La vida consagrada apostólica

Otra clase de vida consagrada es la que se llama consagración apostólica, es decir, son los que conocemos como religiosos y religiosas; se dedican a obras apostólicas y de caridad, por ejemplo a la enseñanza y educación, a los hospitales, a los ancianos, a atender asilos y guarderías, a misiones etc. en fin se dedican a obras de caridad de manera especial.

Son muy numerosos. En España se calculan sobre unos 45.000 entre hombres y mujeres. Son una bendición de Dios para su Iglesia.
          
Tienen los tres votos de castidad, pobreza y obediencia y son los que más conocemos normalmente; están presentes en la mayoría de nuestros pueblos y ciudades; normalmente visten de hábito.
          
Es también característica suya la vida comunitaria. Viven en casas comunes, tienen sus superiores y normalmente suelen ser trasladados a distintas casas según se les necesite en un sitio o en otro.
 
Los religiosos, por su consagración, asumen como propia, la misión de Cristo de cara a los hombres y a la Iglesia. Por eso, con sus tres votos de castidad, pobreza y obediencia, renuncian a todo lo que no sea Cristo y su proyecto es dedicarse a la salvación de todos los hombres. De ahí que su gran objetivo sea la misión. ¿Dónde? Donde sea. ¿Durante cuánto tiempo? Durante el tiempo que sea. ¿Conviviendo con quiénes? Con sus hermanos de vocación sea donde sea.
 
Cada Congregación tiene un carisma propio, es decir, una tarea propia dentro de la Iglesia. Se fundaron normalmente cuando había una necesidad concreta que atender y el Señor inspiraba a los fundadores para que atendiesen a esas necesidades y según fueran locales o generales, fueron extendiéndose los carismas a nivel local o general; siempre bajo la autoridad de la Iglesia.
          
En mis contactos con religiosos me siento estimulado y optimista ante el futuro de la Iglesia. Son en ella un tesoro de valor incalculable; por la opción virginal que un día hicieron y por la continuidad de esa opción, renovada día a día.
 
En la actualidad hay escasez de vocaciones tanto en la vida religiosa como en cualquier otro tipo de vida consagrada. Hoy la gente es un tanto reacia a comprometerse para toda la vida; para un tiempo determinado sí suelen comprometerse y actúan de maravilla, pero dar un sí definitivo… no acaban de decidirse.
          
Indudablemente, sobre todo, cuando hay escasez de vocaciones, hay que volver a los propios carismas, al carisma fundacional. Pero quizá es posible que no nos centremos bien en el tipo de carismas a los que hay que volver. Creo que el gran carisma de toda vida consagrada es la radicalidad evangélica testimonial. Esto es válido siempre, pero es posible que en muchas ocasiones nos fijemos más en actuaciones concretas que en el espíritu de radicalidad evangélica sin el que todo lo demás es un tanto accesorio.
 
No olvidemos que una Congregación sin santos tiende a desaparecer. Me refiero a santos de cuerpo entero. A santos que viviesen la integración de su vida en la de Jesús. Es posible que, igual que los sacerdotes, si estuviesen los religioso muy polarizados en servicios sociales y dejando un poco de lado la oración y la evangelización, siendo esto lo que ahora más falta hace, deberían procurar poner esto en primer lugar si han de ser un testimonio eficaz en nuestro mundo. Y es que antes había evangelización y faltaban servicios. Mientras que ahora hay servicios sociales atendidos por el Estado o por algunas asociaciones y falta evangelización. Hay movimientos muy positivos en este sentido y es lo que quizá los jóvenes están buscando. Y aunque les cueste dar el salto, si lo dan, encuentran una paz e ilusión que sólo el Señor puede dar.

José Gea

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DESAFÍO VOCACIONAL DE LAS PARÁBOLAS, que trata del descubrimiento de la propia vocación religiosa en los jóvenes a la luz de las parábolas, y

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