Oramos por ti, María
por No tengáis miedo
Querida María,
Te has ido. En la veintena. Como suele decirse, en lo mejor de la vida… Y tu ausencia duele. Duele mucho. Evocar tu nombre traerá por siempre un nudo en la garganta y un pellizco en el corazón. No volveremos a verte. No en esta vida. Y tras tanto tiempo de lucha, tras una enfermedad tan dura y voraz, no hay explicación que reconforte. No hay lógica racional, no hay palabras que sanen esta herida.
Podríamos exaltarte, adular tu recuerdo, todo lo mejor de ti, como se acostumbra cuando alguien nos deja. Pero tú no necesitas nada de eso. Eso ya nos lo regalaste en vida, y damos gracias a Dios por el tiempo compartido contigo. Tú nos has dado un testimonio de FE, en mayúsculas. De aceptación de la voluntad de Dios, hasta el final, hasta tu propia muerte. Has fortalecido la fe de cuantos te han conocido. Y es por eso que hoy te debemos mucho más que nuestras lágrimas o nuestras bellas palabras. Te debemos nuestras oraciones. Y vamos a orar sin descanso para que ya goces de la presencia de nuestro Padre Dios. Necesitamos que estés junto a Él, para que intercedas por nosotros, para que sigas fortaleciendo nuestro caminar en la fe, para que también nosotros digamos sí a su voluntad.
Te echamos de menos. Mucho. Pero sabemos que volveremos a vernos, Dios mediante. Has culminado la carrera de tu vida, y has corrido bien, muy bien. Ojalá de todos nosotros se pueda decir lo mismo al final de nuestros días. Ojalá se nos reciba en el cielo con una fiesta como la que tú tendrás.
Hoy más que nunca, proclamo que creo en la resurrección de la carne, que espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Hoy proclamo que sigues viva, y que en verdad no se truncó tu vida en lo mejor, sino que lo mejor es aquello que vas a vivir ahora. Y cada vez que, junto a los coros de los ángeles, cantemos “santo es el Señor”, tú tomarás una guitarra y te unirás a nuestro canto de alabanza. Hoy proclamo que tu vida ha tenido sentido, que tu enfermedad ha tenido sentido, que tu muerte ha tenido sentido. Sólo Dios sabe a cuántas personas puedes haber ayudado a entrar en su presencia con el ofrecimiento de tu dolor. Cuántas se habrán convertido o fortalecido por tu testimonio de fe. Para cuántas serás canal de bendición estando en el reino eterno.
Es por eso que, si rezamos durante tu enfermedad, la oración por ti tiene ahora aún más sentido; no cabe otro deseo en el corazón sino el de que puedas deleitarte, feliz por la eternidad, ante Aquel que te ama sobre todas las cosas. Y disfrutando de él, no dejes de derramar este amor sobre tu familia, sobre Dani, y sobre cuantos te hemos conocido.
Dios te bendiga, María, y bendito sea el nombre de Jesús, a quien tanto has amado.