Viernes, 29 de noviembre de 2024

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La Vigilia pascual (un documento)

por Corazón Eucarístico de Jesús

Si queremos conocer hoy nuestra Vigilia pascual, culmen del Triduo pascual, fiesta de las fiestas, y recuperar su centralidad, hemos de considerar la importancia que siempre tuvo y el modo de celebrarse, distinto según las familias litúrgicas, y sus evoluciones a lo largo de la historia.
 
Estamos sin duda ante la gran celebración eclesial, amada y esperada por el pueblo cristiano, que los convocaba durante la noche de la Pascua para velar, orar, celebrar y vivir los sacramentos, con un marcado tono escatológico, aguardando la vuelta en gloria del Señor de la historia, juez de vivos y muertos.
 
Vamos a conocer qué dice sobre esta santa vigilia un documento de finales del s. III y principios del IV, situado en Siria, las Constituciones apostólicas; veamos cómo celebraban la santa Pascua nuestros antepasados en la fe, empapándonos de la Tradición.
 
 
"Ayunad los días de Pascua, a partir del segundo día de la semana, hasta el día de la parasceve y el sábado, durante seis días, tomando sólo pan, sal, verduras y agua para beber; absteneos de vino y de carne, pues son días de luto y no de fiesta.
 
El día de la parasceve y el sábado pasadlos totalmente en ayuno, o aquellos que dispongan de fuerzas suficientes, sin tomar nada en absoluto, hasta el canto del gallo. En cambio, si alguno no es capaz de continuar el ayuno por dos días, observe al menos el sábado. Refiriéndose a sí mismo dice el Señor: Cuando les sea arrebatado el esposo, entonces ayunarán. En esos días, en efecto, nos fue arrebatado por el falso testimonio de los judíos, fue puesto en la cruz y considerado un malhechor.
 
Por tanto, os advertimos que en estos días debéis ayunar hasta la hora vespertina, tal como ayunamos nosotros cuando nos fue arrebatado. Durante los días restantes, antes de la parasceve, que cada uno coma a la hora nona o a la hora vespertina, o como le sea posible a cada uno. El sábado debéis permanecer en ayuno hasta el canto del gallo. Al amanecer del sábado, que es el día del Señor, romped el ayuno. Permaneced en vela desde la hora vespertina hasta el canto del gallo.
 

Reunidos en comunidad, permaneced en vela, rezando y orando a Dios, durante toda la noche; leyendo la ley, los profetas y los salmos, hasta el canto del gallo. Bautizad entonces a vuestros catecúmenos. Leído el evangelio con temor y temblor, y pronunciada la alocución al pueblo sobre las cosas referentes a la salvación, poned fin a vuestro luto. Y orad a Dios para que Israel se convierta, acoja la oportunidad de hacer penitencia para remisión de la impiedad.
 
Por esto, vosotros, al resucitar el Señor, ofreced vuestro sacrificio, sobre lo cual nos recomendó: ´haced esto en memoria mía´. Después romped el ayuno, alegraos y haced fiesta, porque Cristo ha sido resucitado de entre los muertos como prenda de vuestra resurrección" (Constituciones Apostólicas, V, 1819).
 
 
La preparación de los fieles a las fiestas pascuales se producía con el ayuno. Toda nuestra actual Semana Santa era tiempo de ayuno, con una sola comida al día, a la hora de nona, o por la tarde o cuando se pudiera, con pan, verduras y agua. El ayuno era purificador, penitencial, y siempre ha sido una práctica abundante en la vida cristiana.
 
Pero en la parasceve (el Viernes Santo) y el sábado (Santo) el ayuno debía ser absoluto, al menos el sábado, hasta romperlo con la Comunión eucarística. Es el gran ayuno pascual que se justifica, en el texto, por la frase del mismo Señor sobre el Esposo arrebatado.
 
Hoy, para nosotros, será una práctica penitencial enriquecedora del espíritu, si descubrimos, potenciamos, practicamos, el ayuno pascual. El Sábado Santo no es día de comidas, almuerzos o convivencia como si todo lo importante hubiera pasado ya; tampoco es un día para cenar antes de ir a la Vigilia. El Sábado Santo es día de luto -dicen las Constituciones Apostólicas- y día, por tanto, de ayuno.
 
La Vigilia pascual transcurre durante la noche, desde que ya se ha hecho de noche, hasta el canto del gallo. Es la Vigilia por excelencia en la que hay que velar y no dormir. Su carácter nocturno es evidente en todos los documentos de la Tradición, así como su amplitud: son varias horas nocturnas y a nadie se le ocurría abreviarla para acabar antes ni tampoco adelantarla en su horario (desde el atardecer a la medianoche). Es noche en vela en honor del Señor.
 
La descripción de la liturgia indica los elementos de los que se compone.
 
Existe una sucesión de lecturas y salmos, tomadas del Pentateuco y de los Profetas, con el canto de los salmos intercalados. Luego se lee el evangelio y hallamos una mención expresa a la homilía, la "alocución" sobre las "cosas referentes a la salvación".
 
Tenemos la primera mención a la práctica del Bautismo en la noche de Pascua: era el momento reservado para el Bautismo y por tanto avala que más o menos durante el siglo III se hizo universal la costumbre de bautizar solamente en la noche de Pascua. Es la noche de la Vida divina que se comunica por la Resurrección de Cristo. Curiosamente se señala el Bautismo antes del Evangelio, costumbre que pervive en la Vigilia pascual de rito hispano-mozárabe donde se bautiza en el baptisterio mientras los fieles siguen en la nave de la iglesia con las lecturas hasta juntarse todos para el Aleluya y el Evangelio que esa noche proclama el mismo obispo.
 
Después se rompe el ayuno "ofreciendo el sacrificio", celebrando la Eucaristía santísima. Entonces comienza la alegría y la fiesta, el tono festivo y el júbilo del corazón por la Pascua de Jesucristo.
 
Sea este documento un estímulo para redescubrir elementos de la vigilia pascual que tal vez puedan pasarnos desapercibidos y aliento para vivir con mayor interés y fuerza la santísima vigilia pascual.
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