en su cuerpo (1Co 10,1617) con los vínculos del Espíritu Santo. Hace de ellos lo que es él mismo: seres autodonantes dentro de su mutua pertenencia. Viene a reinar aquí una fundamental igualdad entre los fieles dentro de una diversidad de dones de la gracia. La santidad de los más destacados no aleja a éstos de los más humildes; pertenece a todos, ya que cuanto más son más se dan a los demás por su santidad. Los pequeños no envidian a los grandes; les agradecen serlo para honra y felicidad de todos. La comunión de los santos proyecta su gracia más allá de las fronteras de la Iglesia" (Id., p. 102s).
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