Magisterio sobre la evangelización (XIV)
Para evangelizar, es necesario estar evangelizado, es decir, que el evangelio y la Persona misma de Cristo hayan configurado completamente la persona.
Algo tan simple y sin embargo se nos olvida. A veces la fuerza la ponemos en los métodos, en los organigrama pastorales, en las reuniones... cuando no en pensar que con cambiar el libro de catequesis ya estamos evangelizando. ¡Un poco simplista! A veces los mismos evangelizadores se limitan a una tarea concreta y la viven así, a tiempo parcial, para un rato semanal, sin mayor convicción ni vida interior, limitándose a la Misa dominical (sin vida de oración, sin adoración eucarística, sin más nada); simplemente realizan una tarea pastoral, lo viven como si hicieran un favor y hubiera que estarles inmensamente agradecidos y se quedan en la superficie de la fe, de la realidad, del Misterio.
La cuestión no es tanto de método o libro o programación cuanto del evangelizador, de la persona que se pone al servicio del Evangelio.
La palabra clave es conversión:
"Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.
Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo “mío”, para darme gratuitamente lo “suyo”. Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia “más grande”, que es la del amor (cf. Rm 13,810), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar" (Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2010).
Aquí está la clave: convertirse a Cristo, salir de uno mismo y reconocer la necesidad de Cristo en la propia vida. Sin esta conversión, evangelizaremos como profesores que exponemos algo de un libro sin mayor interés ni pasión ni incidencia en la vida.
Hay que trabajar en la propia evangelización, en la de aquellos que anuncian y transmiten y explican el Evangelio.
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