Para la espera: fidelidad y sensatez. San Juan Crisóstomo
Para la espera: fidelidad y sensatez. San Juan Crisóstomo
“Es a la hora que menos pensáis que vendrá el Hijo del hombre.” Jesús dice esto a los discípulos a fin de que no dejen de velar, que estén siempre a punto. Si les dice que vendrá cuando no lo esperarán, es porque quiere inducirlos a practicar la virtud con celo y sin tregua. Es como si les dijera: “Si la gente supiera cuando va a morir, estarían perfectamente preparados para este día”… Pero el momento del fin de nuestra vida es un secreto que escapa a cada hombre…
Por eso el Señor exige a su servidor, dos cualidades: que sea fiel, a fin de que no se atribuya nada de lo que pertenece a su señor, y que sea sensato, para administrar convenientemente todo lo que se le ha confiado. Así pues, nos son necesarias estas dos cualidades para estar a punto a la llegada del Señor… Porque mirad lo que pasa por el hecho de no conocer el día de nuestro encuentro con él: uno se dice: “Mi amo tarda en llegar”. El servidor fiel y sensato no piensa así. Desdichado, bajo pretexto de que tu Amo tarda ¿piensas que no va a venir ya? Su llegada es totalmente cierta. ¿Por qué, pues, no permaneces en tu puesto? No, el Señor no tardara en venir; su retraso no está más que en la imaginación del mal servidor (San Juan Crisóstomo. Homilía 77 sobre San Mateo)
Podríamos preguntarnos por la razón que nos lleva a esperar. A veces la espera se debe al miedo. Tenemos miedo a que nos sorprendan y que se evidencie que no estamos atentos a lo que sucede a nuestro alrededor. Otras veces esperamos por desidia. No nos importa lo que suceda, por lo que esperar es igual que no hacerlos. La tercera opción es esperar con alegría y plenitud. Quienes así esperan saben que el Señor les ama y ellos viven la espera llenos de amor.
Dice San Juan Crisóstomo que “el Señor no tardara en venir; su retraso no está más que en la imaginación del mal servidor”, por lo que sentirnos cansados de esperar indica que no estamos haciendo una espera activa, sino que estamos empezando a desesperar.
En la vida cotidiana nos encontramos con muchas ocasiones en las que la espera necesita de esperanza. No es fácil esperar algo que no se ama, ya que terminaremos desesperados. Es interesante lo que San Juan Crisóstomo nos señala: El “Señor exige a su servidor, dos cualidades: que sea fiel, a fin de que no se atribuya nada de lo que pertenece a su señor, y que sea sensato, para administrar convenientemente todo lo que se le ha confiado”
No sólo se trata de esperar con paciencia sino que se nos requiere que seamos fieles, para no apropiarnos de los dones que el Señor nos ha prestado. La corrupción proviene de la infidelidad que anida en la desesperación. Pero además nos pide que seamos sensatos, para saber utilizar los dones prestados, para el bien de todos. Los talentos que el Señor nos ha prestado deberán ser devueltos incrementados. Si hemos estado ociosos, no seres capaz de multiplicar los dones de Dios.
Mirando a la situación de la Iglesia, podemos ver que muchas personas andan atareados en sus intereses, porque no esperan realmente la venida de Cristo. Son infieles con sus hermanos y con Dios mismo. Otros dejan de administrar los dones que han recibido, generando confusión y enfrentamientos con sus hermanos. En ambos casos se puede ver que la desesperanza les llama a buscar su beneficio personal.
Por lo tanto, esperanza, alegría, amor, fidelidad y sensatez son los dones que tenemos que pedir al Señor para que la espera no nos desespere y terminemos atendiendo a nuestros intereses egoístas.