El verdadero médico es el Salvador
Miremos a Cristo, acudamos a Él.
Nadie hay que no tenga dolor, nadie que no experimente sufrimiento en su cuerpo o en su alma.
Remedios humanos fracasan porque son limitados. ¿Quién puede curarnos? ¿Quién puede salvarnos?
La Iglesia contempló a Cristo y se maravilló de sus aciones redentoras, llamándolo Médico de los cuerpos y de las almas.
"Él, Médico divino, "pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo" (Hch 10,38). En el misterio de su pasión, muerte y resurrección, el sufrimiento humano encuentra sentido y la plenitud de luz" (Benedicto XVI, Mensaje para la XVIII Jornada Mundial del Enfermo, 22-noviembre-2009).
Su obrar divino en las enfermedades, curando de toda clase de mal, muestra su poder redentor, salvador, tanto en el cuerpo como en el alma. Así nos conduce a una fe absoluta en su Persona divina.
"Un texto de San Agustín nos ofrece la clave interpretativa de los milagros de Cristo como señales de su poder salvífico. "El haberse hecho hombre por nosotros ha contribuido más a nuestra salvación que los milagros que ha realizado en medio de nosotros; el haber curado las enfermedades del alma es más importante que el haber curado las enfermedades del cuerpo destinado a morir" (San Agustín, In Io. Ev. tr. 17,1). En orden a esta salvación del alma y a la redención del mundo entero Jesús cumplió también milagros de orden corporal" (Juan Pablo II, Audiencia general, 25-noviembre1987).
La obra de la redención bien se puede expresar con el término curación y a Cristo denominarlo "Médico".
¡Él salva y sana!
Por eso, al leer hoy, en el hoy de nuestra vida, los textos evangélicos que narran curaciones, recibimos la alegre noticia, esperanzadora, de que Cristo hoy sigue curando y puede actuar en nosotros.
Comentarios