En la semblanza que se leyó en su Misa funeral, el delegado para el Clero, Antonio Collado, señaló entre otras cosas que «el que llevaba tantos años soportando su cuerpo enfermo y debilitado y tras unos últimos días de agonía prolongada, ha pasado a contemplar los cielos nuevos y la tierra nueva, se ha encontrado con Jesús, Buen Pastor, con quien intentó identificarse a lo largo de toda su vida sacerdotal». «D. Pedro –continúa el texto– nació el 23 de septiembre de 1940 en Álora, en una familia sencilla; de sus padres recibe los fundamentos cristianos que le van a acompañar toda la vida. Pronto descubre la llamada al sacerdocio y marcha al Seminario para su formación. Como tantos niños y adolescentes de aquellos años, no tiene clara su vocación pero en el Seminario se le educa, enseña y ayuda a discernir, según la espiritualidad del obispo Beato Manuel González, que caló profundamente en don Pedro y que ha sido fuente de inspiración para su tarea como presbítero».
En la semblanza se recuerda que «su primera responsabilidad pastoral fue en la parroquia de la Purísima de Málaga durante seis años como vicario parroquial y desde septiembre de 1973 hasta junio del 2014 ha sido párroco de la Sagrada Familia, su única parroquia. Toda una vida gastada en vuestro servicio, teniendo como modelo al Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Vosotros sois testigos de esta entrega a los niños, jóvenes, adultos, con los enfermos, en la catequesis, celebrando los sacramentos, acompañando, escuchando, perdonando en nombre del Señor... Siempre disponible, atento, cercano y cariñoso. Sintió como algo propio esta barriada de Tiro Pichón y esta parroquia que ha sido para él su vida. (...)
Había conseguido reunir junto a él a otros sacerdotes también preocupados por renovar la catequesis, dotarla de un estilo más vivencial, menos académico, más litúrgico y existencial, como pedían los aires de renovación del Concilio Vaticano II. En eso don Pedro fue un visionario, un adelantado de su tiempo. Otro campo en el que derrochó ilusión, esfuerzo, estudio e investigación fue en la Delegación para la Causa de los Santos. Llegó a conocer a fondo la vida de muchos mártires malagueños del siglo pasado con ocasión de la persecución a la Iglesia, muchos de ellos sacerdotes y religiosos, pero especialmente la del diácono Juan Duarte y la de Enrique Vidaurreta, con quienes se habrá fundido hoy en un fuerte abrazo en la casa del Padre».
Descanse en paz