Ojos de nuestra alma
Nuestra alma…, tiene sentidos y parte de ellos son unos ojos, son los ojos de nuestra alma. Son más de uno, los que piensan que solo tenemos ojos en nuestra cara. A este respecto Santa Teresa de Jesús manifestaba: “Me hizo mucho daño creer que no era posible ver nada si no era con los ojos del cuerpo, y el demonio influyó en que lo creyese así y en hacerme entender que era imposible ver sin los ojos del cuerpo”.
Los ojos de nuestra cara, no son más que un instrumento más de nuestro cuerpo que utiliza nuestra alma, pero ellos solo pueden captar las realidades materiales, pero no las espirituales. Cuando entremos en la eternidad, después de fenecer nuestro cuerpo, porque nuestro cuerpo es mortal, es porque nuestra alma la es inmortal y nunca fenecerá, no nuestro cuerpo que ya no existirá. Nuestra, alma necesitará tener unos ojos que puedan captar las realidades espirituales. Por ejemplo, Dios y los ángeles son espíritus puros y si no tenemos unos ojos capaces de captar las realidades del orden espiritual, nada veremos. Ahora aunque nuestra alma si tiene ojos con los que se pueden captar las realidades del espíritu, pero no los tiene desarrollados, sus ojos están atrofiados.
No son muchas las personas, que dado su alto nivel de vida espiritual, alcanzan un gran desarrollo en los sentidos sensoriales de su alma, Son personas, con una gran capacidad de captación y visión de los problemas de orden espiritual que se le plantean. De aquí que existan y siguen existiendo, extraordinarios confesores y sobre todo maestros espirituales que tiene el don, de leer en los corazones de sus pupilos y aconsejarlos de forma extraordinaria.
Se cuenta del Santo cura de Ars, que siempre tenía una gran fila de personas para confesarse y que más de una vez al ir al confesionario iba mirando a las personas que se iban a confesar con él. De pronto se quedaba parado delante de una persona desconocida para él y le decía: Vd. no espere, pase el primero que necesita confesarse con más urgencia que todos los demás. Es indudable que tenía la capacidad de ver el interior de las almas. Los ojos de su alma podían ver las almas de los demás. Porque de la misma forma que los ojos de nuestra cara, tiene la capacidad de ver la materia y en especial la cara y el cuerpo de los demás, también hay almas que dado su grado de desarrollo espiritual, son capaces de ver las almas de los demás, cn sus ojos espirituales pueden penetrar en el mundo del orden espiritual y ver lo que no está a nuestro alcance. Pero no olvidemos, que si queremos podemos llegar a conseguir ponerlo a nuestro alcance.
Sobre este tema de las visiones con los ojos del alma, además de lo ya dicho sobre el Santo cura de Ars, hay otros ejemplos y uno muy reciente, como es el del capuchino San Pio de Pieltrecina. Si alcancemos o llegásemos a tener la facultad de ver las almas de los demás, quedaríamos fascinados de la belleza y sobrecogidos de repugnancia, según el alma de la persona que contemplásemos.
San Agustín refiriéndose a los reprobados después del juicio, nos añade: “A ti no se te permitirá ver con corazón inmundo lo que solo se puede ver con un corazón puro; serás rechazado, arrojado de allí, no verás nada. (…), porque solo en un corazón puro existen los ojos con que puede Dios ser visto”. Indudablemente, esta visiones de que nos habla San Agustín son espirituales y por lo tanto, referidas a los ojos de nuestra alma.
Uno solo no posee estas potencialidades, salvo que se haya ocupado de desarrollar los ojos de su alma con la ayuda divina, pues de otra forma es imposible. El desarrollo de los ojos de nuestra alma es una gracia divina, que se puede luchar por obtenerla, pero es imposible que la obtenga un alma que no esté en gracia de Dios. En el evangelio de San Mateo, podemos leer: “22 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado. 23 Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!”. (Mt 6, 22-23). El Señor además de ser amor, también es luz que nos ilumina espiritualmente, porque materialmente para eso tenemos el sol y los astros que Él nos ha dado. Si no vivimos en gracia y amistad, con el Señor, la luz espiritual de la Santísima Trinidad que inhabita en nuestras almas, a partir del momento de nuestro bautismo, dejará nuestra alma y quedaremos sumidos en las tinieblas espirituales.
San Pablo en su carta a los efesios refiriéndose a este tema nos dice: “18…, iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos”. (Ef 1,18). San Agustín en referencia los ojos del alma también nos dice: “Todo empeño durante esta vida debe de dirigirse a mantener sanos los ojos del espíritu para poder ver a Dios”. Y el teólogo dominico Antonio Royo Marín O.P. nos dice que: “Esto sucederá cuando hayan entrado en pleno ejercicio los llamados sentidos espirituales, que empiezan a despertar a medida que el alma va muriendo a la satisfacción de los corporales”.
