Del Madrid, Ancelotti y la paciencia.
por No tengáis miedo
Hoy han despedido al entrenador del Real Madrid, Carlo Ancelotti. Un hombre que ha logrado grandes cosas, que ha sido un señor, un ejemplo a seguir. Y esto, dentro de un mundo tan injusto y escandaloso en sus millonarias cifras como lo es el del futbol, no es poco. Un técnico respetado y querido por sus jugadores, por su afición y hasta por sus rivales, que creó un estilo de juego definido, bonito, pero que este año no ganó nada, razón oficiosa (que no oficial), por la que se ha visto truncado su proyecto en el club.
¿Y esto que tiene que ver con este humilde blog? ¡Pues mucho! Y es que esta actitud es la misma de la que muchas veces adolecemos en la Iglesia. Nos cuesta apostar por un proyecto, por una forma de hacer las cosas, que perdure en el tiempo. Es tan fácil caer en la tentación de buscar resultados, números… Y sin embargo, sabemos que los tiempos del Señor no son los nuestros.
Formar a un cristiano, a uno que lo sea de verdad, no sólo nominativo, lleva tiempo. Mucho tiempo. Años. Requiere algo más que una hora de catequesis semanal; necesita no sólo conocimientos teóricos (que también), sino un acompañamiento físico en su diario caminar, y la oportunidad de experimentar una fe viva dentro de la Iglesia.
Quizás confirmar a decenas de jóvenes cada año, en algo parecido a una fiesta de graduación del instituto, para no volver a verlos nunca más, no sea el camino. Quizás haya que ser valientes y ofrecerles más, mucho más, cuando se acercan a nuestras parroquias (allá donde aún lo hagan). Sacrificando tiempo y recursos. Buscando lo mejor para ellos, que lo hay. Jugándonos el todo por el todo. Y quien dice confirmaciones, dice comuniones. A fin de cuentas, siguiendo con el símil futbolístico, es nuestra cantera. Si no la cuidamos, si no la mimamos, no podemos luego pretender tener cristianos adultos.
En esta sociedad nuestra, de algún modo, a todos nos toca pasar por el trance de D. Carlo Ancelotti. Estamos constantemente exigidos. Los logros de ayer no sirven para mañana. Cuando no damos el resultado que de nosotros se espera, no cabe sino que seamos reemplazados.
Trabajemos por una Iglesia donde no nos obsesione el número de cristianos, de sacramentos administrados, de equis marcadas en las rentas. Trabajemos por tener comunidades cristianas donde las personas se sientan amadas y acogidas en su realidad, sin dar una talla, sin ser exigidas en resultados, sino invitadas a encontrarse con un Jesucristo que es real, y con él al descanso. Que consuelen, que formen discípulos. Que vean a cada persona que llama a nuestra puerta como un tesoro al que cuidar, ya sea niño, joven, adulto o anciano. Si conseguimos esto, con paciencia, con constancia, es muy probable que el resto de cosas vengan por añadidura.
Y en cuanto al sitio donde nos toca desarrollar nuestro quehacer diario (por desgracia el mío no es el Real Madrid), aquel donde tristemente somos tantas veces números antes que personas, por muy hostil que llegue a resultarnos, yo aspiro a que, si me reemplazan por no lograr objetivos, se pueda al menos decir de mí: “dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”. Es una buena meta para enfrentar cada lunes.