La presentación del Evangelio
La nueva evangelización, que es una gran necesidad, pide odres nuevos para el vino nuevo. Esto no quiere significar anular lo que existe y edificar desde cero, sino una adecuación de muchas pastorales y acciones parroquiales que respondan de verdad a un impulso evangelizador y rechacen claramente cualquier lenguaje o actitud secularizadora que se haya infiltrado.
Es verdad que primero hemos de ser evangelizados. Pero si esperamos una evangelización plena en nosotros... jamás saldremos a anunciar nada a los demás, porque hasta la vida eterna no habrá acabado Dios su obra en nosotros.
Las dos tareas -evangelizarse y evangelizar- van muy simultáneas.
La nueva evangelización es una inmensa y urgente llamada a la conversión anunciando que Jesucristo es el Señor y Salvador que murió en la cruz y resucitó dándonos vida. La nueva evangelización despierta y provoca, impacta y fascina, porque muestra, simplemente, a Jesucristo.
Entonces se inicia un acompañamiento y una iniciación a la fe mediante la catequesis y la formación, para que la doctrina evangélica tome forma en la existencia de cada uno, con una incidencia personal auténtica.
"Creer en Jesús, en último término, significa creer en Dios, amarle y servirle, como el propio Jesucristo, y esperar la vida eterna como vida verdadera y definitiva, deseándola positivamente, poniendo en ella nuestro corazón y comenzando ya desde ahora a practicarla en la adoración y el ejercicio de la caridad. Éste es el contenido de los últimos capítulos de Juan y de las enseñanzas de san Pablo. Este vivir la vida terrena desde la verdad de la vida eterna, poseída ya por la fe, la esperanza y el amor, es el carácter esencial del cristiano, ésta es la verdadera novedad del cristianismo, la diferencia fundamental entre cristianos y no cristianos, el origen de la fuerza renovadora del cristianismo y el origen de todas las demás diferencias" (SEBASTIÁN, F., Evangelizar, Encuentro, Madrid 2010, pp. 68-69).
Todo cuanto se haga en una parroquia debe tender a este fin. La pastoral es la forma de la Iglesia, sus acciones, para ofrecer este centro del cristianismo, mostrar su vida, y acompañar en el crecimiento de la vida cristiana.
¿Realmente en nuestras parroquias y comunidades hay un compromiso y una conciencia claramente evangelizadora? ¿O una rutina pastoral, repitiendo lo mismo sin fuego ni pasión, asegurando sólo unos mínimos?
"La presentación del Evangelio de Jesús tiene que producir en los oyentes una verdadera crisis de conversión. Crisis que es juicio sobre la vida anterior, la vida sometida a las tinieblas de este mundo, esa vida normal que malgastamos dejándonos absorber y dominar por las cosas y los afanes de este mundo en vez de vivir para Dios y para sus obras. Y con la crisis el cambio de vida, el abandono de la vida dominada por los intereses y los usos de este mundo y la programación de una vida nueva, centrada en el amor de Dios y en el cumplimiento de su voluntad con amor y confianza" (Ibíd., p. 69).
La pastoral, como tal, provoca una crisis de crecimiento, un discernimiento y juicio sobre la propia vida. Posee fuerza porque muestra a Jesucristo confrontado con la propia existencia. Por ello no ahorra esfuerzos, y ofrece recursos formativos suficientes para cualquier grupo o asociación; implanta catequesis de distintos niveles, comenzando por los adultos, con itinerarios formativos, además de retiros, escuela de catequistas, homilía diaria bien preparada, etc.
"Si somos sinceros tendremos que reconocer que son pocas las actividades pastorales que buscan realmente esta conversión de los oyentes.La catequesis, la preparación para los sacramentos del bautismo, de la confirmación y del matrimonio, y muy especialmente el proceso entero de la Iniciación Cristiana, tendrían que estar centradas muy claramente en este objetivo como algo esencial, y deberían desarrollarse de tal manera que pudieran alcanzarlo con cierta normalidad.¿Dónde, si no, podremos preparar poco a poco, y con la ayuda del Señor, una comunidad de cristianos convencidos y convertidos?Con frecuencia nos conformamos, y nos engañamos a nosotros mismos, proponiéndonos objetivos más inmediatos, más superficiales, menos exigentes; "catequesis de primera comunión", "catequesis de confirmación", "cursillo prematrimonial". Nos olvidamos de que la vida cristiana comienza con la conversión personal, o bien damos por supuesto que esta conversión quedó hecha anteriormente. Una Iglesia de cristianos no convertidos es una Iglesia hueca, una Iglesia fictica, una apariencia de Iglesia" (Ibíd., p. 69).
Es una materia muy amplia, y pide una reflexión seria de todos, y una toma de conciencia también, porque gastamos energías pastorales en un pan que no sacia en vez del pan vivo del Evangelio para todos, de la evangelización.
Es verdad que primero hemos de ser evangelizados. Pero si esperamos una evangelización plena en nosotros... jamás saldremos a anunciar nada a los demás, porque hasta la vida eterna no habrá acabado Dios su obra en nosotros.
Las dos tareas -evangelizarse y evangelizar- van muy simultáneas.
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