Ermitaño de Dúrcal
Recogido de Odisur
Búsqueda, constancia y fidelidad: una luna llena en Pascua: Es la manera como hoy, 5 de mayo, resonaba en todos los que sentimos su muerte el recuerdo de José Martín en su funeral, el Ermitaño de la Montaña de Dúrcal, quien suscitó en todos los presentes un fuerte aplauso de gratitud al Señor por su vida plena y convincente, llenando el corazón de gran alegría, de fe, y esperanza cristiana.
José, un hombre de Dios, sencillo, afable, buscador del amor verdadero y capaz de reflejar en sus expresiones hondas y sencillas una vida profundamente contemplativa. Pasó a la casa del Padre, después de una dolorosa enfermedad que hizo más evidente la fuerza de una vida orante y la capacidad de abandono y plena consagración a Dios.
La Sierra de Dúrcal, lugar santo donde encontramos una Ermita y en el que han pasado cientos de personas, sanas y enfermas, espacio de oración, de reconciliación, de recuperación espiritual, de salir de situaciones límite y donde muchos han encontrado lo que buscaban.
En la Sierra donde se sube a orar, a celebrar, a recuperarse y a formar una comunidad de la Iglesia no olvidará a José, nos decía D. Manuel Vílchez, sacerdote diocesano, que compartió con él 37 años de su vida de ermitaño. No se olvidará que José era un hombre correcto, coherente con su mente y con su corazón, y que fue descubriendo en José, desde el primer día que le conoció, esa búsqueda incansable del conocimiento de Dios, en la práctica, y que le llevó a la altura de cualquier santo, en su oración, en el trato con la gente, en sus frases hondas y profundas, en el convencimiento de que Dios tenía que estar en el centro de su vida, y hacer de él una casa de puertas abiertas para todos.
El tiempo litúrgico que acompaña la vida de José ha sido la Pascua, dice D. Manuel: "Le conocí en Pascua, hace 37 años, en una capilla, el Jueves Santo, delante del Santísimo, en oración, en diálogo con el Señor, le invité a la montaña de Dúrcal, era Pascua, y ahora, cuando entró al hospital, tuve de nuevo un diálogo con el Señor, le pedí que si se lo llevaba en poco tiempo que fuera en Pascua, para vestirse de blanco, para dar gracias y con la vida, tres veces la luna llena, Pascua, alegría... Dios le ha permitido subir al cielo en la Pascua.
Así ha vivido José, la razón era importante en él, pero en él la razón se iluminaba y se superaba con la fe, se hizo evidente este aspecto cuando le dice el médico que tenía una metástasis y que no había nada que hacer, José le respondió ´asumo mi realidad´. Ciertamente, era una persona que había alcanzado la madurez, conoció la pobreza humana y las consecuencias que trae el pecado y lanza la pregunta que todos hacemos sobre el después: ´¿Qué pasará?´. Y José responde: No pasa nada, ´yo voy al Padre´. José ha sido un ejemplo... yo lo puedo decir, José está en la cima de los santos: ´Quien deja padre, madre, hermanos y hermanas por mí, dice el Señor, tendrá padre y hermanos y el ciento por uno. Eso es ser cristiano, eso es hacer comunidad, hacer Iglesia, donde quepan todos los carismas, donde quepan todas las ideas, porque todos somos hermanos hijos de un mismo Padre, y se construye la verdadera familia humana´".
José ha muerto en la paz de Cristo, en abandono y confianza en al Amor del Padre, con la fe puesta en la Resurrección del Hijo, dando testimonio de una vida feliz en el seguimiento de Cristo y en la vivencia fiel del mensaje del Evangelio.
Teresa Rodríguez Arenas, FMVD