Por ello es de pensar que si el desarrollo de nuestra vida espiritual es deficiente, también será deficiente la capacidad de visión de nuestros ojos del alma y deficientemente, podremos ver en el más allá el Rostro de Dios y tener pleno conocimiento de Él, que precisamente es en esto, en lo que consiste la plenitud de la gloria. Ahora y aquí en este mundo, nosotros sentimos mejor y comprendemos con más claridad, las realidades del mundo espiritual, cuando cerramos los ojos, nos tapamos los oídos y desactivamos todos los sentidos que captan cosas del mundo exterior.
Las realidades místicas relacionadas con Dios solo son perceptibles mediante el uso de los sentidos internos de la fe, de la intuición, y de la conciencia. En el libro de la Filocália, podemos leer: Cuando el enemigo nos exhorta a abandonar la soledad (hesychia), no le escuchemos. Nada es más poderoso que la alianza del hambre y la soledad para luchar contra él. Ella proporciona agudeza a la visión de los ojos interiores. Sobre este tema de los ojos de nuestra alma, existe una experiencia que Jean Lafrance nos recomienda diciéndonos que: “Existe una experiencia privilegiada de la oración, en la que a fuerza de mirar el rostro de Cristo con los ojos del cuerpo, en una imagen o en el crucifijo, se termina viéndole con los ojos del corazón: “Por medio de mis ojos carnales que miran el icono, mi vista espiritual se sumerge en el misterio de la encarnación”, dice San Juan Damasceno.
Son varios los santos y santas que nos dicen que la visión que se tiene con los ojos del alma es muy superior a la que se tiene con los ojos materiales de la cara. Y así en este sentido, San Agustín en sus Confesiones, nos dice: “Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo pensé en mi interior, siendo tú ni guía y ello me fue posible, porque tú Señor me socorriste. Entré y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no la luz, ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que lo llenaba todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la Verdad”.
Santa Teresa de Jesús, nunca vio al Señor, con los ojos de su cara solo con los de su alma, ella misma nos lo confiesa y nos dice: “Se me presentó Cristo delante con mucho rigor, dándome a entender lo mucho que aquello le dolía. Le vi con los ojos del alma más claramente que lo que pudiera verle con los ojos del cuerpo. Esta visión (la de Nuestro Señor de cuerpo entero), aunque es imaginaria nunca la vi, con los ojos corporales, ni ninguna otra sino con los ojos del alma. Dicen los que lo saben mejor que yo, que es más perfecta la pasada que esta y esta lo es mucho más que las que se ven con los ojos corporales. La que se ve con los ojos corporales dicen que es la más baja y a donde más ilusiones puede hacer el demonio, aunque entonces yo no podía entender tal cosa”.
San Ambrosio nos reitera lo anterior y nos dice: “No creas, pues, solamente lo que ven tus ojos corporales; más segura es la visión de lo invisible, porque lo que se ve es temporal, lo que no se ve es eterno. La visión interna de la mente es superior a la mera visión ocular”. Nuestro Señor habla de quienes tienen ojos y están ciegos, porque carecen de fe. “Tenéis ojos y no veis” (Mc 8,18). Y en la Iglesia se ungen los ojos del candidato porque la Iglesia dice: “Yo te signo los ojos para que puedas ver la gloria de Dios”. Con esto se simboliza un nuevo género de visualidad: la de las cosas de Dios en adicción a las cosas de la tierra, nos dice San Pablo: “Fija los ojos en lo invisible, no en lo que podamos ver. Lo así visible dura un momento, pero lo invisible es eterno” (3Cor 4,18). Una vez que nuestra alma abandone nuestro cuerpo, de nada nos servirán los ojos de nuestra cara. Nuestra futura visón eterna será sobre lo que ahora nos es invisible.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con esaños te tema.
- Libro. LA HUELLA DE DIOS. Isbn.- www.readontime.com/isbn=9788461164523
- Libro. DEL MÁS ACÁ AL MÁS ALLÁ.- www.readontime.com/isbn=9788461154913
- Libro. ASEVERACIONES DEL SEÑOR.- http://www.readontime.com/ROT/dagosola/aseveraciones-del-senor_9788461557097.html
- 015v.- El camino hacia la Luz 19-06-09
- 338v.- ¿Caminar en la luz o caminar en tinieblas? 08-04-11
- 449x.- Luz en el corazón 16-11-11
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- 601s.- Tinieblas del alma 15-09-12
La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.
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