El valor de la teología (con palabras de Newman)
La teología es importantísima y es una vocación y un servicio a la Iglesia. Se podría definir, porque es así, un carisma, "el carisma de la teología". Y como tal carisma, debe ser apreciado, custodiado, valorado, respaldado.
Newman destacaba su importancia y función en la Iglesia al decir:
"Nunca se halla la religión en mayor peligro como cuando, a consecuencia de las turbulencias nacionales o internacionales, las instituciones de estudio teológico han sido clausuradas o han dejado de existir... La teología es el principio fundamental y el principio regulador de todo el sistema eclesial. La teología es proporcionada a la revelación y la revelación es la idea inicial y esencial del cristianismo. La teología es el contenido de la función profética, su causa formal y su expresión; y en cuanto es función profética, ha creado tanto la función regia como la sacerdotal" (Prólogo a la tercera edición 1877- de Vía Media de la Iglesia anglicana...).
La teología es una función necesaria en la Iglesia y quien la lleva a cabo recibe un particular carisma y vocación. Por eso la teología, sin situarse por encima de la Iglesia ni del Magisterio, ni ser una instancia crítica contra la Iglesia, debe ser valorada y respetada. Ya sabemos que no es una mera repetición de documentos magisteriales; ya sabemos que no es una disidencia disfrazada de "voz profética"; ya sabemos que tampoco es una búsqueda exagerada de herejías para adoptar un lenguaje condenatorio y no aportar nada. Es algo más, más hermoso, más bello, más eclesial, más razonable.
"La teología es la humilde e impertérrita, sufrida y esperanzada servidora de la verdad de Dios en la Iglesia y en el mundo. Ella no tiene otro señor ni otro servicio; por ello no puede doblegarse a ningún otro señorío ni aceptar otros patronazgos últimos. Ahora bien, la verdad se ha dado a todos los miembros de la Iglesia y no sólo al teólogo. El Espíritu de la Verdad, que promete y envía Jesús, se difunde sobre todos los fieles, no sólo sobre los que profesionalmente se dedican a pensarla. El encuentro de la verdad es una tarea colectiva y el encuentro de la verdad en la Iglesia es tarea de todos los creyentes y no sólo del teólogo. De ahí que el teólogo tenga siempre que mirar a su derredor eclesial para no perderse en su camino; hacia la comunidad en medio de la que vive y hacia la autoridad que le preside en nombre de Cristo. Porque la verdad cristiana no es una verdad matemática, conceptual, deducida en puro ejercicio demostrativo. No es una "lógica de papel" ni de silogismos, sino una lógica del don divino y de la respuesta humana en la decisión y en la vida. Es la lógica de Dios conformando el logos del hombre. De aquí nacen los límites de la teología" (O. González de Cardedal, La teología en España (1959-2009), Madrid 2010, p. 511).
Pero hagamos el elogio de la teología para nuestros días, cuando tantas prevenciones hay hacia ella, minusvalorando la importancia de la razón y de la intelectualidad para el servicio eclesial.
Volvamos a Newman.
"La teología no puede imponerse siempre a su manera; es demasiado sólida, demasiado intelectual, demasiado exacta, para ser siempre equitativa y compasiva. Algunas veces entra en conflicto y sufre derrotas, o ha de consentir en una tregua o una transacción a consecuencia de la fuerza antagónica o del sentimiento religioso o de los intereses eclesiásticos. Esto sucede a veces en asuntos muy importantes y a veces en asuntos de menor alcance" (Newman, ibíd.).
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