Noviazgo: aprender a amar y a convivir
Noviazgo: aprender a amar y a convivir
En un encuentro reciente del Papa con novios les planteo a las parejas cuestiones elementales, que a veces se olvidan al pensar en el matrimonio. Bueno es recordarlas en un momento cultural y social en el que parece que el noviazgo no suele cumplir su papel de preparación para el matrimonio. Francisco respondió a 3 preguntas sobre: el miedo al “para siempre”; el estilo de la vida matrimonial; y el tipo de celebración del matrimonio. Recordamos sus palabras:
Primer consejo: rezar a diario para durar siempre.
Es importante preguntarnos si es posible amarse "para siempre". Hoy en día muchas personas tienen miedo de tomar decisiones definitivas, para toda la vida, porque parece imposible... y esta mentalidad lleva a muchos que se preparan para el matrimonio a decir: Estamos juntos hasta que nos dure el amor.... Pero, ¿qué entendemos por "amor "? ¿Sólo un sentimiento, una condición psicofísica?
Ciertamente, si es así, no se puede construir encima nada sólido. Pero si el amor es una relación, entonces es una realidad que crece y también podemos decir, a modo de ejemplo, que se construye como una casa. Y la casa se edifica en compañía, ¡no solos! No querréis construirla sobre la arena de los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios...
La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa: que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza... Así como el amor de Dios es estable y para siempre, queremos que el amor en que se asienta la familia también lo sea.
No debemos dejarnos vencer por la "cultura de lo provisional". Así que el miedo del “para siempre” se cura día tras día, confiando en el Señor Jesús en una vida que se convierte en un viaje espiritual diario, hecho de pasos, de crecimiento común...
Porque el “para siempre” no es sólo cuestión de duración. Un matrimonio no se realiza sólo si dura, es importante su calidad. Estar juntos y saberse amar para siempre es el desafío de los esposos cristianos.
En el Padrenuestro decimos "Danos hoy nuestro pan de cada día”. Los esposos pueden rezar así: “Señor, danos hoy nuestro amor de todos los días.... enséñanos a querernos”.
El matrimonio es un trabajo de orfebrería que se hace todos los días a lo largo de la vida. El marido hace madurar a la esposa como mujer, y la esposa hace madurar al marido como hombre. Los dos crecen en humanidad, y esta es la principal herencia que pasan a los hijos.
Segundo consejo: aprender a convivir
“La convivencia es un arte, un camino paciente, hermoso y fascinante... que tiene unas reglas que se pueden resumir en tres palabras: ¿Puedo?, gracias, perdona.
¿Puedo? Es la petición amable de entrar en la vida de algún otro con respeto y atención. El verdadero amor no se impone con dureza y agresividad. San Francisco decía: La cortesía es la hermana de la caridad, que apaga el odio y mantiene el amor.
Y hoy, en nuestras familias, en nuestro mundo, a menudo violento y arrogante, hace falta mucha cortesía.
Gracias. La gratitud es un sentimiento importante. ¿Sabemos dar las gracias? Es importante tener presente que la otra persona es un don de Dios, del que siempre debemos dar gracias. Una vez una anciana de Buenos Aires me dijo: la gratitud es una flor que crece en terreno noble.
En vuestra relación ahora y en vuestra futura vida matrimonial, es importante mantener viva la conciencia de que la otra persona es un don de Dios... y a los dones de Dios se dice “gracias”. No es una palabra amable para usar con los extraños, para ser educados. Hay que saber decirse gracias para caminar juntos.
Perdona. En la vida cometemos muchos errores, nos equivocamos tantas veces. Todos. De ahí la necesidad de utilizar esta palabra tan sencilla: "perdona”. En general, cada uno de nosotros está dispuesto a acusar al otro para justificarse. Es un instinto que está en el origen de tantos desastres.
Aprendamos a reconocer nuestros errores y a pedir disculpas. También así crece una familia cristiana. Perdóname que haya levantado la voz. Perdóname que haya pasado sin saludarte. Perdóname por llegar tarde, porque esta semana he estado tan silencioso, por no haberte escuchado, porque estaba enfadado y te lo he hecho pagar a ti… Todos sabemos que no existe la familia perfecta, ni el marido o la mujer perfectos. Existimos nosotros, los pecadores.
Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: que un día no termine nunca sin pedir perdón, sin que la paz vuelva a casa. Si aprendemos a pedir perdón y perdonar a los demás, el matrimonio durará, saldrá adelante.
Tercer consejo: boda sobria.
La celebración del matrimonio debe ser una fiesta, pero una fiesta cristiana y no mundana. Lo que sucedió en Caná hace dos mil años, sucede en realidad en cada fiesta nupcial. Lo que hará pleno y profundamente verdadero vuestro matrimonio será la presencia del Señor que se revela y nos otorga su gracia.
Al mismo tiempo, es bueno que vuestro matrimonio sea sobrio y destaque lo que es realmente importante. Algunos están muy preocupados por los signos externos: el banquete, los trajes...
Estas cosas son importantes en una fiesta, pero sólo si indican el verdadero motivo de vuestra alegría: la bendición de Dios sobre vuestro amor. Haced que como el vino de Caná, los signos externos de vuestra ceremonia revelen la presencia del Señor y recuerden a vosotros y a todos los presentes el origen y la razón de vuestra alegría. El señor multiplicará vuestro amor y os lo dará fresco cada día: ¡tiene una reserva infinita!