Una gran obra de catequesis
La evangelización es el anuncio de Jesucristo. Una vez anunciado, a aquellos que lo acepten, hay que posibilitarles un proceso de crecimiento, y éste se llama catequesis. En ellos debe ir resonando, en sentido amplio, la Palabra -catequesis viene de resonar, de eco-, para que acampe en ellos y haga morada en ellos, conformando un modo de ser, de pensar, de sentir y de actuar.
La Iglesia siempre ha tenido en altísima consideración la catequesis y su paradigma, su modelo fundamental, era la catequesis para adultos y estoy convencido de que hoy sigue siendo válido ese paradigma. Normalmente y en general, asociamos catequesis sólo para la infancia. Pero esta catequesis infantil es sólo una parte, pequeñita y muy extendida, pero el referente será siempre la catequesis de adultos con la variedad de formas que hoy puede asumir (como grupos de catequesis de adultos parroquial, formación continuada y sistemática en Asociaciones, grupos, Movimientos, en Adoración Noctura, en equipos de liturgia, etc., etc.).
La revelación de Dios en Cristo es una revelación definitiva que se comunica en la Iglesia. Dios sigue, en este sentido, revelándose, dándose a conocer en la Iglesia. Primero en la Palabra que se proclama y que es eficaz por la acción del Espíritu Santo en la Iglesia; segundo, en la catequesis que abre los tesoros de la revelación; tercero, la vida misma de los santos es una Palabra viva de Dios, una manifestación de su Gracia, una cierta revelación.
"La presencia de Cristo Resucitado entre sus discípulos fue una fuente de profunda consolación para ellos, confirmándoles en su fe y profundizando su amor por él; y en su Ascensión, los envió diciendo “Id, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20). Este mandamiento empujó a vuestro gran patrón Santo Tomás, a los demás Apóstoles y todos los que los siguieron, para predicar el Evangelio entre las naciones; a través de la predicación de la palabra y de la celebración de los sacramentos, la vida divina de la Santísima Trinidad ha pasado a muchas almas cristianas.Hoy, como en todas las épocas, el mandato apostólico encuentra su fuente y su foco central en la proclamación del Hijo de Dios encarnado, que es la plenitud de la revelación divina y “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). El Salvador de toda la creación, y portador de la Buena Noticia para todos y el cumplimiento de los anhelos más profundos del hombre. La revelación definitiva de Dios que viene a nosotros en Jesucristo y que los creyentes de todo el mundo proclaman, se expresa de manera concreta en las Sagradas Escrituras y en la vida sacramental de la Iglesia. El poder salvífico de Cristo es proclamado también, en las vidas de los santos que han llevado con entusiasmo el mensaje del Evangelio y lo han vivido con fe entre sus hermanos y hermanas. La revelación cristiana, cuando es aceptada en libertad y por obra de la gracia de Dios, transforma a los hombres y las mujeres desde el interior y establece una maravillosa, relación redentora con Dios, nuestro Padre celestial, a través de Cristo, en el Espíritu Santo. Este es el corazón del mensaje que enseñamos, este es el gran regalo que ofrecemos en la caridad a nuestro prójimo: compartir en la misma vida de Dios" (Benedicto XVI, Disc. al primer y segundo grupo de obispos de la India en visita ad limina, 16-mayo-2011).
La catequesis es un gran instrumento permanente de la Iglesia. El Papa añade un adjetivo a la palabra catequesis: "sólidas".
"Dentro de la Iglesia , los primeros pasos de los creyentes a lo largo del camino de Cristo, deben estar siempre acompañados por catequesis sólidas que les permitirán crecer en la fe, amor y servicio. Algunos de vosotros me habéis informado de los retos que enfrentáis con respecto a esto, y os apoyo en vuestro compromiso de proveer formación de calidad en esta área. Reconociendo que la catequesis es algo distinto a la especulación teológica, los sacerdotes, religiosos y catequistas laicos necesitan saber cómo comunicar con claridad y amorosa devoción la belleza que transforma la vida de la enseñanza y vidas cristianas, que será capaz de enriquecer el encuentro con el mismo Cristo. Esto es especialmente verdadero en la preparación de los fieles en el encuentro con el Señor en los sacramentos" (ibíd.).
Sólidas significará que son catequesis sin ambigüedades, ni son antropocéntricas, ni mero moralismo de compromisos y toma de conciencia social, ni el psicologismo de las emociones, lo que uno siente, lo que uno ve...
-Una catequesis sólida es una transmisión íntegra del Credo, la fe eclesial explicada, desglosada, hecha carne luego en la vida de cada uno.
-Además, será iniciación constante a la liturgia de la Iglesia, una mistagogia de los ritos, una introducción a los tesoros de la liturgia para una participación plena, consciente, interior, activa, fructuosa.
-En tercer lugar, una iniciación moral, a la vida moral, a la Gracia y al pecado, a las virtudes, al obrar cristiano y a la doctrina social de la Iglesia.
-Finalmente, una catequesis sólida presupone que educa para la oración y la contemplación.
El Papa habla, incluso, de una "formación de calidad", que forjará católicos de una pieza, enteros, sin fragmentaciones en su vida, capaces de dar razón de su fe y de su esperanza en diálogo con el mundo, porque conocen y aman la fe, y aplican la razón y el corazón para mostrarla.
Cualquier parroquia, cualquier comunidad cristiana, deberá dedicar sus mejores recursos, una inversión de tiempo y de fuerzas, a la catequesis de adultos y a la formación continua y sólida del laicado... aunque eso implique un gran cambio en la mentalidad pastoral.
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