Lo que Cristo nacido nos da (Preces de Laudes)
El mirabile commercium o admirable intercambio
Ya abordamos en su momento, al ver los encabezamientos de las preces, la teología tan fecunda del “admirable intercambio” que resuena constantemente en el ciclo de Navidad-Manifestación. Es un lenguaje de contraposición, entre lo que es Dios y lo que es el hombre, y sin embargo, al hacerse Dios hijo del hombre, aporta al hombre los bienes de Dios. Toma lo nuestro para darnos de lo suyo propio.
Este lenguaje y esta rica teología enriquecen de veras la comprensión del Misterio y facilitan una vivencia espiritual más honda, orientándonos, conduciéndonos, a un conocimiento mayor de Dios y de su obra.
Con textos paulinos engarzados (cf. 2Co 8,9; Flp 2,511), confesamos: “te has hecho pobre para que, con tu pobreza, nosotros nos hagamos ricos y te despojaste de tu rango para que, con tu humillación, nosotros resucitáramos y llegáramos a participar de tu gloria” (30 dic). Al hacerse hombre, permite al hombre asemejarse a Él, comenzando, por gracia, a tener una vida divina, sobrenatural: “Tú que te has hecho semejante a nosotros, concédenos a nosotros ser semejantes a ti” (1 ene).
Al entrar en nuestro mundo y en nuestra tierra posibilita otro intercambio: ser “ciudadanos del cielo” (Flp 3,20), peregrinos para otra patria verdadera y ciudad permanente (cf. Hb 11,16; 13,1314): “Tú que has querido ser ciudadano de nuestro mundo, concédenos a nosotros ser ciudadanos de tu reino” (1 ene), y en el mismo sentido: “Tú que quisiste acampar entre nosotros, haznos dignos de morar contigo en tu reino” (4 ene).
Por su Encarnación y Nacimiento, recibimos los bienes de su divinidad: “Tú que, sin dejar de ser Dios como el Padre, quisiste hacerte hombre como nosotros, haz que nuestra vida alcance su plenitud por la participación en tu vida divina” (8 ene). Todo es, así pues, motivo de gracia y don para el hombre.
Semejantes a Cristo
Contemplando al Señor que nos ha nacido, el deseo constante es ser como Él, parecernos a Él, llegar “a la medida de Cristo en su plenitud” (Ef 4,13). Suplicamos entonces: “A quienes celebramos los primeros pasos de tu vida terrena, concédenos llegar al estado del hombre perfecto, a la madurez de tu plenitud” (11 ene); “Oh Jesús, que en el seno de tu familia de Nazaret creciste en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres, concédenos crecer siempre en ti, que eres nuestra cabeza” (Sgda. Familia).
Él es modelo y a la vez causa de gracia para unirnos a Él, configurarnos con Él.
Nos crea y nos recrea, es decir, nos renueva. Estos aspectos están presentes en la oración matinal de las Laudes: “Tú que te has hecho semejante a nosotros, concédenos a nosotros ser semejantes a ti” (1 ene). Su vida es nuestra vida, como modelo, ejemplo y vida que se nos da por gracia: “Oh Jesús, maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre perpetuo, Príncipe de la paz, haz que los ejemplos de tu humanidad santa sean norma para nuestra vida” (3 ene). Él que renueva al mundo entero con su venida, nos renueva por gracia a todos: “Tú que eres el ‘Dios-con-nosotros’ que has renovado maravillosamente la creación entera, haz que en nosotros todo se renueve también: el corazón, las palabras y las obras” (7 ene).
Él, además, ha asumido nuestra humanidad para renovarla y unirla a Sí: “Tú, Señor, que existiendo desde siempre has querido asumir una vida nueva al hacerte hombre, renuévanos a nosotros por el misterio de tu nacimiento” (8 ene).
Comentarios